Opinión Editorial
Nada es casualidad
Publicación:24-03-2020
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Desde la gran depresión de 1929, México no había experimentado un crecimiento negativo por 2 años consecutivos, así es, desde hace 90 años
La expectativa de crecimiento de México no es apoteósica al considerar que durante la tercera semana de marzo distintas instituciones bancarias internacionales y agencias calificadoras ajustaron el pronóstico de crecimiento de México en un rango de -1.6 a -4.5%. Desde la gran depresión de 1929, México no había experimentado un crecimeinto negativo por 2 años consecutivos, así es, desde hace 90 años. Sin pretender ser ave de mal agüero, al decrecer la economía en 2020, se perderán cientos de miles de empleos, sumados a la pérdida que el IMSS reportó en los últimos 2 años. Quizás en estos tiempos convulsos, aciagos, desolados y con aparentes cuitas infranqueables, podamos hacer una necesaria introspectiva, aunque no siempre justa, por entretener la idea de que nada en la vida es casualidad; habrá un por qué. Tocante a ello, el famoso escritor estadounidense Mark Twain, quien escribiera aquel libro que fuera lectura obligada para muchos de nosotros, “Las Aventuras de Tom Sawyer”, alguna vez dijo: “Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces y el día en que descubres por qué.” Dos personajes cuyos “por que” se entrelazaron fueron el Papa Juan Pablo II y el expresidente Reagan; ambos unidos en la cruz al ser sobrevivientes de intentos de asesinato con 2 meses de diferencia en 1981. Los dos eran amantes de la actuación y tenían como misión en la vida acabar con el comunismo; Reagan le llamaba su Plan Divino (“DP” por sus siglas en inglés)
Tanto Reagan como el Santo Papa coincidian en que el comunismo era un concepto perverso que atentaba contra la libertad y la religion… era el “imperio del mal”. Tan era así que el primer país que visitó Juan Pablo II siendo papa en Junio 1979 fue su nativa Polonia, país clave en la caída del comunismo y dijo: “no podrá haber una Europa justa mientras no haya una Polonia libre y soberana en el mapa”. Tocante a ello, el historiador y periodista británico, Timothy Garton Ash, experto en la transformación de Europa comentó sobre esa visita del Papa: “Sin el Papa, no Solidaridad. Sin Solidaridad, no Gorbachev, y no caida del comunismo”. Ese mismo año, siendo Reagan precandidato presidencial, mencionó que el Papa le había recordado al pueblo polaco la existencia de Dios y su derecho a creer en El y concluyó cuestionando sentidamente si después de dicha visita el Kremlin seguiría siendo el mismo y, para todo fin práctico, si cualquiera de nosotros.
Considerando la misión común, Reagan y Karol Wojtyla, a quien se refería como su mejor amigo, se reunieron en al menos seis ocasiones entre 1982 y 1989 e intercambiaron innumerables cartas, mismas que permanecerán selladas por 75 años. El nuncio apostólico en Washington, Pio Laghi, y el colaborador más cercano a Reagan, Bill Clark, hablaron telefónicamente casi todas las semanas y realizaron 15 visitas secretas al Vaticano. Los dos prohombres no estaban solos ya que existió un triunvirato virtuoso donde también la británica Dama de Hierro participó. Reagan aportó ayuda económica a los luchadores por la libertad, el Vaticano envió comida y medicamentos y Thatcher orquestó el apoyo de los europeos invitandolos a “comportarse como hombres”. Los tres sabían que la cortina de hierro no podría caer solo por la fuerza armamentista, el mismo Reagan confesaría: “es tiempo de que el mundo sepa que nuestros valores intelectuales y espirituales están fincados en la creencia de Dios, en una ley mayor a la nuestra”.
Once años después, Reagan pronunciaría con voz entrecortada su célebre frase “derrumbe ese muro”, permitiendo que familias divididas por el bloque comunista se volvieran a ver y abrazar. Sobre el comunismo varios autores coinciden en que las muertes intencionales o por inanición de no combatientes desde 1917 hasta 1989 superaron los 100 millones de personas, sí, más que las muertes de las 2 guerras mundiales juntas; 20 y 80 millones respectivamente.
Alguna vez leí un pensamiento de una poetisa budista que decia “nada se va de nustra vida hasta que nos enseña aquello que necesitamos aprender”. Caray, ¿Qué pudieron haber aprendido Reagan y el Santo Juan Pablo II al estado tan cerca de la muerte y, por injusto que parezca, que podremos aprender del COVID19? Espero que como sociedad tengamos el don de discernimiento para comprender a cabalidad la enseñanza de una antífona gregoriana que se cantaba en tiempos de peste en el siglo XIX: Y cuando el peligro terminó y la gente se encontró de nuevo… lloraron por los muertos y tomaron nuevas decisiones y soñaron nuevas visiones. Que así sea.
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