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Opinión Editorial


Preferiría nacer en China


Publicación:06-10-2021
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Es una alarmante realidad que la población china, y la del mundo, envejece rápidamente y, sin hijos, no se puede renovar

Desde la óptica de los derechos humanos, es indiscutible que el gobierno de Beijín utiliza prácticas draconianas para subyugar a su población, sin embargo, hay un aspecto puntual en su vida social actual con el que íntimamente comulgo, su respeto a la vida desde la concepción. No, no es mentira, el 27 de septiembre el diario inglés The Guardian publicó un artículo dando cuenta de la resolución del país más poblado del mundo de dar revés a su inminente decrecimiento poblacional a través de la restricción del aborto

Naturalmente, la decisión de prohibir el aborto que no sea médicamente prescrito, es enteramente ajena a cuestiones morales, religiosas, del gravoso síndrome post aborto o de derechos humanos de los no nacidos; es una decisión puramente de viabilidad económica. Es una alarmante realidad que la población china, y la del mundo, envejece rápidamente y, sin hijos, no se puede renovar. Consecuentemente, los desequilibrios generacionales están mermando la capacidad productiva y la competitividad de dicha nación, provocando daños sociales y económicos. Aunado a ello, la creencia popular de la necesidad de tener descendencia masculina ha creado una irreversible disparidad entre varones y mujeres. Así es, de acuerdo a la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), a pesar de que la ecografía para conocer el sexo del bebé ya no es legal, solo en el año 2017, más de 860,000 niñas fueron víctimas de un aborto selectivo. 

¿Cómo pueden los gobiernos ser tan soberbios y tozudos al tratar de cambiar la ley natural? Sin duda, el tiempo, cual severo juez, siempre emitirá un justo veredicto. Pues bien, desde 1970, la finalización voluntaria del embarazo, ojo que no hablo de “interrupción”, había sido un servicio gratuito y legal. Erróneamente, las autoridades de la República Popular China estaban convencidas que su política de un solo hijo y el fácil acceso a prácticas abortivas como programa de “planificación familiar”, serían la solución para lo que por décadas consideraron uno de los problemas estructurales del país, una superpoblación. Tristemente, el tiempo y su hermana, la cruda realidad, sentenciaron que las mencionadas prácticas del gobierno comunista habían creado un efecto cultural profundo muy difícil de revertir. Lamentablemente tampoco han funcionado las políticas del segundo y del tercer hijo y, sin una brújula moral, será casi imposible cambiar el destino. 

México, por su lado, “no canta mal las rancheras” y su tasa de fecundidad ha bajado de 6.61 en 1970 a 2.1 en 2019. Claro, se pudiera afirmar que no estamos tan mal como China que tiene una tasa de 1.7 bebés por mujer en etapa reproductiva. Cierto, pero está por debajo y bajando, de la tasa de reemplazo de 2.2, definida como la fecundidad mínima necesaria para que una población sin inmigrantes se mantenga indefinidamente. Tal cual, “para el baile vamos”.

Como cosa hecha adrede, la Suprema Corte de “Justicia” de la Nación, en un fallo histórico, con prevaricación y contrario a la Constitución de 28 de los 32 estados que garantizan el derecho a la vida desde el momento de su concepción, el siete de septiembre despenalizó la terminación voluntaria del embarazo. Así es, solo Ciudad de México, Hidalgo, Veracruz y Oaxaca, por lo pronto, permiten durante las primeras 12 semanas de gestación, el asesinato voluntario de bebés en el vientre de sus madres.  Pues bien, más allá de discusiones morales, religiosas y de derechos humanos, basta con hacer las matemáticas para darnos cuenta que, eventualmente, tendremos que emular a China y dar revés a la eliminación sistémica y de mexicanos.

Como ejemplo disparatado, colectivos feministas alentadas por las mentadas decisiones legales, presentaron el 29 de septiembre un robot, RAborta, que distribuye mifepristona a mujeres que lo soliciten en 11 estados de la república. Dicho robot será teledirigido desde un celular en CDMX donde el Código Penal permite tener un aborto a voluntad. 

Por ilógico que parezca, mientras la China atea y sin los principios morales judeocristianos toma decisiones funcionales, México promueve un estulto e ideologizado exterminio de sus connacionales amparado por leyes mefistofélicas. Dicho la anterior, en un ejercicio hipotético en el cual un bebé pudiera escoger dónde nacer, quizás preferiría que sucediera en China donde su derecho a la vida está legalmente respetado y no en México donde el genocidio es promovido y legalizado.



« Eugenio José Reyes Guzmán »