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Opinión Editorial


El presidente “de los ahorros”


Publicación:04-09-2022
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La desconfianza que el presidente siente hacia todos los sectores productivos es notoria

El informe presentado a la nación por el presidente López Obrador esta vez tuvo sabor a campaña electoral. Lo que hace poco más de cuatro años fueron promesas de campaña con cifras “alegres”, ahora fue ponerle “palomita” de realizado, pero sin desglosar cómo se llega a esos resultados.

Siempre los informes presidenciales han sido triunfalistas, presentando un derroche de optimismo y autoalabanzas. En esto no hay novedad y hasta es entendible que así suceda. Por ello siempre el primero de septiembre se han considerado “el día del presidente”. Tradicionalmente ha sido este un evento festivo, donde abundan los elogios. Sin embargo, los “cómos” establecen las verdaderas diferencias.

Si queremos darle una identidad diferenciadora a este reporte anual de resultados, podremos decir que fue el “informe de los ahorros”, pues en ningún momento se habló de desarrollo, crecimiento, productividad. El logro de generar ahorros, -que es una actitud deseable-, nos debe preocupar si no va de la mano de una estrategia gubernamental de impulso a la productividad del país, para generar desarrollo.

Sustentar nuestra economía en los ahorros, -sin estimular la productividad privada-, es el camino seguro a la pauperización, pues un día dejarán de llegar los impuestos que genera la productividad.

Sin embargo, la dinámica productiva de México está sustentada en un vigoroso ritmo cuyo mérito sólo es acreditable al mismo sector empresarial, -así como a los esforzados trabajadores mexicanos-, a los inversionistas que aún confían en la fortaleza de México y a todos los que participan en los sectores industrial, comercial, de servicios, turismo y en general todos los sectores productivos.

La desconfianza que el presidente siente hacia todos los sectores productivos es notoria, -pues con esa visión ideológica que le caracteriza-, considera que toda la economía productiva se mueve en el ámbito de la corrupción.

Por tanto, aunque evidentemente la fortaleza del país sigue generando inversiones, -a pesar de los obstáculos gubernamentales por todos conocidos-, ya no lleva el ritmo de crecimiento de antes y eso es lo que debiese preocuparnos, pues representa el camino a la pauperización de México con la consiguiente pérdida de empleos y el agravamiento de conflictos sociales derivados de la polarización y el intercambio de culpas. Es más, es una narrativa cotidiana de este gobierno, -como cultura institucional-, jamás reconocer errores y siempre buscar culpables de ellos.

Este fue un informe que no nos ofreció una visión de futuro que nos entusiasme y motive a unirnos alrededor de un proyecto de país. Es más, no nos ofrece siquiera un proyecto de país.

Los informes a la nación de los anteriores presidentes se sustentaban generalmente en los esfuerzos para atraer inversiones productivas y generar inversiones en infraestructura pública para generar mayor calidad de vida a los mexicanos.

Hoy mientras Dos Bocas y el Tren Maya tienen la cartera abierta y sin límites, la infraestructura pública cotidiana, -esa que beneficia directamente al ciudadano-, se va pauperizando por falta de mantenimiento preventivo debido a los ahorros, hasta que colapsa.

Por supuesto que esto confirma que este gobierno no es como los de antes. Pero esto que nos ofrece este gobierno a cambio… ¿es lo que los mexicanos queremos?

Si no se estimula la productividad con un viraje de timón drástico y un reconocimiento público y sincero de la necesidad de cambiar la política económica, tarde o temprano la realidad dura e implacable de la economía se impondrá.

¿Qué sucederá cuando el beneficio de los ahorros ya no sea suficiente para mantener el gasto corriente de la infraestructura gubernamental? … ¿Y cuando ya no haya dinero para solventar el ritmo de vida de los beneficiarios de los programas sociales?

Imaginemos un país cuyo mayor porcentaje de población se va avejentando y sus jóvenes están en busca del dinero fácil, pues ya no se sienten cerca de la cultura del esfuerzo, que afortunadamente hoy todavía existe.

Al presidente parece olvidársele que el inicio de la dictadura bolivariana se sustentó en la riqueza del petróleo de Venezuela bajo el control absoluto del estado, hasta que en el dispendio de la demagogia, se la acabaron.

Pero en el México de hoy el petróleo, -bajo el liderazgo de PEMEX-, es una industria nacional deficitaria, cuya salvación se lograría a través de fortalecer la inversión privada, asignándole a los inversionistas los costos de los riesgos y compartiendo con ellos la bonanza de lo encontrado. Sin embargo, la política energética de este gobierno va en sentido contrario.

Hoy PEMEX más que ser un generador de riqueza se ha convertido en un lastre deficitario. La fortaleza de nuestra economía está en el sector privado y eso es nuestra mayor seguridad.

Hablar de las remesas que envían nuestros migrantes, hasta vergüenza debiese darnos, pues representa la exportación irregular de nuestra mayor riqueza como país: la fuerza laboral de nuestros, jóvenes, esos que aquí no encuentran oportunidades.

Pareciera ser que los graves problemas nacionales de inseguridad y violencia, así como desabasto en el sector salud, deficiencias en el sistema educativo, entre otros temas cruciales, palidecen y se vuelven secundarios frente a la obsesión por los ahorros y el combate a la corrupción.

Este informe del estado de “nuestros ahorros”, más que optimismo a muchos nos genera una gran preocupación. Sin embargo, en este país polarizado a golpe de mañaneras cada quien ve lo que quiere ver.

Yo hubiese preferido recibir el informe del presidente “de la productividad”, indicándonos a los mexicanos qué se está haciendo para promover la inversión y el empleo y en qué proyectos de infraestructura, -con beneficios directos a la ciudadanía-, se está invirtiendo.

Facebook: @Ricardo.Homs1

Twitter: @homsricardo



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