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Opinión Editorial


La felicidad


Publicación:25-03-2021
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Aristóteles señalaba que la felicidad consiste en la comprensión de la verdad absoluta. Sto. Tomás de Aquino, por su parte, en la verdad

En el reciente estudio sobre el índice de felicidad que realiza la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de la ONU, México cayó 23 puestos; en el año 2020 estaba en el lugar 23 y en 2021 en el 46. El dato se basa en indicadores como el Producto Interno Bruto por persona, la esperanza de vida saludable y la opinión de las personas en temas como apoyo social percibido, libertad para tomar decisiones, corrupción y cuán generosos sienten que son. Aún y con pandemia, los 10 primeros lugares se mantuvieron, Finlandia en el primer lugar seguida de Islandia, Dinamarca, Suiza y los Países Bajos; Estados Unidos subió del lugar 18 al 14. El COVID, para ellos, se percibió como algo externo que pasará.

En este índice influye el nivel de confianza hacia el gobierno y qué tan respaldado se sienten las personas ante una crisis, aspectos que en México no se tienen, por eso no es de extrañar que hayamos perdido puntos, además de que estamos severamente dañados en la economía familiar.

La persona feliz y satisfecha con su vida es más productiva, innovadora y creativa porque sus relaciones de pareja y familia no le generan estrés tóxico que la limiten a actuar. El profesor Jan-Emmanuel De Neve, director del Centro de Investigación del Bienestar de la Universidad de Oxford señala que los trabajadores felices son un 13% más productivos.

Fred Luthans, profesor investigador de la Universidad de Nebraska y especializado en comportamiento organizacional, ha demostrado a través de diferentes investigaciones que trabajar en la esperanza, el optimismo y la confianza puede generar 2% más de ganancias anuales en las organizaciones.

Sobre el tema de la felicidad hay muchos estudios y enfoques. Los hedonistas, por ejemplo, ponen la felicidad en el placer; los estoicos, por el contrario, la ubican en el ejercicio de la virtud y ausencia de todo deleite; Shopenhauer, filósofo alemán, señala que la felicidad es una quimera y lo único real es el dolor y el sufrimiento.

Aristóteles señalaba que la felicidad consiste en la comprensión de la verdad absoluta. Sto. Tomás de Aquino, por su parte, en la verdad y en la posesión del bien absoluto, es decir, Dios. Podríamos seguirle con las definiciones.

Aunque todos estos autores difieren en el elemento relevante, coinciden en que la felicidad es un apetito innato, es decir, que no hay un hombre que no quiera ser feliz. 

Una investigación realizada por la Universidad de Harvard en la que siguió durante 75 años la vida de más de 700 personas tanto estudiantes de la Institución como habitantes de barrios marginados en la ciudad de Boston, encontró entre muchas otras cosas, que la calidez de las relaciones personales tiene mayor impacto positivo en la satisfacción de vida.

El estudio señala que los jóvenes creían que la fama, la riqueza y lo que ellos identificaban como grandes logros, era lo necesario para tener una vida plena. Sin embargo, el tiempo demostró que quienes se inclinaron por las relaciones, la familia, los amigos y la comunidad, dijeron sentirse después de años, satisfechos y plenos. La felicidad no estaba asociada ni a la riqueza ni a la fama.

Otro estudio con universitarios alemanes analizó la fuerza del dinero en la felicidad y su conexión con el altruismo y el bienestar de los demás. Donar dinero para salvar una vida produjo felicidad al principio, pero los efectos no duraron. Después de un mes, los donantes expresaron sentirse menos felices que aquellos que optaron por quedarse con el dinero.

El voluntariado, por ejemplo, ha demostrado minimizar el estrés, mejorar la depresión, reducir el riesgo de deterioro cognitivo, incluso ayuda a vivir más tiempo. Según este enfoque, la felicidad está asociada a dar o darse a los demás.

Ciertamente es difícil no asociar la felicidad con condiciones óptimas de vida en términos de salud, ingresos y bienestar general, por algo Maslow nos habló de la pirámide de necesidades. Alguien con una enfermedad o sin empleo difícilmente se sentirá pleno o feliz.

Tal vez tenga razón Pascal cuando afirma que la felicidad no está aquí, ni está allá, sino en su búsqueda. O como el Dalai Lama ha dicho: “La felicidad no es algo listo. Viene de tus propias acciones”.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com



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