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Opinión Columna


Cuando la realidad alcanza al mito


Publicación:06-11-2019
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Pareciera ser un estado de indefensión o el preludio de una muerte anunciada, de una profecía auto-cumplida.

En un artículo publicado por El Periódico en Barcelona, afirmaba que los huevos de gallina de cáscara oscura se habían adueñado del mercado español. En la Madre Patria existe el mito de que entre más oscura sea la cáscara de un huevo, mayor su calidad. En realidad, el color de la cáscara de los huevos depende del tipo de gallina, pero el sabor y la calidad no varía. Es solo un mito, una creencia popular, una idea considerada verdadera enquistada en la cultura española a través del tiempo, muy difícil de erradicar y que fuera iniciada por alguna persona capaz de influir a las masas y, tristemente, sin haber sido verificada. Hoy en día, el mito de los huevos oscuros en España sigue siendo vigente.

 Pero, ¿Qué es un mito? Se dice que un mito es generalmente un relato de “hechos maravillosos” cuyos protagonistas son héroes extraordinarios. Según el antropólogo Claude Leví-Strauss, un mito cumple con tres características: trata de una situación existencial, está constituido por contrarios irreconciliables y proporciona un modelo lógico para acortar la brecha entre ambos. El mito no es inmortal y, tarde que temprano, el verdugo infalible de la realidad termina por desvelar su verdadera identidad y acabar con él.

 Comencemos desdoblando la narrativa de “hechos maravillosos”. Por dar un ejemplo de un mito en un país cualquiera, en su percepción de la realidad: no habría pobreza, el pueblo gozaría de igualdad de oportunidades, no existirían los ancianos abandonados o dependientes, las enfermedades no acontecerían e incluso quizás la gente no tendría que morir. Claro está, todo ello es utópico, es irreal; únicamente en el mito puede cobrar vida. En la conceptualización de un mito, solo el héroe insuperable tendría un poder excepcional para producir hechos maravillosos: reconciliar al pueblo desigual con oportunidades; brindar alivio al enfermo, repartir dinero al pobre y dar esperanza a quien no gozara de ella. El héroe del mito con el tiempo cobra una fuerza casi sobrenatural, es aparentemente invencible y la gente lo percibe como infalible. Se pudiera parecer a la carnada en un anzuelo inconmensurablemente atractivo que un pez ciegamente quisiera morder una y otra vez a pesar de causarse daño.

 Cuando una persona se convierte en un mito, causa un efecto sicológico similar al de un mártir, pero es aún más poderoso porque su poder crece día con día. Existen ejemplos simpáticos de personas que se han convertido en mito como Maradona donde incluso existió una “Iglesia de Maradona”. En el caso del mito de Maradona las drogas, los excesos, las faltas a la moral y el tiempo se encargaron de confrontar al mito con la realidad hasta que las más de las personas dejaron de verlo como mito y lo vieron como un hombre de carne y hueso, con vicios y virtudes, con yerros y aciertos; como una persona ordinaria, como realmente es.

 Otro ejemplo de un mito latinoamericano fue el expresidente Hugo Chávez en Venezuela. El mito de Hugo Chávez fue muy hábil al reconocer la realidad existencial evidenciada por el hartazgo y resentimiento del pueblo venezolano por los múltiples abusos de la clase política, por la falta de movilidad social y por los insuficientes ingresos de la masa crítica venezolana funcionalmente iletrada e ignorante. Ante esa realidad, se planteó a sí mismo como la solución y prometió acabar con la pobreza y la corrupción, aún sin tener la capacidad para lograrlo, ni un plan estratégico para conseguirlo, y quizás ni siquiera la voluntad. Chávez entendía la importancia de buscar un culpable, un villano responsable de todos los males que acontecían en Venezuela. Igualmente tenía que convencer al pueblo de que el único capaz de vencer a dicho villano sería alguien emanado del pueblo, que hubiese sido igualmente victimizado, alguien que hablara su mismo idioma y que fuera empático con su sufrimiento. Para convertirse en Mito y ser proclamado como el representante del pueblo tendría que avivar en el pueblo el sentimiento de injusticia, de coraje y de odio contra el villano que los había estado atormentando por tanto tiempo. El mismo Chávez, el Mito, se convertiría en El Pueblo y el villano sería el Anti-pueblo; todo aquello contrario a lo que el Mito dijera, pensara o representara. El Mito comprendió que su fuerza sería directamente proporcional al odio hacia el villano y que, siempre y cuando siguiera alimentando esa llama de repudio, él seguiría fuerte, vigente e invencible. El Mito sabía que pueblo tristemente entendía o valoraba muy pocos conceptos como el crecimiento económico, productividad, utilidad o inversión. Al pueblo habría que darle pan, a través de programas asistencialistas, y circo, a través de ataques sedientos de venganza ante el villano. ¡El Mito tendría que convencer que el único capaz de reconciliar la realidad existencial con la realidad deseada sería él mismo y lo logró! Con el paso del tiempo amigo, la realidad de la pobreza, la escasez, la miseria, la inseguridad, la falta de crecimiento económico y la desgracia humanitaria en Venezuela fueron la realidad que confrontó y desenmascaró al Mito. Lamentablemente el pueblo venezolano bueno y sabio tuvo que tocar fondo antes de quitarse el velo que cubría su entendimiento y les tomará décadas recuperar el rezago económico y social ocasionado por el Mito de un falso profeta.

 Mientras exista en América Latina desigualdad, injusticia social, falta de movilidad social y una clase política poco virtuosa, será caldo de cultivo para el surgimiento de falsos líderes mesiánicos, de esperanzas mitificadas y de caudillos redentores. Pareciera ser un estado de indefensión o el preludio de una muerte anunciada, de una profecía auto-cumplida.

 Hago votos para que nuestros gobernantes tengan la humildad de imponer un sistema de filtros o requisitos para que los futuros candidatos a puestos de gobierno no tengan el perfil o la propensión de convertirse en falsos mitos.



« Redacción »