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Opinión Editorial


Sororidad


Publicación:02-09-2019
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¿Recuerda usted aquella frase “entre mujeres podremos despedazarnos, pero jamás nos haremos daño”, con la cual el escritor Santiago Moncada hizo trascender la obra teatral Entre Mujeres hace más de tres décadas?

Si usted, que amablemente me lee, es mujer, sabe y está conciente que esta frase fue, es y seguirá siendo, un concepto de la vida real. Y también estará de acuerdo en que sí se hace daño cuando el objetivo es que otra mujer no destaque, no brille, no sobresalga, en resumen, no triunfe o mucho menos, sea feliz.

No es que el mes patrio haya iniciado con pesimismo para esta servidora; al contrario, es un mes de festejos en más de un sentido.

Pero en fecha reciente atestigué cierta conversación entre dos chicas que hacían pedazos a una tercera por el sencillo hecho de ser diferente: en color, en complexión, en edad, en ánimo de salir adelante como emprendedora, ah y eso sí, muy amigable y sonriente.

Las dos chicas que la "comían"con sus negativos calificativos son guapas en toda la extensión de la palabra y además inteligentes ¿porqué habrían de referirse a alguien más de forma tan poco amigable? ¿les hizo algo, acaso? Desconozco el motivo y la verdad, ni quise averiguar.

Y como este pequeñísimo ejemplo los hay por montones; no me dejará mentir cómo es que muchas guapuras de mujer que a diario acaparan el medio de la farándula se fueron a la yugular contra Yalitza Aparicio por prácticamente lo mismo, ser diferente. Y no fueron una ni dos.

Apenas en diciembre pasado, la Real Academia de la Lengua incorporó al diccionario del castellano, el concepto "sororidad", un término derivado del latín soror que significa "hermana".

Hoy en día es una expresión cada vez más frecuente que comenzó acuñándose para hablar de la necesidad de crear vínculos y alianzas naturales entre mujeres para evitar la opresión social.

Se refiere a apoyar, a la solidaridad entre mujeres frente a problemas comunes, o como diría la escritora peruana Gabriela Wiener, "es la amistad entre mujeres que ni siquiera son amigas".

No pertenezco a ninguna liga feminista, pero caray, qué pesado es que en lugar de generar apoyo y confianza a otra mujer, esté en permanente competencia, en desconfianza con ella o con todas.

Opinar, por supuesto, no me convierte en una experta, pero despojada de todo egoismo le diré que bajo mi óptica, esta falta de sororidad es lo que ha impedido que la mujer termine de "apropiarse" del mundo.

Pero imagine un mundo de sororidad, una presidenta para México, con un gabinete 50 por ciento femenino; visualice un México donde cada vez haya más alcaldesas, diputadas, gobernadoras y no sólo por el principio de paridad o equidad "oficial", sino porque unas apoyaron a otras a llegar a empoderarse.

Un México donde cada vez haya más amas de casa, empresarias, amigas exitosas y todo por el principio de sororidad.

La clave está, dice la propia Wiener -y coincido- en que como mujeres nos respetemos, en reconocer el valor y la jerarquía de cada una.

Lo sé, no se ve sencillo el panorama, sobre todo porque no fue el modo en que fuimos educadas. Pero en la medida que aunque seamos muy distintas, veamos a cada cual como igual y apreciemos la valía de cada cual, sin duda tendremos una mejor sociedad.

Comentarios: nelly.cepedagzz@gmail.com

 



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