banner edicion impresa

Opinión Editorial


Amar lo que se tiene


Publicación:24-08-2022
++--

Vivir deseando poseer aquello que no se tiene es condenarse a vivir en un estado permanente de tristeza: la felicidad siempre se encuentra en otra cosa

Vivir deseando poseer aquello que no se tiene es condenarse a vivir en un estado permanente de tristeza: la felicidad siempre se encuentra en otra cosa, en otro lugar diferente, nunca habita donde la persona se encuentra. Tal lógica considera la felicidad como una exclusión, una eterna búsqueda que se nos escapa, nunca es aquí ni ahora. Lo que se tiene nunca es lo que se desea y además, en caso de que se llegará finalmente a conseguir, “eso” nunca será exactamente lo que se deseaba; al poseerlo, algo le sucede al objeto, persona o lugar, que se ve degradado, perdiendo así su valor. Entonces aparece la tristeza o el enojo, el reclamo perpetuo de por qué no existe algo o alguien que finalmente nos de lo que nuestros corazones anhelan. Es la montaña rusa permanente del discurso del mercado: hacer desear el objetivo, comprarlo, degrádalo (en las manos) y entonces buscar uno nuevo que prometa lo que el objeto viejo y obsoleto no logró; reiterar la infelicidad para recargar la esperanza de que lo mejor está por venir. 

Por otro lado, desear aquello que no se tiene es inherente al deseo mismo: se desea precisamente porque falta, porque no se tiene. Sólo que, eso mismo que marca la acción humana de desear (se desea porque algo falta, una falla estructural humana de nuestra condición de seres hablantes, y por ende deseantes) que empuja y dinamiza la búsqueda y la curiosidad, puede, bajo ciertas condiciones, convertirse en una “enfermedad”, un verdadero padecimiento existencial organizado por la nostalgia (“dolor por el retorno imposible”) como por la esperanza-utopía que degrada toda forma de presente (La felicidad nunca es aquí, nunca es esto, nunca es ahora) Ya que se pensaba que la felicidad verdadera habitaba  exclusivamente en el pasado que ya se fue o el futuro inexistente. Como podemos ver, esas dos posiciones se pueden consolidar (padecer) estructuralmente, pues no importa que el instante presente se mueva, se desplace, siempre existirá lo de antes y lo de después, pasado-nostálgico-que ha desaparecido, futuro-utópico-que aún no llega. Gracias a lo cual, alguien se garantiza vivir en la eterna tristeza. ¿Cómo salir de esta lógica que puede llegar a organizar toda una vida, sumiéndola en un eterno padecer, en una errancia sufriente e insatisfecha? 

Vivir padeciendo, sea de la nostalgia, como de la utopía, implica vivir detenidos, congelados, pensando, sólo pensando, contemplando, ansiando, viendo la vida pasar a través de la vitrina de la tristeza, de la felicidad que se escapa: no se participa del momento presente de la vida, sino se añora y desea lo que no está. Que, como dijimos, era hasta cierto punto necesaria para el hecho de desear, incluso para declarar un rotundo “ !Ya basta!” ante algo insoportable, para entonces poderse orientar en la vida de forma diferente: saber qué es lo que no se desea y que es lo que sí se desea. Pero que en otras situaciones puede, eso mismo, afectar significativamente. 

Para muchas personas puede ser muy atractivo vivir así: desear lo que no se tiene y buscar conseguirlo; creyendo que eso es realmente el deseo, el éxito en la vida, su única faceta posible, que eso es así y que no hay escapatoria. Por lo que sólo habría dos posibilidades: tener una vida que no gusta mientras se desea una que habita en otro lugar, que se cree que si gustaría. No existiendo otras opciones.

Otra posibilidad más creativa y responsable –y por ende menos sufriente— consiste en cambiar de posición: subvertir los tiempos y anhelos, situarse en el ahora y desear lo que se tiene. No es algo que se consigue con esfuerzo, aprendizaje o lucha constante, sino es un cambio de posición ética, es un principio diferente, no pautado ni por la nostalgia ni por la esperanza-utópica, sino por un cambio radical donde la persona se coloca en el presente, aquí y ahora. Es una vía de salida de ese infierno infinito del desear lo que no se tiene que permite autorizar el presente, desgancharse del peligroso pasado-nostálgico y el futuro-utópico; no seguir el encanto de las sirenas del allá y el entonces o del llegará un día en el que finalmente seremos felices; autorizar una vida, ahora.  Que guste lo que se hace, lo que se tiene y donde se está, como criterio presente y dinámico. Que se haga lo que gusta. Que se ame lo que se tiene. No es simpleza o receta de vida para ser feliz en cinco pasos, cosa que, por cierto, no existe. Sino posiciones responsables sobre la propia vida, aquí y ahora. 



« Camilo E. Ramírez »