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Opinión Columna


Libia y el gas del Mediterráneo


Publicación:25-01-2020
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Fracaso del "cambio de régimen": la guerra civil libia de 8 años llega a Trípoli

 

La crisis entre Estados Unidos, Irán e Irak ha desviado la atención global de la guerra en Libia y las crecientes disputas en el Mediterráneo oriental, que tienen capacidad similar para detonar un conflicto armado que involucraría a varias potencias.


Fracaso del "cambio de régimen": la guerra civil libia de 8 años llega a Trípoli


La guerra civil en el país africano, donde el Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN) reconocido por Naciones Unidas y dirigido por el primer ministro Fayez al-Sarraj está perdiendo frente al mariscal de campo Jalifa Haftar y su Ejército Nacional Libio (ENL), apoyado por Rusia, Francia, Arabia Saudita, Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU), dio un importante giro el 27 de noviembre con la decisión de Turquía de intervenir en respaldo del primero, como una forma de consolidar sus reclamos territoriales en la cuenca este del Mediterráneo, rica en gas.


Mientras que Haftar, un antiguo oficial del régimen de Muammar Gaddafi con amplios contactos en Moscú y Washington, declaró una jihad (guerra santa) en respuesta a la acción turca, en Ankara el presidente Recep Tayyip Erdogan ha recurrido para su intervención a las mismas milicias que hace apenas meses escandalizaron al mundo, al destruir los sueños kurdos de independencia en el norte de Siria.


De acuerdo con Al-Monitor.com, Turquía ofrece al Ejército Nacional Sirio, un grupo de membrete entrenado y equipado por sus fuerzas armadas con la misión inicial de combatir al gobierno de Damasco, salarios de casi USD $3,000 (comparados con USD $50 mensuales en Siria) para sus miembros que acepten ir a Libia por tres meses al menos.


Más de 1,000 efectivos, incluyendo extremistas de la facción Hayat Tahrir al-Sham aliada al Estado Islámico y la Hermandad Musulmana, han arribado al país del norte africano, y unos 2,000 recibían adiestramiento en Turquía a principios de mes, lo que confirma la naturaleza mercenaria de dichas agrupaciones, llamadas en el pasado "rebeldes moderados" por Estados Unidos y los medios occidentales.


Ante la escalada de violencia -las tropas del ENL se acercan a Trípoli y Misrata-, el presidente ruso Vladimir Putin y Erdogan hicieron un llamado conjunto a una tregua. Sin embargo, Haftar dejó Moscú el lunes sin firmar el pacto de cese el fuego propuesto por ambos líderes, mientras que la delegación de Al-Sarraj rechazó cualquier reunión directa con el caudillo de 75 años.


Funcionarios turcos subrayaron que el balón ahora está en la cancha rusa, coincidiendo con reportes que explican que la decisión de Haftar de mantener la ofensiva, pese a la frágil tregua que entró en vigor el domingo, es resultado de su apuesta por una victoria militar definitiva, apoyada por EAU, Francia y posiblemente Estados Unidos, preocupado por la nueva posición del Kremlin como árbitro del poder en la región.


Por su parte, advirtió Erdogan, "si los ataques al gobierno legítimo y nuestros hermanos continúan, nunca nos abstendremos de darle una lección al golpista Haftar". Alarmada con la perspectiva de otra ola de refugiados y de Libia convirtiéndose en "la nueva Siria", Alemania será anfitriona de una cumbre el domingo con la presencia de Erdogan y sus pares de Francia, Rusia, Italia, EAU y Argelia.


Rencillas históricas


El trasfondo del conflicto se halla en la disputa por los recursos energéticos descubiertos y desarrollados en la región, agravada por rencillas históricas; en noviembre, Turquía también firmó un convenio con el GAN que estableció nuevos límites marítimos entre ambos países. El área que va del suroeste de Turquía al noroeste libio atraviesa una zona reivindicada por Grecia y Chipre, donde se alistan planes de un gasoducto que uniría sus yacimientos con los mercados europeos.


Ankara afirma que sus actividades de exploración de gas y perforación en aguas territoriales chipriotas son necesarias para garantizar que los ingresos por el combustible sean compartidos entre Nicosia y la República Turca del Norte de Chipre, que solo reconoce Turquía. La nación euroasiática fue marginada en 2019 del Foro de Gas del Mediterráneo Oriental, creado por Chipre, Grecia, Israel, Jordania, Palestina, Egipto e Italia.


En noviembre, Nicosia suscribió un acuerdo de extracción de gas por USD $9,000 millones con la firma israelí Delek, el gigante angloneerlandés Shell y Noble Energy, con sede en Estados Unidos, para desarrollar las considerables reservas marinas de la isla dividida. ExxonMobil y Qatar Petroleum también empezaron a trabajar para Chipre el año pasado, después de que Nicosia alcanzó un pacto para construir un gasoducto con Egipto, que descubrió un gran yacimiento en sus aguas.


Además, este mes Grecia, Israel y Chipre firmaron un convenio para el gasoducto de 2,000 kilómetros EastMed, que correría entre las reservas marinas de la Cuenca Levantina hebrea y Chipre, Creta y el territorio continental griego. El proyecto, con presupuesto de USD $6,000 millones, cubriría cerca de 10% de la demanda de gas natural de la Unión Europea y reduciría su dependencia de Rusia y la región del Cáucaso.


No obstante, Erdogan y el presidente de la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre, Mustafa Akinci, han recalcado que ningún plan puede proceder sin consentimiento de sus países, al hacer notar que la ruta del EastMed es mucho más larga y cara que otras opciones.


Sumándose a la compleja lucha sobre quién venderá gas a la Unión Europea, la posición de Moscú sigue siendo poco clara debido a los múltiples intereses en juego. Pese a su apoyo a Haftar -desplegando en Libia a la compañía militar privada Wagner, por ejemplo-, Rusia comparte con Ankara el gasoducto TurkStream que va hacia el sur de Europa a través de Turquía, inaugurado el 8 de enero.


Aún más, Erdogan es un aliado de Rusia contra las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea, aunque la ayuda turca todavía es crucial para la supervivencia del último bastión rebelde en Idlib, Siria. De su lado, Nicosia concedió a la marina rusa acceso a sus puertos en 2015, y los rusos acaudalados históricamente han utilizado bancos chipriotas para lavar dinero y evadir las sanciones.


En Atenas, en tanto, expertos como Marios Evriviades, exdiplomático chipriota y asesor presidencial, han criticado la pasividad de Grecia ante la "propaganda cartográfica" de Turquía, destacando que Ankara ignora la zona económica exclusiva (ZEE) de las islas griegas en el Egeo y el Mediterráneo.


"Especialmente en el tema de las fronteras marítimas y la ZEE, Atenas se ha estado persiguiendo la cola por décadas en la creencia de que la agresión turca desaparecerá por un acto de magia", dijo Evriviades, citado por el blog Dances With Bears. La política helena, no obstante, podría estar cambiando: según una filtración, durante su reciente encuentro con el presidente estadounidense, Donald Trump, el primer ministro Kyriakos Mitsotakis afirmó que si la soberanía griega es desafiada, "responderemos militarmente".


Turquía y Libia tienen una vieja relación que se remonta al siglo XVI. La nación magrebí alguna vez fue conocida como la Tripolitania Otomana, desde 1551 hasta 1864 estuvo bajo el Imperio Otomano y fue su última provincia africana, al ser ocupada por Italia en 1912. Hoy, la devastación de Libia tras la intervención aliada para derrocar a Gaddafi está transformando al país en un campo de batalla para ambiciones extranjeras, incluyendo lo que los detractores de Turquía consideran "neo otomanismo".


En este marco, un análisis publicado por la agencia oficial Anadolu resalta que la "gran área de defensa de Turquía" se extiende "de Qatar a la capital libia de Trípoli, cruzando Chipre en el centro de la línea".


El análisis explica que Turquía necesita ampliar su línea geopolítica defensiva sobre una gran área, "en especial con la pugna global alcanzando dimensiones caóticas en todos los frentes. Esta gran área está formada en un extremo por la isla mediterránea de Creta y en el otro por el cuartel del Comando de la Fuerza Conjunta Combinada Turquía-Qatar frente al Estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, que es cubierto por el mundo entero y particularmente por los mercados energéticos. En el extremo meridional se encuentra el Comando de la Fuerza de Tareas Turca Somalí en Mogadiscio, sobre la costa del Océano Índico".


Al enfatizar la frase "la potencia que domina el Mediterráneo domina tres continentes", el documento agrega que "este es el momento para una base turca en Libia", ubicada en el triángulo estratégico de Al Khoms-Zlitan-Misrata, un proyecto justificado, asegura, por la ofensiva de Haftar y el Memorándum de Entendimiento sobre Seguridad y Cooperación Militar entre Trípoli y Ankara.



« Redacción »
Gabriel Moyssen

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