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Opinión Editorial


Azul y rosa


Publicación:04-11-2019
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Desde el momento de nacer, a los hombres se les distinguía con color azul; a las niñas, con el rosa.

Y fuimos creciendo y lo que aprendimos en casa fue: un hombre no pide, exige; un hombre no lava los platos ni colabora en los deberes de la casa. Un hombre lleva el sustento a casa, pero no ayuda a cuidar a los hijos. Los hombres no lloran.

¿Estudiar una mujer? ¡Para qué! Y las mujeres aguantaban infidelidades, criaban como propios a los hijos de otras mujeres, lloraban a espalda de los suyos y cada golpe lo escondían tras una sonrisa. Y así era porque “debía ser”.

Así crecimos muchos. Y tanto mujeres como hombres las creímos y las hicimos “ley” porque nuestros ancestroslo hicieron también.

Y es así que a septiembre de este 2019, de los 11 municipios metropolitanos, sólo Apodaca, Escobedo, García, Juárez y una parte de Monterrey aparece en ámbar en el Semáforo del Delito; el resto, en rojo.

Echando un vistazo hacia atrás, desde que se monitorean y documentan los delitos por parte de la Fiscalía del Estado, se dieron 8 mil 744 reportes de violencia familiar en el año 2011,  llegando a un máximo histórico de 17,773; a partir del 2016 comenzó un ligero descenso hasta llegar  16, mil 410 en 2016.

En 2018, la tasa por cada 100 mil habitantes impactó más a García con 692, seguido de Cadereyta (519) y Juárez (444).

Pero más allá de las cifras, para donde se mire hay reportes de violencia y lo que es peor, de muertes.

A propósito del mes naranja en que se conmemora la lucha para erradicar la violencia contra la mujer, la Organización de las Naciones Unidas sugiere, además de políticas públicas más eficientes para erradicar este flagelo, la propuesta de una nueva masculinidad donde se modifiquen los roles culturalmente aceptados.

Ángels Carabí, cofundadora del Centro de Literatura y Cátedra UNESCO Mujeres, desarrollo y culturas y profesora de Universidad de Barcelona, propone un concepto denominado “nuevas masculinidades positivas”, donde los varones puedan ser capaces de compartir el control con las mujeres sin buscar imponerse.

Que además disfruten el trabajo y el hogar; que compartan las tareas de la casa y el cuidado de los hijos, además de promover la no violencia contra la mujer.

No digo que sea sencillo “desaprender” lo que generación tras generación se transmitió y se arraigó en el adn de cada varón y de cada mujer.

Muchos países han evolucionado, México también, aunque a un paso mucho más lento porque el machismo se niega a desaparecer.

Pero gratamente puedo alardear de conocer muchos, pero muchos caballeros que son grandes profesionistas y muchísimo mejores padres cuidadores de sus hijos, que no temen a mostrarse vulnerables y que di-viden las tareas de hogar con sus esposas.

En este mes naranja y todos los meses del año vale trabajar sociedad y gobierno por una sociedad menos violenta, menos estereotipada.

Yo propondría que desde pequeñitos y desde casa, claro está, promovamos en

nuestros hijos la distribución de pequeñas tareas, de respeto entre hermanos, vecinos y compañeros de escuela.

Propondría que desde el aula también se inculquen valores y quizá mis ojos no lo alcancen a ver, pero iríamos forjando nuevas generaciones con “chips” mejorados donde cada vez haya más equidad y menos casos de agresiones por condiciones de género.

Comentarios: nelly.cepedagzz@gmail.com

 



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