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Opinión Editorial


Gamberro


Publicación:24-01-2021
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Si estos fueran los años 80s, el presidente de México bien podría caer en la categoría de gamberro o hooligan.

Si estos fueran los años 80s, el presidente de México bien podría caer en la categoría de gamberro o hooligan.

Y es que a sólo dos años de haber llegado al poder, hoy López Obrador busca terminar con un avance de casi dos décadas en el tema de la transparencia, un logro que a sombrerazos y a pasos pequeños, se ha ido conquistando.

Mientras Finlandia (1951), Estados Unidos (1966) y Dinamarca (1970)) daban ejemplo al mundo al esbozar sus primeros ejercicios en acceso a la información y transparencia, en México esto no sucedió sino hasta el 2002 y gradualmente se ha fortalecido un marco normativo e instituciones que como ciudadanos nos permiten hoy una libertad que se nos quiere arrebatar.

Y justo antes de los comicios de junio, el gobierno federal ha puesto en reserva la información del Plan de Santa Lucía, Tlahuelilpan, Pemex, los contratos de vacunas Covid, Tren Maya, Avión presidencial, NAIM,  caso Cienfuegos… y los que se puedan ir acumulando.

Otro en la mira presidencial es el Instituto Nacional Electoral, INE, que nace en 1990 operando por primera vez de manera ciudadana. Claro, ambos organismos son perfectibles pero esfumarlos de un plumazo sería un gran, gran error.

Se le olvida al señor presidente que gracias a estos ejercicios de empuje ciudadano es como México ha fortalecido su democracia, es como ha crecido la participación ciudadana.    

Mientras fue candidato a la presidencia, a Andrés Manuel López Obrador le funcionó de maravilla su teoría de conspiración, culpando a sus detractores de no poder llegar a la primera magistratura del país.

Su rol de víctima finalmente rindió frutos y llegó a la presidencia. Pero el señor no se ha quitado su “sufrimiento” y todo lo malo que acontece, las críticas que recibe, siguen siendo culpa de todos, menos de sus terribles malas decisiones.

Recientemente exhibió al director de Twitter México, Hugo Rodríguez Nicolat, por sus nexos en el pasado con Felipe Calderón y atribuye a este hecho supuestas negras intenciones y coyunturas en la red social que, dice, afectan a su persona.

No sé a usted, amable lector, pero en lo que a mi concierne, usar Twitter para hacer mención de aquello en lo que no concuerdo con AMLO es recibir una lluvia de desprestigio. Como gremlins, los amlovers se reproducen para defenderlo.

Desconozco si son bots -aunque tampoco lo dudaría-, pero estos mismos pseudo seguidores del presidente son los mismos que además defienden cada pifia institucional como el apagón que se supone ocurrió en Coahuila; justifican al titular de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz, y en su momento apoyaron al general Salvador Cienfuegos.

Caray, gente sin memoria. Qué acaso no recuerdan que dinosaurios como Bartlett no la brincan sin huarache y que son expertos en las más oscuras y arcaicas prácticas con tal de defender al sistema.

Cómo si puede ser “bueno” alguien que como Bartlett le ha hecho tanto daño al país y cómo puede ser “malo” un Rodríguez Nicolat, cuyas decisiones toma no a título personal sino a nombre de una plataforma o red social como Twitter.

Dónde queda la protección de datos personales de Rodríguez Nicolat.

Tal parece que aunque López Obrador haya renegado del PRI y haya emigrado luego al PRD para finalmente construir su propio partido, MORENA,  muy en el fondo ama esas prácticas del partido que lo forjó.

“Eres lo que haces, no lo que dices que harás”. Ni más, ni menos.




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