Opinión Editorial
Solo treinta años
Publicación:26-09-2023
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A pesar de todo, quiero ser positivo. No deseo quedarme encerrado en mis temores
Te fuiste cuando llegaba el otoño, cuando comenzaba a darnos un respiro el calor. Aunque no hacía frío, sentí que mi corazón se congelaba. Las hojas comenzaban a caer, al igual que tu cabello lo hizo en los últimos meses debido a las quimioterapias que te aplicaban. Tu cabeza se quedó calva y decidiste usar peluca. Fue el día más triste de mi vida, y solo han pasado treinta años... Mamá.
Aún no entiendo las coincidencias, la cabalística que significó tu muerte para mí. Fue a mis 23 años, en el noveno mes de 1993. Recuerdo que, en la hora de tu partida, me tocaba cuidarte, ya que nos turnábamos para estar contigo en el hospital. Sin embargo, una llanta se me ponchó, y cuando llegué, mi cuñada Andrea me dijo que ya habías fallecido. Quizás así tenía que ser; ninguno de los hijos debía sentir cómo tu alma abandonaba tu cuerpo, sin poder retener tu último suspiro.
Aún hay muchas cosas que no entiendo. A treinta años de tu partida, miles de mujeres siguen muriendo a causa del cáncer. No hay cura, vacuna o medicamento, solo tratamientos tan agresivos como la quimioterapia o la cirugía, que te quitan una parte de tu cuerpo, como también fue tu caso cuando te extirparon un seno. A pesar de todo, no se evitó la metástasis, palabra que por primera vez escuché de boca de un frío doctor del IMSS, de forma cruel: "Tu mamá, tiene metástasis, es inevitable su muerte".
A pesar de todo, quiero ser positivo. No deseo quedarme encerrado en mis temores. Actualmente, existe una gran cantidad de información para detectar el cáncer en etapas tempranas y poder salvar vidas. El mes de octubre en México es el mes de la sensibilización sobre el cáncer de mama. Justamente hoy, mi esposa Isadora, trabaja en una asociación llamada "Cruz Rosa", que apoya a las mujeres que sufren por esta causa.
Porque sabes, finalmente me casé y tengo tres hijos, Alex, Iker y Gabriel: que compensan en gran medida tu vacío y tu ausencia. Además, cuando veo a mis hermanos y nos reunimos, siento que estás presente entre nosotros. Te honramos con una misa al menos una vez al año y buscamos el refugio religioso que tú nos inculcaste, para saber que esto continúa y que volveremos a verte. Como sé que de una u otra manera me escuchas, por último, solo quiero decirte que te quiero igual o más después de 30 años sin verte.
« José Luis Galván Hernández »