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El esquema incierto

Publicación:06-04-2025
TEMA: #Agora
La escapatoria del insensato
Carlos A. Ponzio de León
Si alguien le hubiera propuesto que pidiera un deseo, ella hubiese anhelado: encontrar al amor de su vida. Pero ya era demasiado tarde. A los cuarenta ya no encuentra uno al amor de su vida porque apenas y nos queda media vida por vivir. Pensó en qué otra cosa desearía. ¿Tener un hijo? ¿Encontraría al padre correcto? No tenía que ser el amor de su vida, solo el amor de su media vida, su cuarto de naranja, un simpatizante, hombre dispuesto a trabajar por la crianza conjunta del retoño. Tal vez no lo expresaría con esas palabras, pero ese sería el sentimiento que arrastraría en su pecho, dijera como lo dijera.
Había que buscar al padre. Comenzó a acudir a los cafés de la ciudad contigua, donde abundaba la gente pudiente. Luego de estar sentándose en los cafés asiduamente durante un mes, nadie se le acercó para sacarle plática. No era el procedimiento correcto para encontrar al padre de su futura criatura. ¿Tal vez había que acudir a los bares, como era la costumbre durante la adolescencia? Comenzó a preguntar por sitios a los que acudían los cuarentones solteros. Entre las sobrinas le hicieron una lista con cinco o seis opciones. Se trataba de antros donde había música en vivo o DJ. Pronto encontraría el mismo problema. La gente acudía con amigos y no acostumbraba a ligar, como se decía en sus tiempos de juventud: conectar con desconocidos, sacarlos a bailar, invitarles un trago.
La misma familia le recomendó entonces una aplicación para citas. En Tinder encontró desde gente poco atractiva que deseaba casarse rápidamente, a hombres cuyos perfiles mostraban fotografías de ellos mismos, casi desnudos, haciendo gala de sus cuerpos atléticos y dejando en claro que andaban en busca de la aventura de una noche. Ella buscaba que el padre de su criatura se mantuviera fiel y cerca de la casa, formando una familia. Es decir: anhelaba una relación estable.
Un día recibió en la aplicación el saludo de un prospecto que parecía estudiado: de lentes, cabello corto, vistiendo traje en todas sus fotografías y quien parecía que todos los días acudía a una oficina a trabajar. Comenzó a sacarle plática en la aplicación del teléfono. Intercambiaron holas y buenos días, y preguntas rutinarias como: ¿A qué te dedicas?, ¿qué buscas en la aplicación? (Una pregunta que ella detestaba: ¿acaso buscaba zapatos? En fin, comprendió que el zoológico era amplio y no todos buscaban un noviazgo o la esperanza de un matrimonio).
Fue a tomar un café con ese hombre, quien tenía tres hijos: dos universitarios y otro en el bachillerato. Divorciado, con compromisos económicos fuertes y que no deseaban ampliar su descendencia. Luego fue a tomar una copa de vino con un hombre que era actor, tenía trabajos esporádicos, vivía a sus cuarenta y ocho años con sus padres y el día de su encuentro, dijo haber olvidado la billetera. Ella tuvo que hacerse cargo de la cuenta.
Luego se sentó a cenar en un restaurante lujosísimo con un médico especialista en ciertas operaciones de los ojos, quien era el único en el país que las practicaba. Se requería para su trabajo de un equipo médico carísimo. Había vivido en Arabia Saudí, había tenido una mujer y se había separado de ella luego de un aborto. Deseaba rehacer su vida, pero no estaba seguro de que deseara intentar tener un hijo de nueva cuenta. Además, cada veinte o treinta minutos recibía una llamada al celular que lo hacía levantarse de la mesa. ¿Se trataba de amigas que lo buscaban? ¿Temas de trabajo en viernes a las diez de la noche? No salió convencida.
Hasta que finalmente encontró a un empresario exitoso, diez años mayor que ella, de estómago voluminoso, pasado en arrugas, soberbio, poco agradecido y empático con las personas, pero que le dijo que él le daría al hijo que ella buscaba y los mantendría. Comenzaron a frecuentarse.
Él viajaba seguido por temas de negocios. Pero trataba de estar de regreso en la ciudad para al menos cenar una vez a la semana con su nueva pareja. La invitaba a sus cenas de gala, donde la presumía entre sus amistades. Ella era más atractiva de lo que era él. No sin algunas dudas, decidieron ir por el embarazo.
Pronto apareció la fiera. Él no había pensado en los cambios físicos que ocurrirían en ella. Se ponía de mal humor tan solo con verla. La maltrataba en público y las lágrimas comenzaron a ser frecuentes. Ella comenzó a ir a la Mezquita a pedirle a Dios por alguna solución.
"Así es el Demonio: hace tener miedo de sus amigos. Pero, si sois creyentes no tengáis miedo de ellos, sino de Mí". (Corán 3:175).
Quienes tenían que ser: son.
Olga de León G.
...Y, no alguien diferente, como si estuviesen predestinados para eso específicamente. Tal sucedía con una peculiar familia. El padre parecía tener pacto con las fuerzas mayores o los que gobernaban la vida de todos. Pues él iba expresando lo que estudiaría y sería o no sería de grande cada hijo. Y, su enunciación resultaba cierta. Así fue como dijo que el último bebé estudiaría medicina y se dedicaría a la investigación científica. Desafortunadamente, aquél sabio padre no vivió para verlo.
En mi caso, los años ya calan hondo, y por más que intento disimular lo que pesan sobre mi espalda, más temprano que tarde se asoman en mis escritos. Por eso, pienso que son sandeces esas de que tienes los años que sientes llevar o no llevar, a cuestas. El tiempo transcurre y nos arrastra con él, con mayor o menor dignidad. Todo depende de lo que creas que puedes hacer para evitar el cataclismo o descender a paso calmo y tranquilo, sin miedo a lo desconocido ni al sufrimiento por los dolores y males que ya contamos en nuestro haber.
Lo que no puedo evitar es asombrarme del poco cambio en lo humano, para bien o mejora, que los años recientes han traído y lo que los años por venir, anuncian. Más parece una letanía de pérdidas y carencias que serán suplantadas con tecnología. Y, que nadie se atreva a decirme que es porque tengo un punto de vista negativo o arcaico. Ahora, así llaman a los hechos.
Cierto, mucho se ha ganado y avanzado en favor de la ciencia gracias a logros tecnológicos, pero mucho se ha perdido de sensibilidad y humanidad en el mismo terreno. Si bien, también es cierto que mucho se ha logrado con la inteligencia artificial, pero no olvidemos que ha sido mérito del hombre hasta lo que ya no hace directamente él. Ya que un día previó que se hiciera por él, o cualquier máquina pudiera hacerlo, con la intervención de su mano de obra y su cerebro.
Así es como muchos son lo que tenían que ser; mientras que otros no logran ser lo que querían ser y su frustración los aniquila. o los obliga a no ser sino lo que no tenían por qué ser, pero lo hicieron y de esa forma también triunfaron.
"Ser o no ser, he ahí el dilema". Y, sin embargo, todo fluye, nada se queda estático. La vida es un caudal en el océano del universo que se va haciendo, a veces, a tropezones, a veces con el correr de las aguas sin que nadie pueda detenerla o cambiarla. Yo, no soy el arquitecto de mi propio destino, apenas si un soplo del viento que lo arrojó de la cúspide hasta el abismo. Y el abismo no es siempre ni el final ni la muerte, solo una estación muy próxima a ellos.
"Dios me encuentre confesada" y "la Naturaleza, entusiasmada", por los resultados de mi última vuelta en esta farándula que llamamos vida, y el destino nos la da en vestido de percal o, con mucha suerte, de seda y raso fino o lana con seda, según la estación del tiempo en que nacimos.
A veces, me pregunto si será cierto que Dios nos hizo a su imagen y semejanza y, en ese momento, me asalta una duda, entonces, ¿qué somos?: semi dioses o dioses incompletos: "Vanidad de vanidades", entendemos cuando nos conviene y cuando no, asumimos ignorancia supina total, aunque fingida. En este teatro, en donde la Vida actúa como "Prima Dona", se forja nuestro destino y hasta entonces es que podemos meter mano para moldear a nuestro gusto o capricho el destino que deseamos seguir.
Mas, he aquí, que las circunstancias aparecen y fuerzan ese destino a que sea, como ellas lo determinan: no hay peor tirano o mejor aliado -según sea el caso, o nos toque en suerte vivirlas- que, ¡las circunstancias! No por nada, Jean Paul Sartré dijo, o a él se le atribuye este pensamiento: "Yo soy yo, y mis circunstancias". Estupendo movimiento del Capote, en el filósofo (torero) francés del Existencialismo.
¿A dónde nos llevará la corriente si en ella llegamos a estar inmersos? Y, ¿podremos sustraernos del influjo del destino y las circunstancias, algún día? Lo dudo, a pesar de la buena voluntad de un padre sabio y de la más que mediana preparación académica con la que contemos. ¿Cuándo se nos escapó la libertad y nuestro personal libre albedrío? Este último, una donación intrínseca al poder divino... pero, nunca un regalo de los dueños del mundo; el poder del capital y de todo lo que sucede o no sucede en nuestras vidas: ¡Triste y trágico destino!
Y, sin embargo: "Siento a la tierra moverse bajo mis pies". El triunfo será de los que tenían que ser y, fueron y son. A pesar de los pesares, el pensamiento sí tiene cuerpo y masa, se los da, la palabra. ¡Benditas palabra
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