Banner Edicion Impresa

Opinión Editorial


La recuperación de la memoria


Publicación:24-07-2024
version androidversion iphone

++--

No hay atajos, ni formulas o recetas mágicas, ni manera de ahorrarle a las personas el proceso, el trabajo de atravesar su vida, de vivir sus experiencias

Tener con quien hablar de lo que se siente, vive y piensa, también sobre los proyectos, sueños y miedos, sobre aquello que aqueja, que no se puede hablar en todas partes ni a todas las personas; tener un confidente íntimo que escuche con paciencia y sin disponer de un juicio moral o disciplinario ya listo para el ataque, pero que además no sea cómplice de lo que nos hace daño, aquello que se repite e insiste, que, por momentos, nos rebasa, eso es, entre muchas otras cosas, para muchos un psicoanalista

No hay atajos, ni formulas o recetas mágicas, ni manera de ahorrarle a las personas el proceso, el trabajo de atravesar su vida, de vivir sus experiencias, con sus detalles y matices, el poder aprender de ellas; el habla que, durante la asociación libre (método psicoanalítico) se libera del peso de la lógica y la vergüenza moral del que dirán, que avanza a tientas y sin saber a primera vista lo qué se dice al hablar libremente, pero que, posteriormente, resuena con claridad, revelando algo del sentido hasta ese momento oculto, desconocido. En sí, una experiencia —como lo son el amor, el dolor y el silencio— para ser vivida, cruzada, atravesada como un corredor sinuoso y por momentos laberintico, pero del cual se puede salir.

Hoy, que las vidas se aceleran bajo el imperio de la utilidad y la prestación de fuerza hasta el colmo del desgaste, donde las personas se ven entre ellas como mercancía de costo beneficio, cual pilas condenadas al vaciamiento, detenerse a respirar y reconocer lo que se siente, no es para nada poca cosa, sino un triunfo, si quieren, por qué no, un triunfo del retorno, de recuperación de las memorias, de reconfiguración del sentido de vida en el presente, no tanto para repetir lo ya dicho, sino para reformular el rumbo singularmente e inventar un sentido (camino) de acuerdo a otros sentidos (significados), amplificando los horizontes de vida

La vida humana es una discontinuidad permanente, una sorpresa, de ahí que no sirva de mucho vivir bajo la lógica de la repetición del piloto automático, que se jacta de que funciona en todo momento y lugar. Hay una diferencia entre simplemente pensar y observar algo, interpretarlo, a colocarse en una posición que permita advertir desde dónde se observa e interpreta lo que se ve, el sentido de ese lugar desde donde uno se ha colocado e identificado para ver el mundo y las distintas circunstancias, como una noción fija por una costumbre, pero capaz de ser flexible, de acuerdo con las circunstancias. Experiencia que se puede hacer, sea por un psicoanálisis, pero también cuando alguien se toma como parodia, se arremeda a sí mismo, se toma como objeto de humor, un personaje de una pieza de teatro, con formas de vestir e indicaciones del director y un guion ya escrito, pero que en el caso de la vida siempre puede improvisar. 

La experiencia de perder a un ser querido, por fallecimiento (pero también por el final de un amor, de un lugar o actividad, como por ejemplo, perder el trabajo) que inaugura el tiempo del duelo es una experiencia para ser vivida, no hay atajos ni formulas: el tiempo, el dolor y la memoria son ingredientes necesarios para atravesar ese viaje, el cual nos transformará de una manera que todavía no podemos imaginar, ni anticipar, ya que es una experiencia imposible, un viaje que, además de ser un desplazamiento geográfico es subjetivo, la persona que se va no es la misma que retorna, los ojos y miradas han cambiado. Saber lidiar con esa incertidumbre de lo ingobernable del amor y la vida, sin por ello transformarla en sufrimiento, hará la diferencia entre padecer o atravesar creativamente la experiencias de vida.  

  





« Camilo E. Ramírez »