Opinión Editorial
La ciudad ideal
Publicación:24-10-2024
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“Si lo puedes soñar, lo puedes lograr” es una frase de Walt Disney, el rey de la fantasía, pero sabemos que no todo es cuestión de soñar
En 1937 se filmó la versión original de película estadounidense “Horizontes Perdidos” dirigida por Frank Capra que narra el encuentro de un grupo de viajeros con la sociedad utópica budista de Shangri-La, en el Himalaya, a la que solamente se podía entrar por un sendero entre las montañas y una cueva. En 1976 hubo otra versión.
Sus habitantes no conocían la violencia, eran felices y no envejecían; vivían muchos años por el clima y porque comían de una planta que les daba fortaleza física y salud, todos eran buenos, vivían en una comunidad amorosa. Si salían de la ciudad, se iniciaba el proceso de envejecimiento al entrar en contacto y conciencia con los problemas urbanos y humanos.
La película fue inspirada en “La Utopía” de Tomás Moro obra de 1536 que refiere a una comunidad pacífica en una isla llamada Utopía, término que Moro acuñó, que establecía la propiedad común de los bienes como base para la vida en bondad y armónica. Era una ciudad perfecta, libre de delincuencia, robos, asesinatos, entre otros crímenes, porque no había dinero.
Sin duda, son sociedades en extremo idealistas, no obstante, plantean futuros de esperanzas que, para algunos, sí se podrían lograr. Ciudades que parten de la bondad en el ser humano, de la conciencia en el otro y del trabajo orientado al bienestar general.
“Si lo puedes soñar, lo puedes lograr” es una frase de Walt Disney, el rey de la fantasía, pero sabemos que no todo es cuestión de soñar, el mundo tiene problemáticas que no hemos podido resolver y que nos ponen muy lejos de la sociedad ideal.
Además de la realidad que nos ubica, hay muchas voces que señalan los grandes problemas que vivimos. Por ejemplo, los jóvenes de Global Shapers, una red de 156 países, impulsada por el Foro Económico Mundial señalan las tres preocupaciones principales en la comunidad y que requieren de acciones puntuales: defender la equidad y la inclusión, proteger el planeta y dar forma al futuro de la educación y el empleo.
En una línea de pensamiento similar, Bernardo Kliksberg, pensador reconocido en temas económicos y sociales, habla de los dilemas éticos mundiales en los que no ha habido un suficiente avance para su resolución: Pobreza, discriminación de género, desigualdad y cambio climático.
Y quizá una explicación ante todo esto, que nos aleja del Shangri-La utópico, es el exceso de individualismo que señala Zygmunt Bauman, sociólogo polaco considerado como uno de los intelectuales clave del s. 20, quien introdujo la idea de modernidad líquida.
Bauman habla de lo volátil de los sentimientos en un mundo provisional, ansioso de novedades, sin compromisos, lo que lleva a actuar de manera egocéntrica y materialista.
También tenemos a Moisés Naím quien habla sobre una forma nueva y maligna del poder en donde los políticos hacen uso de la posverdad, la polarización y el populismo.
Mark Lilla politólogo estadounidense y profesor de humanidades en la Universidad de Columbia, señala la necesidad de tener principios y proyectos comunes, trabajar unidos más allá de las diferencias para formar comunidad ciudadana y construir bienestar. Esto nos llevaría a contrarrestar el individualismo mediante una política que no privilegie el poder por sí mismo.
“Las recientes preocupaciones en torno a la identidad racial, de género y sexual han distorsionado el mensaje del liberalismo, porque han desplazado temas relevantes para la comunidad en su conjunto”, señala Lilla.
En nuestro mundo global, hay documentos universales que marcan límites en la convivencia y resaltan la dignidad humana. Algunos de estos son la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Carta de la Tierra, la Carta de la ONU, la Convención sobre los Derechos del Niño, el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, y otros libros de índole religiosa. Son inspiradores de otras guías, reglamentaciones y principios. Si se siguieran, tal vez tendríamos nuestra Isla de Utopía.
Como diría mi abuela, “por información no queda”, lo que falta es la voluntad política, social y personal hacia una vida con ética orientada a la convivencia en paz.
“Vivir juntos, crecer juntos, estar juntos, que sólo entre todos podremos hacer de este un sitio mejor”, es la letra de Horizontes Perdidos.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com
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