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Opinión Editorial


Dialéctica de los contrarios


Publicación:21-12-2022
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Quien realizó un presunto acto de corrupción, en vez de estar avergonzado por su obsceno proceder, se autodefinió como víctima y atacó a quien lo evidenció

En días recientes el pueblo mexicano leyó atónito cómo el hermano del presidente, Pío López Obrador, demandó al periodista Loret de Mola por daño moral al difundir los videos donde recibía dinero en efectivo, según él “de manera descontextualizada y con el fin de dañar su imagen”. Claro, el vilipendiado hermano incómodo se armó de valor cuando la tendenciosa Fiscalía General de la República cerró el caso “por falta de pruebas”.

Por Dios, quien realizó un presunto acto de corrupción, en vez de estar avergonzado por su obsceno proceder, se autodefinió como víctima y atacó a quien lo evidenció. Este absurdo caso, común en el México surrealista, pudiera ser considerado como un ejemplo de la “dialéctica de los contrarios”. Esto es, en apego a la justicia, se debe castigar al ladrón y no a quien lo delata, se debe premiar a quien se esfuerza y no quien hace lo contrario, se debe reconocer a quien usa sus talentos en pos del bien común y no a quien los dilapida. Sin embargo, por algún extraño motivo el ser humano parece estar en paz con conductas antitéticas al deber ser.

Así es, el actuar de las personas está atestado de prácticas irracionales y contrarias a toda lógica; como la ingesta desmedida de alimentos y de alcohol de parte de obesos e hipertensos. Madres que en vez de cuidar de sus críos los matan en su vientre, esposos que engañan a su amado cónyuge o hijos que “se deshacen” de sus padres cuando ya no les son útiles. Tal cual, es difícil explicar cómo una persona elige libremente lastimar quien ama o hacerse daño con acciones, pensamientos u omisiones, pero sucede y muy frecuentemente. Existen casos tan absurdos e increíbles como quien opta por suicidarse lentamente con las drogas, pero otros son subrepticios e imperceptibles ejemplificados en aquellos que no se esfuerzan en los estudios o en el trabajo. En ambas situaciones, el resultado es inexorablemente contraproducente.

A pesar de lo anterior, también se puede contemplar la “dialéctica de los contrarios” desde una óptica constructiva, loable e incluso trascendental. Tomemos como ejemplo la enseñanza de que “los últimos serán los primeros”. Eso no se entiende a simple lógica pues pareciera ser un dilema o una contradicción. La frase hace alusión a la justicia conmutativa de la parábola donde el dueño de la viña prometió y pagó a todos por igual, indistintamente de las horas trabajadas. Sin embargo, la reacción esperada de los primeros en laborar sería de apego a una justicia en proporción a las horas trabajando en la viña, esto es, justicia distributiva. Por ello, la subversiva decisión del viñador se parece más bien al humilde e irracional amor de los padres donde, independientemente de la edad, su comportamiento o la reciprocidad del cariño, se estima a los hijos por igual y sin favoritismos

Otro ejemplo muy didáctico es la exhortación a “esforzarse por entrar por la puerta angosta”. Quizás un comportamiento orgánico pudiera ser preferir el camino fácil, lo placentero y lo que no implique incomodidad, es decir, la puerta ancha. Claro, esa lógica es transversal y común entre los seres vivos. Teniendo como pauta a los animales, cuando alguno tiene hambre y es físicamente más fuerte, se impondrá sobre los demás y se alimentará hasta saciarse. Aún un asno teniendo la opción de llevar una pesada carga entre dos trayectos, escogerá el más corto, menos riesgoso y de mayor sencillez. De ahí la dificultad, de no ser por la “dialéctica de los contrarios”, para comprender el decoro de la recompensa por el esfuerzo, la dignidad del placer en dar y el pundonor del sacrificio y la apuesta por lo eterno.

Uno de tantos ejemplos virtuosos lo aportó Martin Luther King al invitar a vencer el mal con el bien y a sus enemigos, quienes por cierto terminaron matándole, les decía: “Aterroriza a nuestros hijos y todavía te amaremos”. Es por ello que amar a los enemigos no es algo natural, sino una hidalguía superior. Tal vez una manera funcional de llevarlo a la práctica lo propuso San Ignacio de Loyola al decir: “Tanto ha de usar las cosas cuanto le ayuden para su fin (la vida eterna), y tanto debe privarse de ellas cuanto para ello le impiden”. 

Concluyo con la idea de que gracias a la “dialéctica de los contrarios” es que el ser humano se puede comportar con dignidad y no sujeto a sus más bajos instintos animales. Debido a la libertad de discernir de las personas es que el Viejo Continente formó entre antiguos enemigos a la Unión Europea. En virtud de dicha antítesis es posible la reinserción por buen comportamiento entre reclusos arrepentidos y con propósito de enmienda. A causa de la mencionada contraposición, San José se desposó con la Virgen María convirtiéndose en el padre putativo de Jesús y gracias a un “fiat” celebramos año con año la Natividad de Jesús.



« Eugenio José Reyes Guzmán »