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Opinión Editorial


El individualismo y el Covid-19


Publicación:20-01-2021
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Uno de los tantos descubrimientos que ha dejado la pandemia del SARS-CoV-2 es el poder constatar el nivel de individualismo de las personas

Uno de los tantos descubrimientos que ha dejado la pandemia del SARS-CoV-2, que produce la enfermedad de covid-19, además del poder comprobar la mucha, mediana o poca influencia que la clase política tiene sobre la sociedad, justamente en un momento donde es crucial el liderazgo, es el poder constatar el nivel de individualismo de las personas, no solo en su obrar más inmediato (“¡Yo hago lo que se me pegue la gana!”) sino en el impacto que este tiene en cuestiones tan elementales a la hora de pensar reflexionar, discriminar y tomar una decisión.

Si desde su origen, la verdad fue algo que se desplegó y articuló exclusivamente mediante una lógica argumentativa, permitiendo el desarrollo y ejercicio del pensamiento (filosofía, ciencia, artes…) en los siglos XIX y XX, las sociedades se desplazaron más predominantemente hacia el imperativo de la imagen, donde ahora se creyó que una “Imagen decía más que mil palabras”; que la verdad ahora ya no sería algo a ser argumentado, sino mostrado (“¡Aquí le mostramos la verdad en video!”). Gracias a lo cual la verdad dejó de ser pensada y argumentada, para ser vista. Con su lógica de, no solo requiero ver para creer sino, todo aquello que vea, por el hecho de verlo, entonces será cierto y verdadero. 

La pretensión del imperativo de la imagen era poder cerrar la brecha a la duda que introduce la idea y el pensamiento (las ideologías, posturas filosóficas, etc.). ¡Fuera el rollo mareador de la historia, la filosofía, la ética y la lógica de los programas de estudio de todos los niveles! -se dijo. Demos paso a una educación construida solo con herramientas prácticas (inglés, técnica y computación). Dicho modelo educativo basado en competencias ha fracasado a lo largo y ancho del mundo; los gobiernos y sociedades se han dado cuenta del terrible efecto en los ciudadanos: se ha venido formando a un ciudadano desinteresado de su historia y su país, con poco pensamiento científico, con un retorno al pensamiento maniqueo de buenos y malos, de extremos  conformados por puros e impuros, justo como en la edad media, un síntoma del deterioro del pensamiento crítico, la democracia y la inclusión (esto beneficiado y explotado por muchas clases políticas, el tener sociedades polarizadas) cuyo único objetivo es la explotación del recurso, sin ningún tipo de principio ni ética. 

Posteriormente, del imperativo de la imagen se transitó al tiempo del senti-miento: en un intento por recuperar o inventar una nueva forma de “existir”, el sujeto pensó que la vuelta a la naturaleza, a las sensaciones de su cuerpo, le podría dotar de algún sentido de vida, es el tiempo de las drogas recreativas como medicamento (ya no el consumo para tener una experiencia supra-, de éxtasis, sino de funcionalidad, para poder relajarse, concentrarse, dormir bien) Por lo que ahora se preocupó por su piel y alimentación, por la ecología y las malas vibras, por un sincretismo ecológico sensible que se ofende y entristece por casi todo, que a pesar de que busca la felicidad en la cantidad de nutrientes y agua que ingiere, porta un engaño elemental: lo que es cierto y verdadero ya no es solamente lo que ve, sino lo que siente, con su lógica: “si lo siento entonces es cierto”.

Ahora, traslademos dicha lógica sensitiva al contexto de la pandemia del nuevo coronavirus. Surge un nuevo virus, se expande por todas partes, por lo tanto, se declara estatus de pandemia; su grado de infección y mortalidad es sumamente acelerado. Sin embargo, hay quienes sienten que no pasa nada, que el virus no es nada, que a ellos no les sucederá, pues ellos se sienten intocables, arrogantes…ignoran su ignorancia. Es entonces cuando podemos constatar la gravedad de su postura: la sensación y suposición ha tomado el lugar de la verdad: si se siente bien y es en base a mis objetivos y proyectos, es bueno y está bien, de lo contrario está mal, es equivocado. De existir consecuencias desagradables, estas son responsabilidad de alguien más, de esa persona que echó malas vibras, que se pasó de lanza, gente toxica que hizo que el universo confabulara contra mí, pues me tenían envidia, sí eso es, envidia. 

En dichas frases podemos ver un claro ejemplo de un funcionamiento de lo que en psicoanálisis se llama estructura perversa, la cual busca siempre ajustar la ley a su conveniencia, sin asumir nunca ninguna consecuencia de sus propios actos: ¡Si me contagio, entonces será culpa del gobierno, del presidente, del gobernador o del alcalde! 



« Camilo E. Ramírez »