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Opinión Editorial


Pleito de oquis


Publicación:16-12-2022
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Más que tiros y troyanos y pleitos de comadre del vecindario del quinto patio, la disrupción existente entre el Gobernador del Estado, Samuel García Sepúlveda, y el Congreso del Estado no debería escandalizar a nadie y mucho menos ponerle los pelos de punta a los principales protagonistas, porque es propio de la división de poderes los distanciamientos así como los acuerdos.

      Me explico: el Congreso del Estado es el poder legislativo, y el Gobierno del Estado es el poder ejecutivo, es decir, son dos poderes que por lo mismo tienen sus simpatías y sus diferencias. Pero querer supeditar el poder legislativo al capricho del poder ejecutivo, es un error. Los dos de naturaleza distinta. Y uno no tiene por qué estar subordinado al otro. Y no tiene porqué obedecer sino dialogar.  

Es que así era antes. El Congreso del Estado estaba dominado por el partido hegemónico, el PRI, y aprobaban todas las iniciativas que provenían del Ejecutivo. Y cuando gobernó el PAN también sucedía lo mismo, aunque con pequeños matices. Entonces que la nueva política, preconizada por el gobernador del estado, quiera repetir ese modelo, es en realidad la vieja política. El ejecutivo quiere tener sometido el legislativo. Y eso no es nueva política. Al contrario, es un retroceso.

Y lo mismo sucede con el poder judicial. Se pregona hasta el cansancio la independencia de la Fiscalía General de Justicia, antes la Procuraduría. Y se obstaculiza el funcionamiento y los mecanismos para nombrar al nuevo Fiscal general. Es decir, el Ejecutivo tiene injerencia en una entidad autónoma. Entonces no hay respeto a la separación de poderes, algo por lo que se ha luchado mucho durante años. En otras palabras, se da al traste con la cantaleta de la democracia. 

De Estados Unidos admiramos muchas cosas. Hasta quisiéramos vivir no ya en Nueva York sino en Donna Texas. Pero no admiramos la separación de poderes que guían la famosa democracia americana. Ahí el Presidente y los gobernadores tienen que dialogar con los congresistas, representantes del pueblo, para llegar a consensos. Y se trata de dialogar, ceder, proponer, negociar, examinar otra vía. Es importante, porque eso apunta al bien de la comunidad. 

Está bien. Los integrantes del Congreso, los diputados, no son moneditas de oro, no son peritas en dulce, no son la gloria después del cabrito, no son… Y es cierto que a veces sirven más a sus partidos que a la comunidad a la cual representan. Es cierto, muchos ni siquiera conocen el distrito por el que fueron elegidos. Y cierto es que muchos nomás están a la caza de billetes. Y la mayoría no tiene principios ideológicos: cambian de partido como de calcetines. 

Y en el poder judicial tampoco cantan mal las rancheras: el anterior fiscal Gustavo Adolfo (como alguien lo rebautizó) mi siquiera pudo resolver el caso del asesinato de Debanhi Escobar. No se sabe si porque le llegaron al precio o porque los asesinos son gente muy pesada de la política o de la empresa. El caso es que se fue.

Bueno. Ante este camino de tres lados, hay que trabajar. Ni la imposición ni la prepotencia ni las decisiones unilaterales son herramientas de un buen gobierno. Sí lo son el diálogo., los acuerdos, las decisiones compartidas. ¿Por qué? Porque se trata de beneficiar a la población, tan carente de muchas cosas, no de satisfacer los egos y mis pistolas.  



« Arnulfo Vigil »