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Opinión Editorial


Ser regio


Publicación:20-09-2020
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Afortunadamente el Covid-19 ha permitido una tregua que hoy nos permite volver a disfrutar el futbol, aunque sólo sea por televisión.

Afortunadamente el Covid-19 ha permitido una tregua que hoy nos permite volver a disfrutar el futbol, aunque sólo sea por televisión.

No le asombre que siendo mujerdisfrute el balompié lo mismo que los caballeros, pero en mi comentario no hay ninguna novedad, pues soy regia.

Y en tierra de regios, el futbol “rules” (manda) y este sólo tiene dos caras: auriazul o albiceleste, o lo que es lo mismo, o se es Tigre o se es Rayado, sin denostar a los demás clubes.

Esta fiebre futbolística nos lleva al siguiente punto: cada fin de semana es de carne asada para ver el partido, sea el Club que juegue.

Aunque, claro, reconozco que salvo en estos seis meses de contingencia sanitaria,en tierra regia la carne asada “se arma” por cualquier excusa.

No todos comemos ni nos gusta el cabrito; pero sí le entramos al machacado (aunque en otras partes le dicen la machaca), a la cerveza, a los elotes de La Purísima y a las tortillas de harina.

Y aunque como en el resto de México hablamos castellano, los regios bien podríamos tener nuestro propio diccionario ¿o no?

“Está con madre”, “Me tiraste a león”, “Te la bañas”, “Eres un cuero”, “Echar carro”, son sólo un pequeño ejemplo de cómo hablamos.

Ser regio es realmente un gran orgullo y justo ayer 20 de septiembre, la ciudad capital del Estado de Nuevo León celebró el 424 aniversario de su fundación, hecho histórico que se acreditó a la persona de Diego de Montemayor.

Yo nací en la ciudad de Monterrey, donde muchos nacieron, en la maternidad Conchita por la calle 15 de mayo ya casi llegando al Obispado; hoy vivo en San Pedro, trabajo en Santa Catarina. Para fines prácticos, a todos los que radicamos en la zona metropolitana nos definen como “regios”.

“Bienvenido a Monterrey: si no le gusta el clima, regrese en 20 minutos”, frase que se ha convertido en meme, pero muy apegado a la realidad.  Y es que ser regio es conocer el variante clima de lluvia, calor, frío, todo en un mismo día.

Y como en ninguna otra parte del país, me gustaría apostar, somos amantes del minisplit porque lo que menos nos gusta es la incomodidad.

Si algo hemos aprendido desde que Diego de Montemayor llegó a los Ojos de Agua de Santa Lucía junto con las 12 familias fundadoras, es que podemos y lo hemos hecho, transformar nuestro entorno para hacerlo un gran lugar para vivir.

Tan es así que representa el 7.3 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, es la médula de la industria mexicana; tiene una gran oferta laboral, cultural, conectividad y desarrollo, lo que la hace la séptima a nivel latinoamericano.

Además, somos ampliamente solidarios, muy trabajadores y la familia representa nuestra más importante riqueza.

Voy a parafrasear alescritor estadounidense John Roderigo dos Passo quien dijo que “podemos arrancar al hombre de su terruño, pero no podremos arrancar al terruño del corazón del hombre”, frase que comparto ampliamente pues a Monterrey se le vive, se le goza, se le conoce y ama, aún estando lejos.

Podemos tener nuestras diferencias políticas, futboleras e ideológicas, pero nunca lo regio.

¡Felices 424, Monterrey!




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