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Opinión Editorial


La nueva crisis de los misiles


Publicación:22-06-2022
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Hilando fino, no es lo mismo Rusia que la URSS y tampoco se puede comparar a Daniel Ortega con Fidel Castro

En octubre de 1962, la olla de presión llegó a un máximo histórico cuando los EUA estaban ante una aparente amenaza por misiles nucleares rusos de alcance medio instalados en la isla de Cuba. Los historiadores han declarado a ese hito como el punto más cercano que ha tenido la humanidad de entrar en una tercera guerra mundial. Así es, el conflicto produjo 35 días de altísima tensión durante los cuales los EUA enviaron misiles a Italia y Turquía y la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) los situó a una isla a 1,250 kilómetros de las costas norteamericanas. Gracias a Dios, reinó la cordura y ambas naciones presumiblemente retiraron su arsenal nuclear. 

La historia cuenta que Fidel Castro había convencido al primer ministro soviético Nikita Khruschev de colocar subrepticiamente misiles en la isla para evitar alguna invasión por parte de EUA. Sobre la intención norteamericana de invadir la isla, nadie lo sabrá a cabalidad. Lo que sí era un hecho era lo incómodo que resultaba para la nación más poderosa del mundo el tener en el continente americano a un amigo de su enemigo ideológico.

Pues bien, parece que una vez más la historia se repite en el continente americano, pero ahora con el protagonismo del deleznable gobierno de Daniel Ortega. Hace unos días el presidente de Nicaragua “decretó” el ingreso a su nación de naves y aeronaves y una “amplia participación” de las Fuerzas Armadas rusas. El exguerrillero nicaragüense subrayó que el propósito era llevar a cabo “ejercicios de intercambio militar y adiestramiento en operaciones de ayuda humanitaria (¡ajá!)”. Más aún, con saña hacia EUA, Ortega “autoriza” a los militares rusos a hacer trabajos de patrullaje en las costas del Caribe y el Pacífico de Nicaragua. Obviamente, Ortega no olvida cómo EUA financió en los 80´s y 90´s a los “contras” que combatieron al Frente Sandinista de Liberación Nacional y esta es su manera de querer fastidiarlos. Hace unos meses, el dictador sandinista ya había retado al gobierno de Biden al apoyar públicamente la invasión de Putin a Ucrania y con esta invitación a los soviéticos dio una estocada. 

Por otro lado, el vapuleado Kremlin no dejó de aprovechar el estulto e “inocente” edicto del país centroamericano para anunciar a través de la televisión estatal: “es hora de que Rusia despliegue algo poderoso más cerca de las ciudades estadounidenses”. ¿En serio? La verdad es que es una práctica común el que Nicaragua permita el ingreso de militares extranjeros para realizar prácticas conjuntas en temas humanitarios. Lo interesante de esta invitación ha sido la oportunidad coyuntural al estar Rusia aminorado por sanciones internacionales y Nicaragua como apestado al no haber sido convocado a la Cumbre de las Américas. Todo indica que es un distractor más, una guerra de palabras y una fútil verborrea de parte de dos gobiernos desesperados y voluntariamente desamparados.

Hilando fino, no es lo mismo Rusia que la URSS y tampoco se puede comparar a Daniel Ortega con Fidel Castro. Por principio de cuentas, en 1962, la economía conjunta de la Unión Soviética era más o menos la mitad que la norteamericana, ahora el PIB ruso es solo el 7% del estadounidense. La segunda diferencia es que, con el enorme gasto realizado en la absurda, injusta e inhumana invasión a Ucrania, Moscú no tiene la capacidad económica ni bélica para enviar armamento a Nicaragua. Quizás un tercer argumento que tumba una hecatombe, es que una presencia militar rusa franca y contundente en suelo americano, causaría desconfianza y pondría en alerta a todas las naciones, aún a aquellas con supuestas ideologías de izquierda. Por supuesto que no es lo mismo y jamás lo será, ver a los osos rusos desde la barrera que en el ruedo americano.

Claro, EUA sabe tomar las cosas de quien viene y conoce que “perro que ladra no muerde”. La invitación a Putin por parte de Ortega no pasará de ser un discurso megalómano, una mitómana ideología y un endeble fuego que alimenta el ego de quien sufre delirios de grandeza. Por supuesto que no será una nueva crisis geopolítica como la de Cuba, pero su sola mención es hoy en día molesta e insultante. 

Dándole la vuelta a la página, es verdaderamente increíble constatar cómo no se ha agotado la desastrosa diatriba socialista o comunista. Con el reciente triunfo de Gustavo Petro en Colombia, América Latina se cubrió de rojo. Hace algunos años, el ahora presidente democráticamente electo dijo: “La riqueza es de quien la necesita, no de quien la crea … quien posee riqueza, en cualquier medida, es en esencia enemigo del pueblo … la propiedad es casi siempre un hurto a los pobres y la Colombia humana se encargará de redistribuir”. 

¿Habrá cambiado tanto el otrora guerrillero colombiano como para procurar incentivar la inversión y buscar el bien común? Eso solo Dios lo sabe y habrá que darle con optimismo el beneficio de la duda. Lo que la historia sí ha desvelado es que, timoneles de izquierda como él, Ortega, Chávez, Maduro, Castro, Morales, López y Correa, ya encumbrados y cobijados por el poder, han radicalizado su discurso de odio y resentimiento hacia quienes han creado riqueza y fuentes de trabajo.

Sin embargo, por mucho que crezca la ideologizada izquierda y sombrío que se vislumbre el panorama, hay que tomar en cuenta que toda la obscuridad de una habitación no puede opacar la luz de una sola vela y que una pizca de sal basta para darle sabor a toda la comida. Confío en Dios que los valores democráticos y el capitalismo social serán eventualmente luz y sal para las naciones del continente.



« Eugenio José Reyes Guzmán »