Opinión Editorial
El silencio cómplice de México
Publicación:21-11-2021
++--
Se lanzan agresivas críticas cuando se trata de gobiernos ideológicamente opuestos, pero hay un silencio cómplice cuando son afines
El silencio del gobierno de México frente al fraude electoral y la represión en Nicaragua, así como ante la represión ciudadana en Cuba, nos describen la doble moral de nuestro gobierno. Se lanzan agresivas críticas cuando se trata de gobiernos ideológicamente opuestos, pero hay un silencio cómplice cuando son afines.
La imagen humanista que pretendió dar México con la propuesta del presidente López Obrador al Consejo de Seguridad de la ONU, contrasta con este silencio cómplice frente a las dictaduras latinoamericanas de izquierda, que tienen a su pueblo viviendo en la pobreza.
La Doctrina Estrada, a la que hoy invoca este gobierno para hacerse de la vista gorda respecto a gobiernos dictatoriales, no está bien aplicada. Esta define que México no otorga reconocimientos a la legitimidad de gobiernos extranjeros, pues promueve la autodeterminación de los pueblos, es cierto. Sin embargo, también define que México se reserva el derecho de mantener, o no, representantes en otros países, así como de recibirlos.
De este modo, sin calificar ni reconocer, o certificar la legitimidad de un gobierno, el presidente Lázaro Cárdenas rompió relaciones con el gobierno de Francisco Franco y sólo las retomó hasta después de la muerte de este en 1975, con el surgimiento de la democracia española.
En contraste, que este gobierno esté promoviendo el reconocimiento al gobierno de Nicolás Maduro y la petición realizada al gobierno del presidente Joe Biden de cancelar el embargo comercial con el que Estados Unidos ha castigado a Cuba, desde 1960 parcialmente y de forma más radical a partir de 1962, va en sentido opuesto a la política humanista que caracterizó a México como anfitrión de los perseguidos políticos.
Al amparo de la Doctrina Estrada se protegió a la población, en contra de los gobiernos dictatoriales. Sin embargo, la mediación política que gestiona el actual gobierno de México significa intervenir en la vida de esos países, donde la población hoy lucha por obtener las libertades y calidad de vida que tenemos los mexicanos. Esta política exterior practicada por la 4T significa apoyar a unos gobiernos dictatoriales para que continúen oprimiendo a su propio pueblo.
Traer como invitado de honor a la conmemoración de nuestra independencia a Díaz Canel, presidente de Cuba, representó un reconocimiento de legitimidad de México hacia ese gobierno dictatorial.
El contexto internacional entre 1930 y hoy ha cambiado. Han transcurrido más de 90 años y vivimos la era de la globalización y la interconexión en tiempo real. El mundo no sólo se convirtió en la "aldea global" que previó el académico norteamericano Marshall McLuhan en los años sesenta, sino en un gran "patio de vecindad".
Hoy los valores universales como lo es la libertad: ¿dónde quedan, para la actual política exterior mexicana?
Si usted descubriese que en casa de un vecino se está violentando a alguien… ¿no está obligado a denunciarlo ante las autoridades? De no hacerlo, usted se convierte en cómplice involuntario. No importa que el hogar de ese vecino sea un espacio privado, el acto es reprobable y los derechos de la víctima están por encima de los del propietario del inmueble, que asume el rol de agresor.
Por tanto, si en un país hay represión en contra de los disidentes, como ha sucedido en Cuba durante las últimas semanas y en la manifestación del pasado 15 de noviembre, así como también en Nicaragua, —con motivo de las elecciones presidenciales—, esto es equivalente a lo que hoy se interpreta como un valor social ineludible, que es el derecho de cualquier ciudadano a vivir en libertad.
La Doctrina Estrada —que ha sido el eje de la política exterior mexicana— necesita ser reconsiderada, pues las condiciones políticas que le dieron origen ya no responden al contexto actual, regido por la globalización. ¿A usted qué le parece?
Twitter: @homsricardo
« Ricardo Homs »