Opinión Editorial
Carta a un amigo
Publicación:03-02-2025
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Desde que era una niña, lo único que yo sabía que quería hacer en la vida, era escribir.
Desde que era una niña, lo único que yo sabía que quería hacer en la vida, era escribir. Escribir qué, dirá usted. Honestamente, me gusta escribir absolutamente de todo y con el tiempo, hoy usted lo atestiguar, cumplí mi sueño.
El punto era determinar cómo llegaría a cristalizar mis anhelos y de entre las diferentes opciones que la academia presenta, encontré eco, fervor y pasión en el periodismo, carrera a la que le he dedicado cuatro décadas.
Aclaro, han sido cuarenta años –que se cumplen a mediados de año- en los que me he diversificado, pues además del periodismo radiofónico televisivo, impreso y digital, incursioné en la comunicación social donde también obtuve enriquecedoras experiencias.
No tengo empacho en decir que ni por un momento me he arrepentido de mi decisión universitaria, aunque seguramente en Filosofía y Letras pude haber hecho también cosas, quizá con un rigor más científico y artístico.
Aún con todo, siento que he obtenido gratas recompensas; no como un Pulitzer o el Premio Nacional de Periodismo, pero sí el conocer personas de toda esfera, referirme a ellas, contar lo que tienen por compartir, bueno o malo. Y ni qué decir de los compañeras y compañeras de los diferentes medios, todos y todas ellas, personas muy trabajadoras y de reconocida trayectoria.
Aunque ya me fui por una tangente, empecé este ejercicio compartiéndole que mi sueño siempre ha sido y sigue siendo, escribir. Incluso, románticamente de puño y letra, mensajes, tarjetas, cartas, en resumen, muy a la vieja escuela pues recordemos que hoy, todo es digital.
El 7 de febrero se celebra una efeméride muy particular, el Día de Mandar una Carta a un Amigo. ¿No le parece eso fabuloso? Con o sin fecha especial, a mí me parece una idea encantadora.
Desconozco de dónde surgió esta fecha, quizá la haya desarrollado alguna empresa dedicada a la producción de tarjetas, pero eso es lo de menos. Yo aún conservo misivas que sin mayor protocolo me han escrito amigas y amigos desde mis tiempos mozos y es lindo releer a la distancia, es como coloquialmente se dice, volver a vivir.
El género epistolar, hoy en decadencia, me hace sentir que los verdaderos amigos o seres queridos nunca se separan; quizá solo sea en la distancia, pero permanecen en el corazón.
Entre las curiosidades que he encontrado sobre las cartas, supe que las primeras se escribieron en tablas o bloques de arcilla y que los seres humanos tenemos nuestros preferidos a quienes escribir ¿adivina quiénes son? Sí, las oficinas postales reciben en el mundo miles, millones de cartas para Dios, en primer lugar y Santaclós, en el lugar número dos.
En países como México, otros muy populares personajes que reciben miles de misivas son sin duda los Reyes Magos, pues los peques del hogar esperan ansiosos que el 6 de enero, encuentren aquel obsequio tan solicitado.
No me lo crea mucho, pero hay estudios que aseguran que las personas que escriben cartas a mano suelen ser personas reflexivas, mientras que la neurociencia arroja que las palabras tienen mayor credibilidad si las escribimos en manuscrito.
Pero si tomamos en cuenta que una carta puede tardar semanas en llegar a su destino dependiendo de la distancia, no es tan descabellado recurrir a la mensajería rápida digital.
Respecto a mi pasión por escribir, puedo alardear que la realidad rebasó mi sueño. Y sin duda aprovecharé esta fecha especial de escribir una carta no a uno sino a varios de mis amigos más entrañables. Le invito a hacer lo mismo.
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