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Opinión Editorial


La primera década de Gabriel


Publicación:25-08-2022
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¿Qué será de aquél pequeño y su madre? En este “México más seguro y con muchas oportunidades”

Al alba, cuando el sol mandaba sus primeros rayos, después de una eterna noche de gritos de dolor, de contracciones, de intentar meditar. Por mi parte ayudaba como una especie de “doula” en el parto de mi mujer, en donde terminé con las marcas del inmenso dolor que ella sentía se quedaban grabadas en mi piel por sus uñas. Pero, llegó la luz del sol y del vientre de Isadora, mi esposa.  Amanecía el 22 de agosto del 2012 y nos regalaba el cielo un ángel, nuestro segundo hijo: Gabriel.  

Hace apenas una década, en un abrir y cerrar de ojos, Gabriel creció. En ese año que nació trabaja en el Instituto de Migración, era director de control migratorio “persiguiendo” indocumentados que intentaban llegar al suelo americano, quizás ha sido el trabajo que más me ha costado realizar.  Recuerdo que por esas fechas llegaron los agentes que estaban a mi cargo con una mujer que había dado a luz en plena central camionera de la CDMX, una indocumentada de El Salvador.

La madre tenia una petición especial, por eso me la llevaron a la oficina, quería hablar con una autoridad que pudiera tomara una decisión.  Me sorprendí de que no llegara con el niño recién nacido, ella era una mujer joven de piel morena, se veía fuerte, pero cuando empezó hablara su voz se quebraba, me suplicaba que dejara a su niño en México a cargo del DIF, ya que en nuestro país tendría una mejor vida y más segura, aunque no estuviera con ella. Al fin y acabo el niño era mexicano legalmente, se podría quedar, aunque ella se iba a ir deportada a su país.

Se hizo un silencio por que mi mente se fue al rostro de Gabriel, de mi mujer, la alegría que había llegado a nuestro hogar, los sollozos de la mujer salvadoreña me regresaron a la oficina de migración, le dije que lo pensara, pero fue tajante y ya sin lágrimas en su rostro me explicó la realidad que viva en su país. Al oír su relato sentía una gran impotencia porque parte de su narración implicaba lo mal que nosotros, la autoridad, la habíamos tratado; era una historia de sobornos, coyotes, humillación, etc. entre su sufrimiento y mi sensibilidad por el nacimiento de mi hijo, le prometí buscar otras soluciones sin saber exactamente la cuestión legal. 

Llegue de noche a la casa, contemple a Gabriel dormido con su madre protegiéndolo a su lado. ¿Sabrá el pequeño que es mexicano y que nació en la capital? Me pregunté; No, solo sabe del instinto de buscar a su madre y estar entre sus brazos. A la mañana siguiente busqué a varios compañeros abogados de migración para que de cualquier manera “legal o moral” se buscara una solución para darle un permiso especial a la madre para que pudiera quedarse en México con su bebe recién nacido.  Después de varios días de tramites con otras autoridades y con la ayuda de la COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados) se le consiguió una visa por razones humanitarias.   

Después de aquel “final feliz” me pregunto ¿Qué será de aquél pequeño y su madre? En este “México más seguro y con muchas oportunidades”.   Por mi parte   celebro  la fortuna de estar al lado de mi hijo, verlo crecer al lado de su mamá, de su hermano, de nuestra familia… solo queda agradecer por la primer década de Gabriel.  



« José Luis Galván Hernández »