Cada diciembre, cuando las luces llenan las calles y los hogares, algo se mueve dentro de nosotros. No solo es el cierre de un año más, es la sensación de que aún estamos a tiempo de mirar distinto, de corregir el rumbo y reencontrarnos; la Navidad tiene esa virtud.

Pienso en ello y no puedo evitar recordar el "Cuento de Navidad", de Charles Dickens, donde Ebenezer Scrooge aprende que la vida no se mide por lo material, sino por lo que se comparte. Dickens nos deja una lección: la Navidad es tiempo de reconciliación, de justicia y de decisiones con profundo sentido humano.

El nacimiento de Jesús trae consigo profundas enseñanzas. En las figuras de María y José recordamos la importancia de la familia. En el peregrinar de los tres sabios, quienes buscaron el lugar del nacimiento y que por momentos se sintieron extraviados, aprendemos que es necesario contar con una brújula que nos guíe. Y en el nacimiento de Jesús recordamos que el inicio de la vida es un acontecimiento extraordinario, pero también un camino complejo.

Jesús nació rodeado de amor, y desde muy temprana edad comprendió cuál sería su ministerio y su destino. En el huerto de Getsemaní aceptó tener miedo y pidió a su Padre que, si era posible, lo apartara de ese destino; sin embargo, aceptó su desenlace, consciente de que sería el inicio de algo mucho más grande. Y en la cruz, desde lo más profundo de su corazón, perdonó a quienes lo juzgaron erróneamente, incluso ante la mirada de su madre, dejando así el ejemplo del más grande amor.

Pero ante todo, Jesús fue un profundo luchador social que siempre estuvo del lado de las personas más pobres, de las excluidas. Buena parte de ese pensamiento transformador y humano inspira hoy las luchas sociales y recuerda la importancia de seguir construyendo un país más justo.

La Navidad nos invita a reconocer que detrás de cada política pública hay una historia. En esas historias se expresa el verdadero sentido de la transformación y ellas nos recuerdan también que la grandeza está en el servicio.

Este año, México dio pasos importantes en esa dirección. Según datos del Banco Mundial, la clase media pasó de representar el 31.3 por ciento de la población en 2019 a casi el 40 por ciento en 2024. Son más de 12 puntos porcentuales en seis años; el crecimiento más alto de América Latina en ese periodo.

Detrás de esa cifra hay logros importantes de la Cuarta Transformación que hoy encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum: el aumento histórico del salario mínimo, la duplicación de la pensión para personas adultas mayores y la consolidación de los programas sociales como derechos.

La Navidad también es reconciliación. En nuestro país, las diferencias no deben convertirse en trincheras. Jesucristo enseñó que amar al prójimo es el mandamiento mayor. Desde ahí, la política debe ser diálogo y escucha. Tenemos la responsabilidad de construir acuerdos, incluso con quienes piensan distinto.

Este año que termina nos deja muchas enseñanzas. Hemos visto que se puede gobernar con honestidad y priorizar a las personas más necesitadas; que la economía puede crecer de manera más justa cuando el bienestar se reparte y que la transformación es una realidad cuando llega a millones de hogares.

Sabemos que falta camino, que hay retos pendientes, que no podemos ser indiferentes al dolor ajeno. Por eso, quiero invitar a cada lectora y a cada lector a que esta Navidad hagamos un compromiso sencillo pero profundo: reconciliarnos, fortalecer nuestros vínculos, dar la mano a quienes más lo necesitan y mantener viva la esperanza.

Que el nacimiento de Jesús nos inspire a seguir construyendo un México donde la dignidad sea la regla y no la excepción. Que celebremos con gratitud lo logrado y con humildad lo pendiente. Y que el año nuevo nos encuentre en unidad, con fe y con un propósito común: servir al prójimo y seguir transformando a México.

Feliz Navidad a todas y a todos.

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