Opinión Editorial


Las depresiones invisibles


Publicación:12-11-2025
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Ante las diversas situaciones problemáticas que se nos presentan en la vida disponemos de al menos tres opciones: negar, sufrir, padecer

Todos conocemos las imágenes clásicas de la tristeza que desembocan en una depresión. El cine se ha encargado de fijar muchas de ellas: personas que en algún momento de su vida se han abandonado, se muestran desaliñadas, con muy poco autocuidado, sus ojos —"las ventanas del alma"— han perdido el brillo, experimentando pocas ganas de vivir. Sin embargo, existen otras formas (encubiertas) de depresión, como por ejemplo, enfrascarse en un exceso de actividades la mayor parte del tiempo, evitar la quietud y la calma, cualquier forma de descanso y soldad, ya que ello podría hacer que se aproximasen peligrosamente a sentir algún tipo de afecto cercano a la tristeza, por lo que prefieren la parafernalia de la velocidad que promueve la intensificación de la fuerza; el objetivo es no conectarse, no conversar, no sentir, estar fuera de sí; así como el estar permanentemente en un estado de enojo, de quejas, destacándose por los comportamientos basados en la desesperación e impulsividad; regularmente esto termina "pasando factura", haciendo de la existencia algo insoportable. 

Ante las diversas situaciones problemáticas que se nos presentan en la vida disponemos de al menos tres opciones: negar, sufrir, padecer aquello que sucede o darle algún tipo de trámite, vivir la experiencia, atravesarla. La negación comprende las situaciones como las que mencionábamos anteriormente, mientras que el sufrimiento y la queja que regularmente conlleva aumenta al dolor de aquello que ha sucedido. Es decir, en esta segunda opción, padecer lo que sucede, implica no sólo tener el problema en sí que ha sucedido, sino aumentar el sufrimiento al plantear alguna noción ideal como "eso no debió de haber sucedido", "busquemos a un culpable", "yo y mi mala suerte" ... y algunas otras de la misma clase, en las cuales la personas se ve a sí misma doblemente desafortunada, por lo que ha acontecido más la manera pasiva en la que encarga dicha vivencia. La tercera y última, la de procesar, la de tramitar la problemática se refiere a vivir la experiencia, dejar que la experiencia misma nos enseñe. Que la misma problemática se constituya como "maestra de vida", que, no obstante que duele, se pueda conceder la posibilidad de que nos enseñe algo tanto sobre el problema en sí, como de la posible solución, como de la vida misma. Ello posibilita que las cosas que van sucediendo en la vida no caigan simplemente en el sin sentido o en la idea del castigo permanente de la mala suerte, el karma o el castigo divino, sino que se tomen como experiencias que forman parte de la vida, que pueden ser reconquistadas y reformuladas, según una participación de la persona que se implica no sólo en aquello que sucede, sino en las maneras creativas de afrontar tal vivencia.

Durante un psicoanálisis se puede hacer la experiencia de transitar de un problema padecido a la situación narrada, misma que generará nuevas ideas e hipótesis al respecto, para finalmente crear una solución creativa, que esté pautada por las características singulares de cada persona, que sea una solución de acuerdo al propio estilo, a fin de habitar con gusto la propia piel.





« Camilo E. Ramírez Garza »