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Cultural Literatura


Del museo privado de un escritor a la biblioteca pública

Del museo privado de un escritor a la biblioteca pública
El museo privado de Miguel Covarrubias se ha convertido con el paso del tiempo en un universo literario

Publicación:23-03-2022
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La genealogía de El traidor nos lleva a un momento fundacional para la literatura nuevoleonesa: la creación de la revista El Deslinde

Existe un breve ensayo de Alfonso Reyes titulado “El museo privado de un escritor”, redactado durante la primera parte de su etapa madrileña, seguramente al correr del año de 1918. Este pequeño texto tomaba como detonante la lectura de un libro publicado en Inglaterra en 1917,  A Bookman´s  Budget, de A. Dobson, para explorar el universo personar de un autor: los cuadernos, notas y apuntes que se apilan en los cajones de su escritorio y en los legajos sobre la mesa de trabajo: papelería que posteriormente puede ser retomada por armar un libro “hecho con las astillas del taller de un escritor, y algunos papeles y cuadros de su pequeño museo privado”.  Reyes finalizaba su texto formulando una pregunta dirigida a Azorín, escritor de registros prosísticos inusuales: “¿No sabe usted quién podría escribir en España un primoroso libro de este género, con sólo reunir y ordenar sus notas, sus libros de recortes y tal cual ensayito breve?” En aquel país peninsular no sé quién podría haberlo hecho, pero en esta agitada y caótica ciudad sí tengo alguna idea. 

Pues bien, del museo privado del escritor Miguel Covarrubias tenemos ahora un largo y exquisito registro de traducciones poéticas: la serie El traidor (cuatro volúmenes coeditados por Conarte y la editorial Aldus: cimientes de la recién “construida” “Biblioteca Miguel Covarrubias”, colección editorial  creada en su honor). Un sólo libro (y muchos a la vez) cuya fisionomía cambia y se regenera con cada edición y con cada adición. Volumen “maleable”, en palabras de su artífice. Producto de una azarosa combinación de factores.  Horas robadas al día en las que el poeta reescribió obras ajenas, vertiéndolas a nuestro idioma, marcando semejanzas y diferencias. Escritura en colaboración, o, en términos del traductor, “escritura a la sombra de…”. En todo caso: ejercicio colectivo de creación y reflexión. Porque, en rigor, la traducción poética no sólo funciona como una forma de mediación literaria, sino también de ordenación y esclarecimiento de las relaciones y vínculos entre dos o más literaturas nacionales. Releyendo la serie de El traidor confirmo que Miguel Covarrubias ha hecho visibles vínculos que van más allá de las trincheras que durante dos guerras separaron a Alemania y a Francia, con sus respectivos idiomas y tradiciones particulares. La traducción mueve o detona el avance cultural, el traductor lo sabe y lo confirma: “Me he parapeteado con toda seguridad tras ideas o convicciones más o menos parecidas a las anteriores, de otra manera no podría convencerme a mí mismo de que mi trabajo reunido en estas páginas es real y aceptable”. 

La genealogía de El traidor nos lleva a un momento fundacional para la literatura nuevoleonesa: la creación de la revista El Deslinde en la facultad de Filosofía y Letras a mitad de la década del ochenta. Como director de dicha publicación, Miguel Covarrubias se vio en la necesidad de confeccionar todo un “laboratorio literario”, donde las traducciones ocuparían un lugar destacado. Un poema de Supervielle lo confrontó con el dilema capital: respetar o transgredir, reproducir o reinventar. “Para empezar, me encontré frente a las dulzuras del placer versus las exigencias del deber. Traducir a los poetas que siempre había admirado o traducir aquellos poemas que una revista demanda a causa de aniversarios especiales o por cualquier otra razón parecida”. Una pregunta nos ronda la cabeza inmediatamente: ¿qué significa para el escritor, para el poeta Miguel Covarrubias el arte de la traducción? Veamos una de sus respuestas: “Traducir es leer morosa y amorosamente un texto que intenta superar en nuestra sensibilidad, desde el primer contacto, la doble traba de la comunicación innata al montón de palabras articuladas en esa lengua que no nos arropó en la cuna”. 

A partir de ahí el corpus ha ido creciendo hasta nuestros días. Poetas., creadores y pensadores tan disímiles y extemporáneos como George Bataille, Paul Éluard, Gottfried Benn, Bertolt Brecht, Marguerite Yourcenar, Rilke, Verlaine, Nerval, Paula Ludwig…, adquieren en estas páginas una armonía disidente, si se me permite el oxímoron, pues incluso el mismo traductor advierte que sus “autores podían entablar duelos, combinaciones o correspondencias”. Covarrubias ha tratado, a lo largo de las diferentes ediciones y ampliaciones de El traidor, de equilibrar las alforjas, y por cada poeta francés añadido, se ha sumado uno alemán. Los criterios de selección, sin embargo, responden a infinidad de motivos y no sólo a aquellos relativos a los requisitos editoriales. “Lo que nos estábamos autoproponiendo era nada más y nada menos que una negociación entre los intereses personales, las demandas de los futuros lectores y el poderoso azar. Porque efectivamente era así: el instinto nos acercó a poetas del siglo XX casi sin excepción y luego las circunstancias y el gusto peculiar que cada uno de nosotros tiene hicieron lo demás”. 

¿Qué nos ofrece la lectura de esta serie literaria? La respuesta es necesariamente múltiple, y aquí sólo señalo al vuelo  algunas posibles contestaciones: 1) un acercamiento, contemporáneo y personal,  a dos tradiciones poéticas disímiles y fundamentales, como lo son la francesa y la alemana; 2) un extraordinario ejercicio de mediación literaria; 3) una creación poética propia y heterogénea al mismo tiempo (ramificación del trabajo lírico de Miguel Covarrubias); 4) una importante contribución al campo literario local; y 5) la confirmación de la traducción literaria como género literario autónomo. 

El museo privado de Miguel Covarrubias se ha convertido con el paso del tiempo en un universo literario, con sus constelaciones y planetas. Una biblioteca pública de puertas abiertas. Celebramos ahora la aparición de esta constelación llamada El traidor, que seguirá refulgiendo sin duda por mucho tiempo. 



« Víctor Barrera Enderle »