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Opinión Editorial


Morena: el fracaso de las buenas intenciones


Publicación:08-07-2023
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El presidente está convencido de contar con suficiente pueblo para seguir gobernando a través de interpósita persona

El líder de Morena prometió a su llegada al poder en 2018 que en su último año de gobierno tendríamos un México transformado, sin corrupción, mucho más seguro, más eficiente en los servicios públicos, con una economía boyante y autosuficiente, con mucho menos pobreza y mucha más equidad. Todas buenas intenciones que nunca se concretaron.

Por supuesto que el fracaso tiene una explicación y más vale explorarla con cuidado para no repetir sus errores. Lo primero que debe decirse es que hay una distancia enorme entre la idea de un país maravilloso y la posibilidad de llegar ahí. Mucho más grave cuando esta idea se vende como una realidad cuando nada tiene que ver con ella. Desastroso cuando esto lo hace un jefe de Estado pues las consecuencias pueden ser proporcionales a su poder.

En el caso del gobierno de López Obrador podemos identificar por lo menos cinco causas mayores del fracaso de sus buenas intenciones. La primera es pensar que transformar el mundo es un tema discursivo, esto es, si yo insisto todas las mañanas en que el mundo ya es distinto, el mundo inevitablemente será distinto. Las cosas no funcionan así.

La segunda es pretender cambiar el mundo con proyectos sin pertinencia económica y social. Esto es, proyectos como el tren maya, Dos Bocas o el tren transístmico, que pretenden mágicamente promover el desarrollo sin perspectiva económica, sin consultar con las comunidades afectadas y sin la debida planeación financiera, esto es, con poco o nulo sustento técnico.

La tercera es la intención de construir un mundo distinto sin contar con el andamiaje institucional para ello. Poner las principales áreas de gobierno en manos inexpertas, sean militares o civiles, ha tenido consecuencias graves en todas las áreas de la administración pública. Nunca como ahora se han debilitado las instituciones del Estado, prácticamente en todos los ámbitos.

La cuarta es tener un gobierno, como el de Morena, de una sola persona y una sola voz. Sólo una cabeza piensa, decide y ordena, en torno a tareas y decisiones tremendamente complejas frente a problemáticas imposibles de atender con eficacia sin contar con el apoyo y participación de los expertos. Para el presidente todos los cuerpos colegiados de gobierno, así como los consejos ciudadanos, son prescindibles. Las posibilidades de equivocarse en este esquema son amplísimas y los costos para el país muy altos.

La quinta es gobernar a un país intencionalmente dividido. Para López Obrador existen solamente dos tipos de personas o actores, los incondicionales y los enemigos. No tolera la crítica y quien piensa distinto pasa inmediatamente a territorio enemigo. La máxima de un buen político, con visión de estadista, es conciliar y concertar intereses y diferencias. López Obrador se ha encargado de ensanchar las diferencias entre los mexicanos. Los que están conmigo y los que está en mi contra. A los que están con él los lanza sobre los que están en su contra. Todos los días lo repite en sus mañaneras.

Conclusión, para López Obrador el único objetivo de la política es el poder. En su filosofía política el buen gobierno y el bienestar del pueblo pasan a un lejano segundo plano. Durante 18 años López Obrador recorrió el país para construir sus bases de apoyo. Para conocer, no las necesidades de los mexicanos, sino lo que querían escuchar para dar su voto. Ahora todo lo que tiene para ofrecer son sus mañaneras.

Para consolidar a su clientela política en cuanto tuvo el gobierno el presidente introdujo políticas y programas asistencialistas. Su maquinaria política electoral vive hoy en la abundancia gracias a los recursos del Estado. Ahora sus subalternos se pelean para ser los beneficiarios de dicha maquinaria, pero él es el dueño y quien decide su destino.

Este es el escenario en el que los mexicanos habremos de elegir un nuevo gobierno para el sexenio 2024-2030. El presidente está convencido de contar con suficiente pueblo para seguir gobernando a través de interpósita persona. Sin embargo, él no es el candidato, lo que plantea un problema, pues quien podría serlo por Morena no cuenta con su carisma ni con su popularidad. Por otro lado, como resultado de este gobierno, por primera vez surge la posibilidad de un candidato y, mejor aún, de un gobierno de coalición de los tres partidos con mayor influencia política en México antes de la llegada de Morena. En este caso, al menos para mexicanos, si pudiera aparecer algo nuevo bajo el sol.

Correo: lherrera@coppan.com



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