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Opinión Editorial


Efemérides desconocidas


Publicación:14-07-2021
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Existen fechas secretas: efemérides desconocidas que pasan desaparecidas para el público, los medios y las redes sociales

Existen fechas secretas: efemérides desconocidas que pasan desaparecidas para el público, los medios y las redes sociales. Este tipo de conmemoraciones pueden ser personales e íntimas: días que nos marcaron de forma especial y dejaron huella en nuestra memoria. Yo tengo (como muchos, supongo) un calendario privado, reservado para mis recuerdos. En él hay feriados y días festivos; natalicios y conmemoraciones; festejos y lamentaciones. Pero, además, atesoró hojas arrancadas del calendario literario: fechas improbables en que se desarrollaron sucesos ficcionales. Está, por ejemplo, el 16 de junio de 1904, jornada en que se desarrolla el Ulises de James Joyce, que ya es casi una efeméride oficial. 

Pero hay más, por supuesto. Cada lector puede ir formando su propio listado, dependiendo de sus gustos y trato con libros y autores. Yo ofrezco aquí fragmentos del mío: una bitácora de mis lecturas y apuntes al vuelo.  Dar cuenta de años, meses y días que sólo han existido en las páginas de alguna novela, drama o poema, es una forma de hacer visible la coexistencia de nuestra imaginación y nuestras ensoñaciones. No sólo somos lo que hemos vivido, sino también lo que hemos imaginado y leído. Habitamos, simultáneamente, mundos paralelos. 

Otro imaginario 16 de junio, pero de 1771, el joven Werther, personaje inmortal de Goethe, apuntó, en una de las cartas que conforman la novela, que conoció a la joven Carlota S (Carlota Buff en la vida real), una hermosa e inteligente muchacha recientemente comprometida. En la atmósfera se concentran las nubes, anunciando tormentas y relámpagos. El corazón del joven romántico se estaba desmoronando y el presentía que vendrían horas agitadas: “No pude soportarlo: inclinéme sobre su mano y la besé, echo un mar de deleitosas lágrimas. Luego volví a mirarla a los ojos. ¡Oh, noble poeta! ¿Si hubieras podido ver tu apoteosis en aquella mirada! ¡Y si pudiera yo no volver a oír jamás tu tantas veces profanado nombre en otros labios!”

El resto es historia literaria: Werther sufrirá por el amor de Carlota (o Lotte, como cariñosamente la llama), casada ya con Alberto, y llegará al suicidio. Las cuitas del joven Werther (publicada en 1774) inaugurará una nueva sensación literaria en donde las emociones emanadas de la lectura adquirirán dimensiones reales en el mundo cotidiano.  El dolor del amor imposible y el fracaso como vías de exploración estética y experimentación narrativa. Tras su publicación, Goethe se convirtió en una celebridad internacional. El autor más importante de su tiempo. Pero no sólo eso: el escritor germano fue un modelo de conducta estética, esclarecedor manual para hacer de la literatura una vida, y de la vida una literatura: cruce infinito de fechas reales e imaginarias. Siguiendo esta “alquimia literaria”, Thomas Mann, en Carlota en Weimar (1939), vuelve ficción un hecho en apariencia nimio: el breve encuentro entre Carlota Buff y Goethe en Weimar en 1816 (más de 40 años después del primer encuentro real que provocó la escritura de Las cuitas del joven Werther): la novela recrea y reinventa ese lejano día, y lo dota de un sentido supremo: una fecha fundamental para la literatura alemana. 

Alfonso Reyes sostenía que en el joven Goethe el conocimiento se confunde con la inspiración, y creo que eso seguía siendo cierto para el anciano y consagrado autor que conversaba a diario con el novel escritor Johann Peter Eckermann (quien se tomó la molestia de transcribir, durante casi una década, cada una de sus charlas). El 18 de septiembre de 1823 le comentó a su amigo: “Hay que dotar de expresión a las ideas y sentimientos que se agolpan a la mente del poeta; pero cuando se lleva en la cabeza una obra grande, no queda especio para ninguna otra cosa; damos de lado a todos los demás pensamientos y hasta la vida pierde para nosotros su serenidad”.

Al final de cuentas, la trascendencia no es más que un relato resignificado infinitamente. Milan Kundera, en su novela La inmortalidad, sostenía: “La inmortalidad de la que habla Goethe no tiene, por supuesto, nada que ver con la fe religiosa en la inmortalidad del alma. Se trata de otra inmortalidad distinta, completamente terrenal, de la de quienes permanecerán tras su muerte en la memoria de la posteridad. Cualquiera puede alcanzar una inmortalidad mayor o menor, más corta o más larga, y desde muy joven le da vueltas al asunto en sus pensamientos”. Tal vez por eso, suelo celebrar en silencio estas efemérides desconocidas: no podemos evitar ser también lo que hemos imaginado y lo que los demás han imaginado de nosotros. 



« Víctor Barrera Enderle »