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"Te Deum laudamus"

Te Deum laudamus


Publicación:19-09-2020
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El Evangelio de este domingo presenta un aspecto del misterio de Dios que es difícil de entender a la razón humana: el misterio de la gratuidad

El Evangelio de este domingo presenta un aspecto del misterio de Dios que es difícil de entender a la razón humana: el misterio de la gratuidad.

Desde su primera línea la Escritura nos enseña que el universo entero ha sido creado por Dios: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gen 1,1). La razón humana no ofuscada por el pecado puede demostrar que el universo y todo lo que hay en él, incluidos todos los seres humanos, son mantenidos en la existencia en cada instante por Dios y, por tanto, le pertenecen: “Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan” (Sal 24,1). Jesús corrobora esta verdad en la forma imaginativa que le es propia: "¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre". Y respecto de los seres humanos, la dependencia de Dios es total: "En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados" (Mt 10,29-30).

De aquí se deduce que dos actitudes del ser humano son absurdas. La primera es querer organizar la vida de cada uno y de la sociedad como si Dios no existiera. Y la segunda es querer negociar con Dios, es decir, hacer valer ante Él nuestros méritos.

Respecto a la primera de estas actitudes, Dios tiene paciencia, pues "Él conoce de qué estamos hechos, bien sabe que sólo somos polvo" (Sal 103,14); pero debe causarle gran pena, si se puede decir esto de Dios. En efecto, Dios creó al ser humano para que gozara de la felicidad plena y eterna que consiste en la comunión con Él; prescindiendo de Dios el hombre se priva del Bien infinito, se priva de la fuente de vida y opta por la muerte y su cortejo de males: la guerra, el terrorismo, el egoísmo, la injusticia, ¡espectáculo demasiado común hoy!

La segunda actitud absurda consiste en querer exigir a Dios una retribución por nuestras obras. ¿Qué negocio podemos hacer con quien nos ha dado todo y a quien todo pertenece? Si exigimos que Dios nos retribuya en la medida de nuestras obras, la retribución será mezquina e incapaz de darnos la felicidad. Es lo que ocurre en la parábola que nos propone el Evangelio de hoy con los que negociaron y se contrataron con el señor de la viña para trabajar por un denario al día. A ellos dice el señor: "¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete". Pero se van murmurando y descontentos. En cambio, los que no negocian, sino que confían en la bondad del señor, reciben un don gratuito y se van felices. El señor explica su conducta así: "¿Es que no puedo hacer con lo mio lo que quiero? ¿...porque yo soy bueno?". Es la descripción de Dios (cf. Mt 19,17).

Al celebrar hoy día un nuevo aniversario de nuestra patria, agradecemos a Dios todos los beneficios que ha hecho a Chile en el curso de su historia, que son prueba de su infinita bondad y amor. Al mismo tiempo, le pedimos que siga teniendo paciencia con nuestra patria cuando ve que prescindimos de Él en nuestras instituciones y leyes. Desde todos nuestros templos y de todas nuestras bocas sube hacia Él este reconocimiento que deseamos que en todos sea sincero: "Te Deum laudamus, te Dominum confitemur" ("A ti, Dios, te alabamos; a ti, Señor, te reconocemos...").



« Redacción »