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La necesidad profunda de cariño
Publicación:29-12-2024
TEMA: #Agora
La casa lucía a media penumbra, solo en la sala y el comedor tenían las luces encendidas, el resto de las habitaciones estaban apagadas
Un ángel bajando entre vítores
Olga de León G.
Pues resulta que no hubo cena de Nochebuena, ni invitados, ni regalos, ni comida de recalentado al día siguiente, veinticinco de diciembre, como era la costumbre en la familia, de toda la vida desde los bisabuelos, los abuelos y ahora los padres. Toda la referencia en el relato de la semana pasada fue un espejismo recreado para aminorar la tristeza y la nostalgia de lo que no sucedió.
Los tres miembros de la familia que por ahora vivían en esa casa que tenía apariencia de iglesia con mezcla de barroco o pequeño castillo del medievo, los tres, cayeron en cama. El mayor de ellos ya estaba enfermo, pero se iba recuperando, tenía un buen augurio de mejoría hasta justo el 23 en la noche, el 24 empeoró; el hijo parecía ir saliendo de un fuerte virus gripal, que la noche del 24 le regresó con mayor fuerza; la madre que hasta el 22 en la noche no parecía estar enferma, cayó en cama sin tener fuerzas para levantarse al día siguiente y con afección en garganta y dolores corporales muy fuertes, tanto que de ser la cuidadora de su esposo, pasó a ser cuidada por el hijo, quien redobló su precaria salud y se hizo cargo de su padre en todo... y de su madre en que no se levantara de la cama, pues por experiencia propia, sabía que solo el reposo, más un par de medicamentos y la toma de mucha agua la sacarían de esa inesperada enfermedad, causada por virus muy fuerte y muy necio.
La casa lucía a media penumbra, solo en la sala y el comedor tenían las luces encendidas, el resto de las habitaciones estaban apagadas. La casa no era pequeña, aunque tampoco demasiado grande, sin embargo, una podía disfrutar de cierto aislamiento y no ser molestada por nada ni nadie.
Resignados a pasar la noche y la Navidad por llegar: en reposo, tranquilos y callados, porque al padre no le salían las palabras, no podía hablar y de lo poco que intentaba decir, nada se le entendía; a la madre le costaba mucho pronunciar cualquier palabra, pues la garganta le ardía demasiado; y el hijo estaba demasiado ocupado distribuyendo sus tareas, para cuidar de ambos; por lo mismo, reinaba el silencio en aquella casa. Un silencio profundo y largo, que fue interrumpido por ciertos ruidos que provenían de la calle, del parque de enfrente... hasta que se acercaron lo suficiente, para asustar a ambos viejos.
Y, con una voz apenas audible, entre gemidos y sollozos logró darse a entender: "Abran la puerta que vengo muriendo y, ¡no quiero morir solo!". Entre temerosos y piadosos, buscaron en la oscuridad, con los ojos muy abiertos, al hijo. Quien les hizo varias señas, que no descifraron, hasta que poniéndose el dedo índice en la boca les dio a entender que permanecieran callados. No podían hacer otra cosa. Estaban aterrados.
En el instante en que se escuchó la caída de un cuerpo en el porche, pegado a la puerta principal, empezó a sonar el campanario de la iglesia de la colonia, que estaba a cuadra y media de su casa. ¿Qué le pasa a este párroco?, nunca, antes, hizo sonar el Campanario un veinticuatro de diciembre, exclamó con voz baja el hombre mayor de la casa. Y precisamente, al sonar la última campanada, que anunciaba las doce de a medianoche, el viejo moribundo -quien imploraba lo dejaran entrar- cayó muerto, y acto seguido, se desvaneció: ...y, desapareció su cuerpo, como si no hubiese llegado hasta allí, como si nadie lo hubiese visto. Pero, los de la casa lo escucharon con claridad y los había asustado, Pues ambos pensaron que también ellos podían estar ya próximos al final de sus días.
Curiosamente, todos los vecinos estaban dentro de sus casas, nadie hacía algarabía fuera ni prendía cohetes, menos disparaban armas para festejar, como en otros años celebrando la partida de un año que no les dejó muchas alegrías, más bien tristezas: la partida de algunos de sus seres queridos, duras enfermedades y más plagas en el campo y la ciudad, así como deudas que no creían podrían solventar ni con la llegada del nuevo año, que todo el mundo añoraba ya estrenar.
Porque la esperanza es el oasis en el que todo el mundo cree se limpiará su aura, o quiere creer que es el mástil de la embarcación que no se quebrará y lo llevará a puerto seguro, por eso y más, la gente confía en que mañana, será un día mejor.
Y así, llegó el nuevo año a nuestro barrio, a nuestra casa, en forma de un recién nacido que alguien vio bajar del cielo, con una estrella en la mano derecha, y asido fuertemente con la otra manita a la falda de su ángel de la guarda, como si temiera que si se soltara, caería de golpe a la tierra y antes de tiempo moriría como el viejecito que pedía posada, y nadie se la dio. ¡Feliz Año Nuevo!
Correspondencia
Carlos A. Ponzio de León
Querido Hijo: Espero que puedas regalarme un poco de tu valiosísimo tiempo, considerando lo limitado del que te queda para ti mismo. Hace algunas semanas que estoy escribiendo en la sección cultural de El "Porvenir". Envío un artículo cada semana, cuando me retraso en el envío, procuro escribir dos, para no perder el ritmo, ni la disciplina de sacar un artículo a la semana; este ha sido mi propósito desde el 2 de julio de este 2006. Me han publicado 12 (los que he enviado, ¡tal vez se deba a que no tienen mucho donde escoger! :). De alguna forma, me permitió "aventarme al ruedo" la visita que les hice en México, por diversas razones y sentimientos encontrados que no viene al caso referir, con los que me regresé de ese viaje a Querétaro y Ciudad de México. Que-por otro lado, fue delicioso y muy fructífero, al menos para mí. Ignoro si soy buena, mala, pésima o mejor que peor, escribiendo. Lo que sí sé de cierto es que me gusta muchísimo y me complace hacerlo. A lo mejor, una nunca sabe, les dejo a ti y a tu hermana mis memorias, en trozos de tiempo: circular, con regresiones y con algunos silencios. Tal vez encuentren algunos artículos rescatables y sean un buen motivo para sus propios recuentos de vida y tiempo. Te he enviado desde la página Cultural de El Porvenir, algunos de esos artículos y relatos publicados, ¡Ojalá! te guste alguno y si Delaira también quisiera leer alguno, me halagaría saberlo y conocer su opinión. Desde luego, pueden entrar a la página del periódico (es gratis): ¡Nunca pongas en duda mi amor! Por extrañas que parezcan a veces las acciones o actitudes de una madre, siempre están guiadas por el amor. Podré equivocarme, pero jamás fingiré un afecto.
Te deseo toda clase de éxitos (cualquiera que sea el significado para ti de esa palabra) y que logres ser feliz, aún en los momentos más difíciles de tu vida. Porque ser feliz cuando todo se tiene a favor nuestro, cuando la fortuna, la salud y las realizaciones nos sonríen es muy fácil y superfluo. No obstante, deseo también tu felicidad en el significado que para ti pueda tener la palabra y el concepto. -Mami.
Querida Madre mía: Muchas gracias por tus palabras. Tengo muchas ganas de sentarme a leer tus cuentos y definitivamente creo que podré leer algunos de ellos durante estas vacaciones. Me siento afortunado porque no hay muchos hijos en la posición de poder disfrutar frente a la playa la lectura de los cuentos de su madre, y ya publicados.
Trato de no juzgarme. Ni por lo bien o mal que escribo, ni por lo bueno o malo que soy en mi profesión, ni por mi desempeño como hijo, hermano, sobrino, primo, aunque a veces como padre de una perrita.
Pero esa visión de la vida puede ser estrecha y podría hacernos creer que nadie puede ser feliz, porque nadie es perfecto. La felicidad, ahora veo, puede ser un estado mental permanente, y no un instante pasajero que llega con un logro, con una sorpresa, con una noticia. Hago, cuando puedo, un esfuerzo para ser feliz. Pero hoy, que ha sido un día de trabajo muy difícil, no ha sido necesario gracias a esta carta tuya. Gracias por dejarme recibirla.
Te quiero mucho, aunque no esté con ustedes en Monterrey. Y es por eso que, a veces pienso que, aunque aquello que no está escrito en la Biblia ni en las leyes, y que todo mundo repite, es cierto: Que el amor, dado y recibido, es todo lo que se necesita para ser feliz.
Me da mucho gusto saber que has tenido tiempo de escribir, y de compartirlo con un público latente y conmigo. -Tu hijo,
Mami: Leí tu cuento del domingo. Me gustó mucho, sobre todo el final, aunque no estoy seguro de haberle entendido del todo. Me imagino que tu fuiste la que se tropezó frente a un restaurante y luego estuviste "leyendo" sobre los platillos, recordando cómo los preparaba tu papá... pero bueno, no sé. Saludos, -Tu hijo.
Fíjate, hijo, que tu interpretación me parece estupenda para tomarla en cuenta cuando le dé forma definitiva a una serie de mini relatos y cuentos en derredor de éste que me atreví a enviar al periódico sin mucha revisión, (ya le hice la primera, el mismo domingo).
En realidad, cuentos son sólo el primero y uno o dos más, el resto son mini relatos y notitas. En ese primero: no, no soy yo, es mera fantasía. Imaginé a un varón en otra ciudad que va por una de esas calles que se tratan de conservar con la arquitectura de hace siglos y sus banquetas
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