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Garra de jaguar, un mundo en riesgo de morir



Publicación:07-04-2022
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Es todo un ecosistema subterráneo milenario, hogar de cientos de especies animales y que alimenta los acuíferos de la región

PLAYA DEL CARMEN.- En la selva de Paamul, entre Playa del Carmen y Tulum, existe un circuito de cenotes y cavernas subterráneas que se verá impactado por la construcción del Tramo 5 Sur del Tren Maya. Es todo un ecosistema subterráneo milenario, hogar de cientos de especies animales y que alimenta los acuíferos de la región, el que está en peligro. Además, la obra del tren, cuya inauguración está proyectada para diciembre de 2023, está en una zona de riesgo ante posible colapso por la fragilidad del suelo. En la selva de Paamul está Garra de Jaguar, una caverna subterránea seca descubierta en 2012, considerada una joya hídrica, geológica e histórica por la riqueza natural y paleontológica que resguarda. "Esto representa un gran riesgo porque el tren va a pasar sobre Garra de Jaguar, por lo que tienen que poner un puente con grandes columnas, tanto dentro como fuera de la cueva, para soportar la vibración y el peso de un tren de carga y uno de pasajeros que pretenden cruzar esta parte de Garra de Jaguar. "[La obra de construcción] se va a topar no solamente con ésta, sino con muchos sistemas de cuevas que van hacia Tulum, y que serán más difíciles de sortear para los ingenieros", advierte el ambientalista Raúl Padilla. El impacto de las obras sobre Vencejos, como se llama la entrada de mayores dimensiones de dicha cueva, será directo, de acuerdo con espeleólogos como Peter Sprouse, quien se ha pronunciado sobre el tema, o de exploradores como Raúl Padilla, del Jaguar Wildlife Center, entrevistado. Explica que el acceso a la caverna es resultado del desplome de un techo de delgado grosor y conduce a una galera de unos 80 metros de ancho, sostenida por pocas columnas naturales. El mundo de Garra de Jaguar Para llegar a esta cueva hay que atravesar la selva, caminar entre árboles de especies endémicas, como el chacá, el chechén o la palma chit —esta última, protegida por la NOM 059—, y recorrer senderos que se abren paso sobre un suelo accidentado, repleto de hojas y roca caliza. Los registros hechos por diversos científicos ubican al sitio como hábitat de una vasta cantidad de insectos, de 54 tipos de murciélagos y de aves como el pájaro toh o pájaro reloj, nativo de la península de Yucatán. Ese ecosistema también es hogar de unas 114 especies de mamíferos terrestres, siendo el jaguar, especie en peligro de extinción, la más emblemática. Dispersas entre la selva surgen las entradas a Garra de Jaguar. La caverna abarca casi 47 húmedos kilómetros, a una profundidad de dos a tres metros en su parte más superficial, que se acentúa en sitios en donde es imposible ver sin lámparas. Ahí, el paisaje subterráneo se colma de bóvedas que alcanzan más de cinco metros de altura en algunos tramos, con paredes que han sido talladas por el agua que, gracias a la porosidad del suelo kárstico, penetra el subsuelo hasta deslavar la roca, como parte de un lento y antiguo proceso estudiado y documentado por la comunidad científica y especialistas en hidrogeología. Esa agua proviene de la falla geológica de Holbox, que corre paralela a la carretera federal 307 Cancún-Tulum, pero a más de 10 kilómetros selva adentro. El fundador del Círculo Espeleológico del Mayab, Roberto Rojo, explica que en esa falla se acumula el agua de lluvia, la cual escurre hacia el subsuelo y corre de la tierra hacia el mar, alimentando el acuífero subterráneo a través de las raíces de los árboles. Los techos de Garra de Jaguar están repletos de afiladas formaciones calcáreas llamadas estalactitas. Para recorrer la caverna se transita por caminos intrincados, resbaladizos y fangosos; en algunos tramos, rodeados de caprichosas y milenarias formaciones geológicas de puntas redondeadas que surgen del suelo al techo, llamadas estalagmitas. Al juntarse ambas formaciones, reciben el nombre de espeleotemas, los cuales deben ser esquivados durante el trayecto, que a momentos se angosta y, en otros, se abre a plenitud. A lo largo de casi cinco kilómetros de ida y vuelta, durante más de cinco horas de recorrido, Raúl Padilla va encontrando y mostrando detalles que escapan a la vista o al conocimiento de quienes no son especialistas. El naturalista, conocedor de estas cavernas, identifica las huellas de un felino, posiblemente un ocelote o tigrillo, y explica que tan sólo en esa cueva se ha identificado la presencia de 16 jaguares. Emocionado, detecta una diminuta rana ladradora yucateca, cuyo cuerpo y color se confunden con la roca blanca. En una de las innumerables oquedades del techo, localizada en un área de poca altura, descubre el nido de una familia de falsos murciélagos “vampiro”, caracterizados por sus orejas de gran tamaño.En otro punto del trayecto, muestra restos óseos de mamíferos apilados en el suelo.


« El Universal »