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Opinión Editorial


La sequía de los microchips


Publicación:05-05-2021
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La isla subtropical de Taiwán ha sido históricamente uno de los países de mayor precipitación pluvial pues normalmente recibe tormentas en verano y en otoño. Esta condición climatológica sumado a una masa crítica de la población bien educada y una visión positiva de futuro de sus líderes, hicieron que estratégicamente floreciera una industria que requiere copiosas cantidades de agua en su manufactura, la industria de circuitos integrados o microchips. Tal cual, la antigua isla de Formosa con sus 36 millones de habitantes y sin reconocimiento como nación soberana por la mayoría de los países, encabeza la lista global.

Así es, Taiwán es el centro mundial de manufactura de microchips aportando el 22% de la producción global, seguido de cerca por Corea del Sur y Japón con 21% y 17% respectivamente. Los EUA están en cuarto lugar con 13%, China aporta un 11%, Europa 6% y el 10% restante está distribuido en el resto del mundo. En su conjunto, la industria de microchips tiene un valor superior a los USD$488 millardos, equivalente a la suma de las economías de Chile y Perú. Más allá de los números y porcentajes, habrá que contemplar a los microchips como un vital componente para la creciente industria electrónica y un elemento de poder en la geopolítica.

Con respecto al H2O, números más, números menos, se requieren aproximadamente 10 galones de agua ultra purificada para enjuagar cada microchip. Abonando al proceso, su limpieza no es como “enchílame otra gorda” ya que pasa por ósmosis inversa, filtros de carbón activado, rayos ultravioletas y un sistema de intercambio de iones. Ahora bien, multiplicando los 10 galones requeridos por los aproximadamente 634,000 millones de chips producidos anualmente en el mundo, nos da una idea de la cantidad de agua necesaria.

Atando cabos, un pertinente y viejo adagio español advierte que: “El hombre propone y Dios dispone”. Pues en el caso del agua necesaria en la elaboración de los microchips, Dios dispuso que la naturaleza le jugara una mala broma a Taiwán que está sufriendo su peor sequía de las últimas seis décadas. La falta de agua ha traído como consecuencia una inusitada presión sobre su producción de microchips y una alerta roja en el rubro de economía política internacional. A la falta de agua se le sumó el boom económico post COVID-19.

Y es que los diminutos microchips son el cerebro electrónico de una industria mundial cada vez más dependiente de ellos.  Por citar un ejemplo, el principal consumidor global, Apple, se vio obligado a posponer un par de meses el lanzamiento de su IPhone 12 por falta de ese insumo.  De la misma manera, Samsung, quien también es productor de microchips, pospuso el lanzamiento de su teléfono de última generación por no contar con ellos. Continuando con el problema, la industria automotriz redujo su consumo por la pandemia y en este esperanzador 2021 están en lista de espera para ser surtidos. Al delicado desbalance entre la oferta y la demanda, habrá que sumarle los requerimientos que precisa la industria 5G que tiene un valor total potencial de USD$13 billones, equivalente a la economía de China.

Pues bien, es evidente que la demanda por microprocesadores no cederá y la oferta no logrará alcanzarla en los siguientes dos años.  De entrada, obedeciendo a la mano invisible, se espera un incremento en el costo de los autos, las computadoras, los teléfonos celulares y demás productos cuyo cerebro es un chip. Más aún, desde el punto de vista geopolítico y de soberanía nacional, quizás este tema le sume una raya al tigre y se traduzca en mayores restricciones comerciales entre EUA y China. Pensando mal, ¿qué pasará si la sequía en Taiwán continúa?, ¿y si China, o algún otro país, quisiera comprometer la producción taiwanesa? Lo primero está íntimamente ligado al calentamiento global y lo segundo al calentamiento de la cabeza de algún líder totalitario. Espero en Dios que ninguno de los dos suceda.

Lo que sí es un hecho, es que veremos un reacomodo global de la capacidad productiva de estos cerebros electrónicos y quizás políticas insulares de “near shoring” y “reshoring”. Soñando despierto, estimo posible que esto pudiera abrir una oportunidad de hacer una prueba piloto para producirlos en una zona económica estratégica en algún estado sureño mexicano donde abunde el agua y esté bajo el paraguas del T-MEC.



« Eugenio José Reyes Guzmán »