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Nuestro gozo colmado de cada semana

Nuestro gozo colmado de cada semana
Cuerpo de Cristo

Publicación:13-06-2020
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"Se nos da una prenda de la vida eterna". La vida eterna es la que poseen los bienaventurados en cielo

"¡Oh sagrado banquete, en el cual Cristo se nos da como alimento, se hace un recuerdo de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna!".

Si no dispusiéramos más que de esta exclamación de Santo Tomás de Aquino, por ella sola habría que considerarlo un maestro extraordinario. En efecto, el Doctor Angélico expresa en esa breve fórmula toda la riqueza del misterio de la Eucaristía. Trataremos de explicar esa fórmula en este domingo en que la Iglesia en Chile celebra la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

"¡Oh sagrado banquete, en el cual Cristo se nos da como alimento!". La Eucaristía es claramente un banquete. Fue instituida por Cristo en el curso de una cena pascual -la última cena- con sus discípulos. En esa ocasión les dio a comer y beber un alimento que él mismo define claramente: "Tomo un pan y les dijo: 'Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo'. Luego tomo una copa llena de vino y les dijo: 'Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre'". El alimento que se toma en este banquete es Cristo mismo. Él lo había ya anunciado antes, hablando en la sinagoga de Cafarnaúm: "El pan que yo daré es mi carne... Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida".

"Se hace un recuerdo de su pasión". El cuerpo y la sangre de Cristo que él da en alimento, son dados bajo una cierta modalidad: "Mi cuerpo que será entregado por vosotros... mi sangre que será derramada por vosotros". Son el Cuerpo y la Sangre de Cristo que serían ofrecidos en sacrificio en el ara de la cruz. Nadie puede ignorar el hecho de que en todos los lugares donde se celebra la Eucaristía el centro es el altar, es decir, que se está ofreciendo un sacrificio. Aquí se ofrece el mismo sacrificio que ofreció Cristo en la cruz. Es un "memorial", porque ese sacrifico se hace presente aquí con todo su efecto expiatorio.

"El alma se llena de gracia". El alimento que se come es el cuerpo y la sangre de Cristo, sacrificado, pero ahora resucitado y en la plenitud de su vida divina. Y esta es la que comunica al alma que lo recibe. En efecto, "la gracia es una participación en la vida divina; nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria" (Catecismo, N. 1997). El alma se llena ya en esta tierra de esa vida divina, es decir, goza de ella tanto cuanto es capaz.

"Se nos da una prenda de la vida eterna". La vida eterna es la que poseen los bienaventurados en cielo. De esa vida se nos da una "prenda", es decir, un anticipo para nuestra existencia actual con garantía de la donación plena en la vida futura. Así lo prometió Jesús: "Este es el pan que ha bajado del cielo... el que come este pan vivirá para siempre".

Si esto es la Eucaristía, si esto es lo que los católicos creemos sobre este admirable misterio, es verdaderamente incomprensible que le demos tan poca importancia. La Iglesia enseña que la participación en la Eucaristía dominical es una obligación para los católicos y que "los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave" (Catecismo N. 2181). Pero, en realidad, debería ser nuestro gozo colmado de cada semana. La Iglesia en Italia ha celebrado esta semana un Congreso Eucarístico Nacional cuyo lema es: "Sin el domingo no podemos vivir". Su conclusión será hoy en Bari presidida por el Santo Padre Benedicto XVI.



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