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Opinión Editorial


Y mientras tanto, el narcoterrorismo…


Publicación:20-02-2022
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¿Cuántas decenas o cientos de minas más enterraron allá? Da escalofríos pensarlo

El 31 de enero, militares que patrullaban el camino Taixtán-Colomo, en el sufriente municipio michoacano de Tepalcatepec, zona de combates entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y Cárteles Unidos de Michoacán, fueron víctimas de un acto inmisericorde, el primero en su tipo que yo recuerde en México: el vehículo en el que viajaban explotó… a causa de una mina terrestre. Sí, una mina, como si estuviéramos en los Balcanes en los noventa. Una mina sembrada en el camino, aparentemente por sicarios del CJNG, pero los perpetradores también pudieron ser mercenarios de CUM. Nadie confirma. Cuatro soldados quedaron heridos y el vehículo militar fue destrozado.

Mientras el encono político envenenaba las redes sociales y los medios de comunicación, por las escaramuzas entre el Presidente (y sus fieles) y sus críticos y opositores, los señores de la guerra narca escalaban su atrevimiento, su desafío al Estado mexicano.

¿Hasta dónde llegará la monstruosidad, la maldad de esa gente, que ha bañado de sangre el país a lo largo de dos décadas (y ya van por la tercera década de sembrar muerte y desolación)?

Redacté, hace siete meses, que lo peor estaba por venir en Michoacán (https://bit.ly/3I1ngrh).

Nadie escuchó, hasta hace poco. En algún momento reciente hubo personas en el gobierno federal que entendieron que no podían seguir permitiendo que los criminales continuaran apoderándose de más territorios, así que el Presidente les concedió avanzar con cautela para recuperar espacios, aunque ya era muy tarde: cientos de muertos después, los criminales, sí, se replegaron, pero muy envalentonados, osaron convertir el lugar en una gigantesca trampa explosiva.

Doce días más tarde de esa primera mina que afectó a varios soldados, justo hace una semana, el 12 de febrero, el terrorismo de los criminales se develó más inmisericorde que nunca: el sábado pasado dos campesinos andaban en su troca y… explotaron sobre otra mina antipersonal. Esto ocurrió en la brecha El Callejón, en El Aguaje, en el muy asolado municipio de Aguililla. Un hombre de 79 años murió y su hijo, de 45, fue internado con heridas graves por la onda expansiva del artefacto.

¿Qué hizo ese anciano, ese pobre campesino, para merecer una muerte así a causa de la codicia y las desmesuras de capos y sicarios? ¿Qué demonios hizo el huérfano, su hijo, para ameritar yacer postrado en un hospital? Cristóbal Mendoza y su hijo, dueños de huertas de limón en El Aguaje, solo habían ido a revisar su parcela cuando explotaron en un sendero.

De milagro no ha habido más muertos y heridos: mi colega Marco Coronel, estupendo reportero de televisión del equipo de Denise Maerker en su noticiero En punto de Televisa (un periodista pulcro, sin estridencias, sin amarillismo, acompañado por el muy notable cámara que es Adrián Tinoco), informó este jueves que el Ejército ha identificado, desarticulado y explotado… al menos 250 minas terrestres en tres semanas a lo largo de campos y caminos de Tierra Caliente. Leyó bien: los criminales sembraron al menos ¡250 minas! para matar y despedazar no solo a rivales, o a policías y militares, sino a cualquier niño, adolescente, mujer, hombre o anciano que tenga el infortunio de pisar sus viles artefactos. Qué miedo.

¿Cuántas decenas o cientos de minas más enterraron allá? Da escalofríos pensarlo. El terrorismo del crimen organizado mexicano ya no tiene el menor límite. No solo ejecuta periodistas y masacra a cualquier ciudadano que ose andar en sus infiernos minados, sino que carece de piedad y mesura.

Basta. Dejemos las estridencias y ocupémonos de salir adelante, porque esta gentuza no tiene humanidad y ya se ha apoderado de demasiadas zonas de silencio



« Juan Pablo Becerra-Acosta »