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Opinión Editorial


La tormenta interior


Publicación:21-06-2024
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La tormenta no cesaba; eran alrededor de las tres de la mañana cuando se empeoro la noche se fue la luz. Abrí la puerta hacia la terraza, y aunque la oscuridad era densa, a lo lejos el río parecía acompañado por luciérnagas, como un fuego interior que emergía entre la corriente, arrasando todo a su paso. Observé por un buen rato, atrapado por el insomnio. Después de contemplar el espectáculo de la naturaleza, descubrí, o tal vez interpreté, esas chispas, ese pequeño fuego que se vislumbraba en la noche sobre el río. 

No había mucho viento, pero los árboles parecían también espectadores de la tormenta y, de vez en cuando, se inclinaban un poco para descubrir el pequeño fuego que corría cuesta abajo del río. Por supuesto, no se veían estrellas ni la luna; era como si la oscuridad descendiera desde el cielo en forma de gotas de lluvia, transformándose en vida para la madre tierra. 

En la mañana, comenzó el verdadero terror. Las primeras luces del sol, aunque ausente en el cielo, llegaban tímidas a algunos rincones de la casa. La paz de este amanecer, con la bendita lluvia, se convertía en una tormenta interior. Mis hijos, Iker de 13 y Gabriel de 11, sufrían como cualquier candidato que pierde una elección y no se resigna a su derrota. No había energía, por lo cual no teníamos internet ni televisión con sus múltiples plataformas, y los celulares no se cargaron. Era como si el país se cayera, como si el mundo fuera un desastre. La tormenta tropical, que no había hecho estragos en la casa, dejaba a mis hijos con una tormenta interior que no se podía calmar, ni con un buen libro ni con juegos de mesa. Lo intentamos, pero su lluvia no cesaba hasta el punto de estallar en lágrimas. 

Después de casi todo el día de vernos unos a otros, de enfrentar el encierro, de sentirnos empapados por nuestra propia presencia sin el viento del mundo exterior, llegó la salvación... la energía. Ya cuando el día volvía a la oscuridad, apareció la luz. Alguien quizás le dijo a Manuel Bartlett que esta vez no podía volver a "caerse el sistema", que hoy las nuevas generaciones necesitan respuestas rápidas, aunque se llenen de “verdades líquidas” que nos proporciona el internet. Así que Manuel Bartlett, el director del CFE, se compadeció. 

Sin embargo, la lluvia no ha parado en casi 24 horas desde que inició. En particular, me encanta ver el espectáculo de los árboles danzando con las gotas que caen del cielo, mirar arriba y ver que las nubes cambian de formas, pero no dejan de vaciarse, como si también quisieran desahogarse del daño que les hacemos con nuestra manera de contaminar la atmósfera. 

Debo confesar que en un momento sentí algo de temor, porque nunca me había tocado vivir al lado de un río. Pero a la vez, sentía fascinación y esperaba de nuevo la noche para ver cómo la gran corriente hacía que pequeñas y enormes piedras del río chocaran entre sí y sacaran fuego en medio de esta tormenta natural, que por un momento despertó nuestra tormenta interior. 




« José Luis Galván Hernández »