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Un día todo empieza

Un día todo empieza


Publicación:21-03-2020
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En tiempos del Coronavirus, allá por el siglo XXI, en la Tierra, los hombres volvieron a ser hermanos como por obra de un milagro

En tiempos del Coronavirus, allá por el siglo XXI, en la Tierra, los hombres volvieron a ser hermanos como por obra de un milagro. Fue entonces cuando rápidamente aparecieron, desparramadas por diversas regiones y pueblos, historias y leyendas de lo que entonces se vivía. Dicen que el virus llegó de Oriente, donde dejó desolación y muerte, mas pronto se extinguió entre el pueblo donde había aparecido, gracias a la ciencia y disciplina de la gente de los hermosos ojos rasgados y cabellos lacios y fuertes.

En cambio, se extendió por Europa, y aunque los pobladores del Viejo Continente creíanse descendientes de divinidades y personajes legendarios, que estaban por encima de cualquier mortal, también sufrieron el flagelo del contagio, que azotaría a muchos más, ya que el contagio sería transmitido en forma horizontal, es decir, no llegaría de fuera sino que se multiplicaría por tríos entre los mismos, entre los de una sola región, y cada uno de ellos podría hacer y lo hicieron, lo mismo con otros tres, a los que enfermaban por contagio en cadena.

La gente al principio se burlaba de lo que escuchaban en las noticias, en las redes sociales de su tiempo, y de los amigos. Por lo mismo, no tenían precauciones ni se cuidaban de salir a pasear a lugares muy concurridos y donde la conglomeración era inevitable. Suponían que no se trataba de una enfermedad real, ni existía el tal virus al que en aquel siglo se llamó Coronavirus. Muchos se burlaban de los crédulos y achacaban los rumores difundidos a una estratagema de los poderosos y los enemigos acérrimos del nuevo sistema de gobierno recién iniciado en diferentes países.

Otros decían que eran rumores para doblegar por miedo y terror a los pueblos que se negaban a comerciar bajo las condiciones impuestas por los dueños del capital. Y, sí, se supo que muchos de ellos se vanagloriaban de presumir por anticipado el fracaso del gobierno nuevo, que ya no derramaba sus mieles entre los que antes se hacía sin medida ni consideración de que eso lastimara a las mayorías por siglos olvidadas, no solo de la mano de los que podían y debían ser justos con los que menos tenían, sino que pareciera que también dios estuviera de acuerdo con ese status de cosas -por siglos así había sido la vida- que hasta hacía apenas unos meses, parecía dar un giro a la izquierda… si bien un giro leve y que a ratos se confundía, como si todo siguiera igual. 

Y no era así, este gobierno transparentaba sus actos y dejaba al descubierto, “quién era quién”, aunque unos pensaran, los más desesperados, que las cosas no mejoraban para los más abandonados de siempre: la clase media, sobre cuyas espaldas siempre se había dejado caer el mayor peso de la carga, para que solo unos cuantos fueran cada día más ricos y poderosos. 

Mas un día, cuando parecía que el hilo se rompería por el punto más débil y delgado, el mundo empezó a inclinar la balanza hacia la izquierda, que no sé por qué, pero era visto como el lado de la justicia. Y se dio el milagro nunca antes visto, hasta la Iglesia dio un giro y fue ungido como Papa un Jesuita, uno de los grupos, de la religión católica entre los cristianos, más humanos y aguerridos a la vez. ¿Sería obra del cauce natural que las cosas del mundo ya habrían de seguir? O, ¿solo era una estratagema del poder?, del Poder de la Iglesia, uno de los más fuertes poderes, así demostrado desde sus inicios.

Eso suponían algunos, los más avezados; un día quedaría expuesto con toda claridad. Y pensaban que no faltaba mucho para saberse, algunos años más, antes del siguiente siglo, cuando fuera designado el sucesor del franciscano. Ahora a la distancia de poco más de un siglo, en plena era del XXIII, las dudas persistían.

Por entonces, en aquel histórico momento, el nuevo virus entró por la puerta grande y le pegó especialmente a los más ricos, ya que esos eran los que tenían la posibilidad de regresar de sus Sesiones de Consejo, sus viajes por el extranjero de negocios o placer con sus amigos y pares en el mismo barco, avión o transporte terrestre de gran lujo y exclusividad.

Y a pesar de la desgracia que sufrieron y de no ser ni bien vistos sus modos vivendi ni del desprecio con que pudieron haberse rodeado en su medio non sanctus de habitar y hacerse de sus riquezas, nadie se alegró de que estuvieran infectados por la nueva peste del siglo XXI, ni de que fueran primero los más ricos los afectados. Tampoco nadie se atrevió a divulgarlo como una obra de la Justicia divina. No, nadie tuvo tiempo de alegrarse del mal que le había caído encima, al hermano. Pues empezaron a correr con igual suerte otros cuyo pecado solo había sido estar en el mismo lugar. 

Entre los más religiosos o creyentes de una fe u otra, empezó a anidarse la duda sobre sus creencias, pero no todos dudaron, pues en algunos, su fe se arraigó, a pesar de ver que sus seres queridos caían enfermos. Los que, no obstante, salieron más o menos pronto de esta nueva peste que estaba en todos lados del globo terráqueo, excepto entre los de piel muy obscura, los que durante siglos fueron despreciados, discriminados y hasta esclavizados por los de piel más blanca.

Estando las cosas sucediéndose demasiado de prisa y, por otro lado, enterados de que los viajeros que habían visitado los lugares de más alto riesgo, aún no regresaban todos a su terruño, sucedió que en un escondido pueblecito, allende lo más espeso de la selva, empezó a aparecer otro Virus. Este era un virus inocuo, con el que nada dañino podía pasarle a la gente más humilde de corazón y bienes. Ni a los que vivían haciendo solo obras rectas y buenas para todos, fuera el que fuera su linaje o condición socioeconómica. 

Pero esta nueva versión del coronavirus, tenía una cara dual o tuvo una evolución diversa a la original. Se presentó el coronavirus #2 como un mal selectivo, pues este virus sí se alojaba solo entre la gente más mala y cruel, así como resultó inocuo para los más nobles y buenos. Era esta otra versión, como si por naturaleza estuviera destinada a afectar solo a los seres más despreciables, asesinos seriales, violadores de niños, niñas, mujeres indefensas a quienes sorprendía y luego mataba. Así, poco a poco, el mundo fue siendo despojado de lo malo, pues morían en menos de cuatro o cinco días de infectados todo aquel que había sido realmente un ser perverso y sin esperanza de enmendar su conducta. Comenzó a creerse que se estaba ante un nuevo Apocalipsis. 

Y, el mundo se fue despoblando, perdiendo lo malo, que era arrancado como se arranca la mala yerba, de un solo tajo y de raíz. Cuentan los Anales de ese siglo y algunos de los más sabios, instruidos sobre esa etapa de la humanidad, que por fin hubo equidad y justicia divina sin la intervención aparente de ningún brazo armado de hombres buenos ni malos, ni de mano o dedo divino alguno: fue una nueva selección natural. Muy selectiva: ¿habrá sido así al principio de la vida? 

Quizás. Y, por eso mismo, existieron las filosofías de pensadores que dicen que todos somos buenos por naturaleza. El hombre es bueno en esencia, son las circunstancias y las diferencias abismales que algunos empezaron a sembrar, lo que transformó al hombre en un ser ambicioso y proclive a “el dominio del hombre por el hombre”. ¿La civilización educa, ilustra y mejora al hombre, o lo corrompe?

Un buen día, el recogimiento en las viviendas propias, la unión familiar y el aislamiento del mundanal ruido, de las candilejas y del bullicio de los negocios, auditorios y de todo lo que representara grupos multitudinarios, se fueron volviendo costumbres nuevas. Las tecnologías avanzadas, las diversiones virtuales, las bibliotecas en línea, fueron la moda. Aunque en muchos solo fue eso, pues más presumían de leer que en realidad se acercaran a la lectura como algo del día a día. 

Hasta que se llegó el momento en que la nueva burbuja esperanzadora de una civilización más humana, más equitativa en su distribución de bienes y riquezas y más educada en principios y valores, estalló en el aire y se disipó. Las aguas volvieron a sus cauces, las cosas dejaron de verse tras el cristal del miedo que humaniza, y el hombre volvió a ser lobo.

Todo había sido un espejismo… el coronavirus desapareció, no encontró terreno propicio dónde anidar: esto fue lo mejor que le dejó a la humanidad: la enseñanza de que la vida es efímera y solo perduran las ideas que de ella se han tenido. Hoy es una nueva era y el coronavirus se volvió prehistoria del siglo XXI: Un nuevo día empieza.



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