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Opinión Editorial


Destrucción


Publicación:15-09-2023
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Colosio no es ni la sombra de un dirigente. No dialoga, no esgrime razones: impone, reprime, asusta. Y procede unilateralmente

A ver: dónde están la Asociación de Arquitectos, la Organización de Ingenieros Civiles, el club de los ecologistas, los urbanistas, los sociólogos, los ingenieros en Movilidad, la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Colegio de Antropología, los empresarios del transporte urbano, dónde están. Porque todos esos entes tienen vela en el entierro de la ciudad que está haciendo el mal llamado alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, al destruir las calles de Monterrey.

El pretexto de que se trata de disminuir el uso de automóvil es una falacia que ni él mismo se cree: cada día hay más automóviles porque cada día las agencias ofrecen planes más atractivos para su adquisición y porque el servicio del transporte urbano no mejora. Y porque la gente en Monterrey no camina y menos por el famoso corredor verde (que de verde no tiene nada ni de ecológico porque está construido con cemento y varilla) bajo 40 grados centígrados de temperatura.    

Así, la destrucción del centro de Monterrey responde a intereses aviesos del alcalde Colosio, a ganarse una lana y a demostrar su odio por la ciudad que lo adoptó. Es cierto: Colosio no quiere a Monterrey. No es de aquí, no vive aquí y no despacha aquí. Por eso no cuida la ciudad ni la mejora, al contrario, la destruye. Y lo hace con total impunidad. Ni el gobierno del estado le dice nada ni los organismos sociales y mucho menos la ciudadanía, empachada de futbol y cerveza, de trabajo y series televisivas. 

      Colosio es un reyezuelo, lo calificó el periodista Obed Campos. Un rey enfrenta la batalla, va a la batalla al frente de su ejército y sus recursos son sus armas. El paralelismo con Maquiavelo sigue imperando. Un gobernante tiene como armas la razón, la lógica, el diálogo; un líder sabe negociar, retroceder, afirmar. A veces hay que retroceder, como en las batallas. Colosio no es ni la sombra de un dirigente. No dialoga, no esgrime razones: impone, reprime, asusta. Y procede unilateralmente. 

Colosio mandó una avanzada a dialogar con los vecinos de la calle Modesto Arreola para darles a conocer que cambiaría la faz de la mencionada calle, una de las más bonitas de la ciudad. Los vecinos se opusieron. En cambio, le pidieron iluminación, poda de árboles y seguridad. El equipo de Colosio dijo a los vecinos que si no querían la modificación de la calle, no se haría. Pero al cabo de pocos meses, la hicieron. Y ahora vayan a ver ustedes la calle Modesto Arreola: totalmente destrozada, los vecinos sufren lo indecible para entrar a sus casas. Colosio no tiene palabra. Colosio no respeta los acuerdos. Colosio se burla de los regiomontanos.  

Hay algo dentro de Colosio que lo muta. Le salen escamas. Caben las palabras de Kurt Vonnegut: "Lo que tenía que decirte, por otra parte, no tardará mucho, a saber: practicar cualquier arte, música, canto, baile, actuación, dibujo, pintura, escribir poesía, ficción, ensayos, reportaje, no importa lo bien o mal que sea, no para obtener dinero y fama, sino para experimentar convertirse, para descubrir lo que hay dentro de ti, para hacer crecer tu alma". Está bien. Colosio estuvo cercano a la actuación: fue productor de obras de teatro, aunque lo hizo como negocio. Es abogado pero no litiga y no se sabe si lo ha hecho. Fue diputado local pero no es recordado por alguna propuesta de ley o por haber atendido a sus representados. Ahora es alcalde pero se cree constructor aunque no ha construido nada, al revés: ha destruido todo el centro de Monterrey poniendo en riesgo la vida de decenas de regiomontanos. 




« Arnulfo Vigil »