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Como volando al cielo

Como volando al cielo
Volar hasta el cielo

Publicación:29-02-2020
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Y quiero verlo todo muy claramente, aun en las noches más oscuras o nubladas

Quiero bailar un vals y luego un tango. Quiero reír toda la mañana y llorar un poco en la tarde; pero en la noche, en la noche de todas las noches, solo quiero escribir historias y poesía que le hablen a la gente de sus vidas, sus amores, sus alegrías y también de sus angustias y tristezas, por duras y amargas que sean.

Quiero vivir leyendo, mirando y hablando de lo que las gentes me cuentan y también de lo que no me cuentan, pero adivino en sus rostros y veo a través de sus ojos, o transpiro cuando camino muy cerca de ellas.

Quiero seguir viviendo hasta que acabe mi última historia y haya cincelado en sus almas y el alma mía, el último poema: una poesía que habla con el viento y las rosas blancas que llevo en mi jardín interno. Quiero leer lo que no entiendo, hasta que comprenda lo que va entre líneas y en los espacios en blanco… y lo que no se dice, solo se puntea.

Quiero medir mi altura con la de los niños pequeños que son verdaderos sabios, porque en su corazón encierran toda la nobleza que van perdiendo los que se hicieron grandes sin llegar a viejos. Y quiero hacerlo, a sabiendas de que mi talla quedará muy por debajo de la suya, que yo también perdí, hace muchos años, esa nobleza que un día me hizo lucir como ellos. Quiero amarlos a todos con solo mirarlos, sin que ellos sientan agradecimiento ni miedo, ni orgullo por mis ojos que caen sobre sus rostros. 

Quiero volverme invisible ante los jueces y canallas, y que ninguno sepa que puedo también ser juez o ser muy mala. Quiero dormir solo de día, para soñar durante las noches, y con los ojos bien abiertos mirar siempre al cielo y a las estrellas titilantes sobre su sábana color de universo: ¡ese manto azul intenso! 

Y quiero verlo todo muy claramente, aun en las noches más oscuras o nubladas.

Quiero dejar de quererte para solo amarte como saben amar los que de amor murieron. Quiero amar más que al terruño que me dio naturaleza, origen y patria, a todos mis congéneres, especialmente a esos de los que tú y yo nos hemos olvidado de cuando en cuando, si no es que, casi siempre.

Quiero decirte cuánto te amo sin pronunciar palabra. Quiero decírtelo cantando con silencios y pausas muy largas. Quiero escribir un poema muy triste que lave mi llanto y mi doliente alma. Quiero amar lo que haces, cuanto yo amo lo que hago, aunque no sepa hacer lo tuyo, pero sí respetarte por ello y adorar tus manos de orfebre, campesino, labriego, artesano u obrero de humilde sueldo.

Quiero mirar hacia el cielo sin sentirme pequeño sabiéndome apenas si un grano de arena, en este enorme universo. Este que nos cobija y alberga a grandes y pequeños, sin más distinción entre unos y otros que la mezquindad de los que se creen dueños de todo: tierra, agua, aire, fuego, bienes y riquezas, y los que careciendo de todo, nada reclaman como propio. 

Y, sin embargo, los envidiosos igual mueren sin llevarse nada al abismo negro que será su tumba, por oneroso que haya sido el féretro y el terreno que compraron para que al final reposen solo sus huesos y sus cavidades saqueadas por gusanos o los restos del fuego convertido en cenizas.

Quiero amar al que menos tiene y al que nadie quiere, aunque no lo frecuente sino con la palabra de aliento y la seguridad de mi hermandad en su tristeza y su desamparo. Porque al que de nada carece, le sobran quereres, aunque sean fingidos o comprados con su oro y diamantes.

Quiero sentir lo que pienso y actuar tal como me expreso. Tarea más difícil que ser auténtico, es ser congruente. La congruencia entre el dicho y el hecho puede ser mera ilusión lingüística o aspiración de poeta perdido en el desierto de una soledad impuesta por una sociedad que adora el éxito y rinde pleitesía a Midas, antes que a la palabra alada y la prosa poética que no dan de comer; ¡ah!, pero cómo alimentan el alma de los románticos y soñadores: escritores, músicos y poetas. 

Quiero sumarme a las huestes de Aquiles para cuidarle el talón y avisarle a su madre que lo sumerja de nuevo en aguas sagradas, sin sujetarlo, al menos por un instante. Quiero dormir cerca de Penélope y ayudarle a destejer la nupcial prenda, para que nunca se case con ninguno más, salvo que se llame: Ulises… o Nadie.

Quiero ser una abejita humilde y trabajadora que lleve mucha miel al panal donde las otras habitan. Quiero ser también una hormiguita andariega y solidaria, que igual ayuda a construir su casa, como a acarrear alimento para sus hermanas. Quiero ser la única rosa que cuida a diario El Principito de ese bello cuento, solo para gozar de vez en vez lo que se siente ser amada.

Quiero escribir, no como los ángeles sino como doncella mancillada, que se sueña “Como volando al  cielo”, pero que en realidad va dejando en el camino sus pobres andrajos violentados; y, desnuda toda, entra al reino de los más limpios de corazón, mente y alma. Quiero vestirme con la lluvia que cae en verano y que mi vestido se salpique de estrellas hechas añicos antes de convertirse en luces de bengala, en Navidad o Cuaresma, qué importa la fecha o el mes… 

Quiero sumergirme en las aguas de un río que me lleven hasta el mar y me encuentre un feliz y hermoso delfín para viajar sobre su lomo por toda la bahía de Acapulco en invierno. Quiero visitar los monumentos sagrados del Sur de mi amado México y subir a sus pirámides en el Centro, o recorrer el desierto de Sonora y las bellezas rojas de Chihuahua, las Barrancas de Cobre, a las que imagino viéndolas desde los ojos de un águila que circunda el desierto y vive en las montañas.

Quiero respirar el polvo de Comala visitando a mis muertos más viejos, los Tatas de mis Tatas. Y, quiero pasar unos meses en Luvina, para enseñarles el alfabeto a los niños huérfanos de padre, y que ellos me enseñen cómo se ama sin desprecio ni olvido. Que todos ellos y nosotros somos los mismos: hijos de un tal Pedro Páramo, al que se le olvidó cuántos hijos tuvo. Esto lo tengo por verdad probada. 

Quiero pensar que tal vez yo no sea sino una de las madres de esos niños, u otro de los hijos de Pedro Páramo. Qué importa, para el caso es lo mismo, somos los abandonados, los que a nadie le importan: mujeres y huérfanos; que en esa tierra, todos fuimos parias.

Quiero ser una de esas mujeres tan flacas que parece que el viento las dobla y el hambre las entabla. Quiero ayudarlas a ir por el agua y esperar pegadas a las ventanas el silbido del viento que les avisa de la llegada de sus hombres. Vienen del Norte, se quedarán solo lo que dura sembrarles otro hijo en  el vientre…  y de nuevo parten para traerles luego sus costales llenos de cosas, que a poco se acaban.

Quiero ser el ruiseñor que clava su pecho entre las espinas del rosal de rosas blancas, para que un joven estudiante pueda ofrecerle una rosa roja a su amada, que nada sabe del amor, no del verdadero, como el del ruiseñor que murió para que el estudiante enamorado fuera feliz llevándole una rosa roja a su insensible dama.

Quiero ser la letra del cuento sobre la estatua de El Príncipe Feliz, quien con la ayuda de una golondrina hace feliz a otros, a costa de su propia vida. Quiero ser el niño andrajoso que disfruta la vida con un mendrugo de pan y un trompo al que hace bailar en la acera o en su mano. Quiero vivir como hada que cumple los deseos de los niños pobres, y alivia las penas de los padres desdichados. 

Quiero ser la niña que fui cuando pequeña, aunque ya esté más próxima a ser llamada anciana que mujer hermosa. Quiero llevar alegría con mis cuentos y mi poesía, mas solo logro escribir cuentos tristes y poemas ásperos y ampulosos que hablan de la vida sin romanticismo ni delicadeza.

Quiero irme durmiendo poco a poco. Quiero quedarme entre los buenos, aunque yo no lo sea. Quiero fingir que me muero, aunque siga viviendo. Quiero escribir un cuento que empiece: “…como volando al cielo”, y termine: “Con los pies bien puestos sobre el suelo”. 

He pues aquí mi comienzo: “Como volando al cielo”… Y, el final: “Imposible terminar con los pies en el suelo…”  Sorpresas que dan los cuentos y los cuentistas.



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