En 2010 Ciudad Juárez, con población aproximada de 1.3 millones de habitantes y la sexta ciudad más poblada del país, estaba considerada una de las ciudades más violentas y peligrosas del mundo. Quizás el desafío más importante que enfrentaba Ciudad Juárez era el de la inseguridad. El Gobierno Federal, en ese entonces, reconoció que el problema no se podía resolver únicamente con las fuerzas de seguridad pública e implementó la estrategia Todos Somos Juárez, Reconstruyamos la Ciudad.

Este exitoso programa de política pública estuvo anclado en varios ejes estratégicos: economía, empleo, salud, educación y desarrollo social.

El planteamiento que se presentó es para intervenir en una ciudad a fin de responder a una emergencia. Se trata de un plan para enfrentar esa circunstancia de aquella ciudad fronteriza, pero puede ser aplicado también para el caso de desastres naturales en otras partes.

En resumen, puede desarrollarse en cinco puntos; los tres primeros son los ejes estratégicos y los dos últimos se refieren a medición y resultados.

1. Diálogo ciudadanía-gobierno. La participación ciudadana debe ser intensa.

2. Participación de los tres niveles de gobierno. Los políticos deben estar en las mesas como participantes.

3. Reconstrucción del tejido social a partir del encuentro. En aquella ocasión 74% del presupuesto se aplicó al área social.

4. La medición y ejecución de las acciones del programa debe estar bien informada.

5. Los resultados deben ser sujetos a monitoreo. En el caso de Ciudad Juárez, al año del inicio del programa, la tasa de homicidios bajó un 84%.

Todo esto puede realizarse, pero requerimos un esfuerzo que deje a un lado la polarización y que inicie una cultura del encuentro que suponga el diálogo, la participación y la libertad.

Este es un resumen de mi participación en el encuentro de políticos católicos en Madrid, al que asistieron hombres y mujeres con experiencia legislativa y administrativa; personas con distintas ideologías que nos reunimos para compartir buenas prácticas de gobierno. La apuesta es por el diálogo, que supone capacidad de escucha y reflexión. No será fácil dialogar, pero es el camino correcto.