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Opinión Editorial


López copia a Peña


Publicación:22-07-2021
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¿Dividir los gobernadores en aliados y oposición tiene como fin garantizar el apoyo para unas entidades y el abandono para otras?

El pasado 14 de julio el presidente de la República se reunió con los cinco gobernadores en funciones —de Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Puebla y Tabasco— y los 11 gobernadores electos —de Baja California, Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas— de su partido, Morena, con el objetivo de hablar de los retos en materia de seguridad para el país.

La reunión sorprende (1) por la ausencia de los gobernadores en funciones y los electos de oposición —que gobiernan sobre la mitad de las entidades del país— y (2) porque el objetivo y narrativa de la reunión contradice los dichos del presidente. ¿Para qué una reunión urgente con los mandatarios actuales y próximos si, como él ha afirmado una y otra vez, el país va mejorando y los delitos van disminuyendo?

Por lo que a los gobernadores de oposición refiere, el presidente López prometió un segundo encuentro con ellos.

Cabe preguntarse para qué dos reuniones separadas. ¿Los acuerdos y compromisos serán diferentes para los gobiernos aliados de los de oposición? ¿Se compartirá información e inteligencia diferente para unos y para otros? ¿Acaso la crisis de violencia del país no afecta la gobernabilidad, seguridad y desarrollo de todos los mexicanos? ¿Dividir los gobernadores en aliados y oposición tiene como fin garantizar el apoyo para unas entidades y el abandono para otras?

Además, es pertinente cuestionarse por qué el presidente convoca una reunión con invitados selectos para hablar de seguridad cuando la ley define al Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP) como el parlamento para establecer las políticas de seguridad entre el gabinete federal de seguridad, los gobernadores, secretarios de seguridad, fiscales e invitados permanente de la sociedad civil.

Como resultado de la reunión, el presidente y los gobernadores anunciaron que gobierno federal y los gobernadores morenistas se comprometían a impulsar una política focalizada de combate a la violencia en los 50 municipios con altos índices de homicidios dolosos. Fin del comunicado.

La "nueva estrategia" no tiene nada de nueva, hace 8 años, al inicio del sexenio del presidente Peña Nieto, el gobierno que buscaba "mover a México", presentó la misma política pública. En ese entonces se acompañaba de un diagnóstico que explicaba cómo se habían elegido esos 50 municipios prioritarios, cuáles los indicadores de éxito, cómo esta política se articulada con la política de cuadrantes carreteros y regiones de esa administración y qué acciones de prevención y reacción se incluían.

El actual gobierno propone una política que ya se aplicó en el pasado, que produjo dudosos resultados, sin aprender nada de ella. Lo esperado hubiese sido que López Obrador, sus funcionarios y sus gobernadores efectuaran un análisis de qué era rescatable de esa política, qué modificable y qué descartable.

Dicho de otra manera, López imita a Peña pero lo hace con mucha más superficialidad y menor posibilidad de éxito.

Si hace 8 años la definición de los 50 municipios, las políticas complementarias y la colaboración interinstitucional del expresidente priista era bastante obvia, la de hoy no lo es. En la actualidad la operación del crimen organizado ha llegado a negocios que no se incluían en el pasado, la capacidad institucional de ahora es menor, la colaboración entre niveles de gobierno es más ríspida e ineficiente y la violencia más generalizada.

Peña recibió de su antecesor Calderón, un país donde la violencia tenía una tendencia marcadamente a la baja, desde mediados de 2011 mes a mes el homicidio doloso bajó y así se mantuvo hasta abril de 2016 cuando este delito empezó a crecer a una velocidad nunca antes vista. Todo ello pese a una política focalizada de atención a los municipios más violentos del país, una política de prevención social de la violencia y a muchos más recursos destinados a este tema de los que en esta administración se destinan.

El fracaso del gobierno de Peña en seguridad se debe al abandono de su gobierno a la Policía Federal, a la PGR, a las instituciones de seguridad y justicia estatales y municipales; a la ingenuidad con la que se asumía que la violencia era efecto de desigualdad y pobreza; a la ausencia de un ejercicio de depuración institucional y combate a la corrupción; a un abandono de la política de cooperación internacional en la materia —particularmente con los Estados Unidos— y en pensar que la política de seguridad era una política de relaciones públicas donde la narrativa de "vamos bien" se impondría sobre la realidad.

López decide copiar a Peña en prácticamente todos los errores sin tener en cuenta que la violencia de hoy es mucho peor, las instituciones son más débiles, la delincuencia organizada más violenta y poderosa y la división entre gobernadores aliados y opositores hará aún más inefectiva la política que intenta imitar de su antecesor.

Twitter: @frarivasCoL



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