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Opinión Editorial


¿Por qué no se canceló la Olimpiada de Tokio?


Publicación:24-07-2021
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"El deporte tiene el poder de cambiar el mundo y el futuro"

Cuando el COI escogió Tokio en 2013 como sede de la XXXII Olimpiada, todo fue júbilo en Japón. Se tenía ya la experiencia de una Olimpiada efectuada 57 años atrás, que los abuelos recuerdan como un centelleo de imágenes nunca antes vistas, con atletas de los cinco continentes en un país poco acostumbrado a la presencia extranjera.

Corrían los años de la Guerra Fría. Un año antes, había ocurrido el asesinato del presidente John F. Kennedy, y no faltaron los que aseguraban que Tokio no ofrecería garantías de seguridad; pero se equivocaron, aquella gesta resultó exitosa.

Los agoreros de la fatalidad tampoco han faltado en Tokio 2020. Ante el repunte de contagios, en los estadios estarán únicamente los atletas, junto con sus equipos de apoyo y los medios autorizados.

Ante esto, resulta inevitable preguntarse: ¿por qué no se ha suspendido la Olimpiada de Tokio?

Quienes conocen a los japoneses, saben que siempre cumplen sus compromisos y que anteponen el deber (giri) por encima de cualquier condición. Es cosa de honorabilidad. Cumplir con un compromiso es imperioso, cueste lo que cueste, de manera que el deber de celebrar la Olimpiada se impuso desde 2013.

Una segunda explicación obedece a la racionalidad económica. Tanto preparativo, tanto gasto, no podría dejarse de lado. El solo mantenimiento del estadio olímpico durante un año ha sido altísimo; y ahora sin turistas ni público, se espera que por lo menos la venta de publicidad, los derechos de transmisión y los patrocinios, restituyan una parte del monto invertido.

La tercera razón tiene que ver con Japón como poseedor de un mensaje de proyección universal, y también con el pensamiento del arquitecto Kengo Kuma quien edificó el estadio olímpico en el mismo sitio en el que se encontraba el antiguo estadio de 1964 y que posee un doctorado en Filosofía por la Universidad de Columbia. Kuma ha declarado que su objetivo consiste en recuperar la tradición de los edificios japoneses, y en reinterpretar las tradiciones para proyectarlas al siglo XXI y defiende una arquitectura que respeta el entorno en lugar de dominarlo.

La idea de escarbar en el pasado premoderno para construir la sociedad ideal del siglo XXI, ha permeado a las generaciones recientes. El pasado industrial que arrojó saldos muy positivos, para los japoneses de hoy constituye tiempos de trabajo infatigable que preferirían no experimentar. Lo suyo es el Zen y la revaloración del Shinto.

La Olimpiada ofrece un ambiente inmejorable para emitir un mensaje de renovación. Ya que puede tener un poder de convocatoria a la amistad y concordia, incluso mayor que el de la ONU. ¡Cómo dejar que escape esa oportunidad!

En entrevista reciente, el embajador de Japón Yasushi Takase, ha dejado entrever las pretensiones del mensaje que Japón ha dispuesto para los próximos días. Dice él: "Ahora que el mundo enfrenta la crisis, queremos transmitir desde Japón que podemos todos juntos superar las dificultades con el esfuerzo y la sabiduría de la humanidad". Y remata: "El deporte tiene el poder de cambiar el mundo y el futuro". De manera que no importan los récords, ni las medallas obtenidas; a Japón lo que le interesa es que el mundo sepa que tiene algo significativo que aportar al entendimiento internacional.

Preparémonos para la catarsis que se ha preparado para el 23 de julio, combinación de estilismo Zen y supertecnología aplicada a los espectáculos. Reconozcamos el esfuerzo de los atletas, organizadores y voluntarios, y disfrutemos a plenitud lo que nos ofrece un pueblo que ha esperado largo tiempo este momento, para hacernos saber que aún puede estar al frente de los bríos mundiales.



« Víctor Kerber »