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Opinión Editorial


Minas


Publicación:19-07-2023
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Han pasado 17 años desde la tragedia de Pasta de Conchos y nuestros funcionarios siguen buscando los cuerpos de los mineros muertos

"Las muchas promesas disminuyen la confianza"

Horacio

¡Y otra vez una mina en la región carbonífera de Coahuila!

¡Y otra vez dos muertos!

¿Cuándo será que de verdad nuestras autoridades resuelvan los problemas y les brinden a los mineros seguridad en su trabajo? ¿Cuándo habrá sanciones ejemplares -única forma posible de que los patrones entiendan- para los encargados y propietarios por no contar con los equipos necesarios?

Han pasado 17 años desde la tragedia de Pasta de Conchos y nuestros funcionarios siguen buscando los cuerpos de los mineros muertos.

Promesas, visitas, reuniones, juntas, indagatorias, más promesas, declaraciones, visitas, exploración, especialistas, más promesas y el asunto no sólo sigue igual, sino que empeora, porque ayer dos hombres perdieron la vida en otra mina al romperse un cable que sostenía el "bote" en el que bajaban al fondo de la excavación y así descendieron varias decenas de metros hasta morir.

Ni siquiera estando al pie de una mina se terminan de comprender los enormes riesgos que deben enfrentar quienes se adentran al subsuelo para extraer el carbón y que lo han hecho así durante decenas de años. Los gases, los derrumbes, las inundaciones, explosiones, los "botes", son solo algunos de los riesgos que a diario viven esos trabajadores y que a pesar de tantas muertes pareciera que a nadie en el gobierno le importan.

Por años vi al pasar por la carretera junto a esas minas sus rostros enegrecidos y sus ropas tiznadas al salir del fondo de la tierra; supe de los míseros salarios que se les pagan a cambio de jugarse la vida y tuve que comprender que para ellos no hay más opción que el seguir ahí.

En muchos de los casos son nietos e hijos de otros mineros, que ahí nacieron y se han conformado con seguir la tradición familiar, pero que en la línea de tiempo no han mejorado ni cambiado sus condiciones de trabajo y la remuneración que perciben. Son mano de obra barata, prescindible.

Y cuando como en aquella explosión las cosas se salen de control y ocurre una tragedia, todo el país grita y exige justicia, pero pasados unos meses se olvidan de los muertos y también de sus pobres familias.

Y la historia vuelve a comenzar, otra vez por unos días se ponen estrictos con los equipos de seguridad y en la revisión de algunos detalles, pero en el fondo los peligros graves siguen siendo los mismos, esos que no se ven, esos que no se atienden y que están a la espera de cualquier chispa, un descuido o la mala fortuna para de nueva cuenta recordarnos que esa durísima profesión no es un juego.

Por eso molestan las falsas declaraciones y las promesas sin sustento, porque en realidad se hace poco o nada para resolver de fondo la situación, porque no hay justicia real ni verdadera para los mineros del carbón, aunque mañana aparezcan funcionarios, líderes sindicales y servidores públicos gritoneando... dentro de unos días volverán al escritorio de su oficina climatizada y se olvidarán de esos hombres de Coahuila.



« Francisco Tijerina Elguezabal »