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Opinión Editorial


¿Qué factores detonan nuevos ataques en el Golfo Pérsico?


Publicación:08-08-2021
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Ahora mismo, toca comprender muy bien estos sucesos y balancear cuidadosamente las decisiones

Cuando el viernes pasado, un buque petrolero operado por una compañía israelí fue atacado con drones cerca de las costas de Omán, todo apuntaba a que se trataba de un incidente más en la guerra de "baja intensidad" que sostienen Irán e Israel. Tres factores, sin embargo, parecen indicar que se trata de algo que rebasa con mucho ese enfrentamiento bilateral y se entreteje con los planes de Biden, ya no solo para su política en esa región del mundo, sino con su política exterior en general.

El primero: el ataque mencionado golpea no solo intereses de una compañía israelí, sino de otros países; el buque era propiedad japonesa, y la compañía operadora tenía su base en Reino Unido, además de que dos civiles —uno británico y uno rumano— murieron como resultado del mismo. Esto causó que Londres y Washington condenaran el incidente. Irán, por supuesto, niega cualquier involucramiento.

Segundo, días después se activa otra serie de eventos en la misma zona, esta vez ya no vinculados a Israel. El 3 de agosto se reportó que cuatro embarcaciones que navegaban en el Golfo habían perdido el control. Poco después, se hizo oficial que al menos un buque petrolero, propiedad de Emiratos Árabes Unidos, había sido secuestrado en el Golfo de Omán a manos de personas altamente armadas, lo que recuerda incidentes muy similares ocurridos en 2019 a manos de Irán.

Tercero, los tiempos. Estos últimos hechos tienen lugar justo el 3 de agosto, la fecha en que asumió el cargo Ebrahim Raisi, un presidente de línea mucho más dura que el saliente Rohani, y coincide con dos situaciones —una interna y otra externa— ocurriendo de manera paralela. Internamente, Irán está volviendo a experimentar manifestaciones masivas en diversos puntos del país por escasez de agua, electricidad y otros temas vinculados a la asfixia económica que vive. El nuevo presidente, por tanto, a falta de mejores opciones, tratará de desviar la atención hacia afuera, como frecuentemente sucede bajo circunstancias similares. El factor externo tiene que ver con el estancamiento en las negociaciones nucleares en Viena.

Los incidentes ocurridos en el Golfo tienen que ser leídos bajo este contexto. La naturaleza de dichos incidentes permite a quien quiera que sea el autor, negar plausiblemente su involucramiento en los mismos. Pero a la vez, dado que tanto la zona geográfica, como la inteligencia existente, los antecedentes y el contexto, apuntan hacia Teherán, los ataques parecen ser eficaces en transmitir un mensaje similar al que Irán buscaba comunicar durante 2019, expresado de manera clara por un funcionario iraní en aquel entonces: "Si nosotros no podemos exportar nuestro petróleo, nadie en la zona lo hará". Especialmente cuando en Teherán ahora gobierna un presidente que está en línea con las Guardias Revolucionarias y el Ayatola Khamenei, y quien, además, es un fuerte candidato para suceder al líder supremo.

Esto último, también forma parte del mensaje.

Ahora mismo, toca comprender muy bien estos sucesos y balancear cuidadosamente las decisiones. Irán sabe que este asunto ya se ha colado entre las mayores prioridades de la administración Biden. Teherán, jugando bien sus cartas, se encuentra cada vez más cerca de Rusia, y sobre todo de China. Este contexto le permitirá seguir probando niveles de presión contra EU y sus aliados. Una cadena de respuestas y contrarrespuestas, podría desatar una espiral con el potencial de escalar como ya ocurrió a inicios del 2020.

Pero al mismo tiempo, si Biden cede ante las presiones y decide firmar un pacto —como parecía que estaba a punto de ocurrir— que tiene incluso mayores huecos que el acuerdo nuclear del 2015, también será difícil evitar un conflicto regional.

Twitter: @maurimm



« Mauricio Meschoulam »