Opinión Editorial
Fuego amigo
Publicación:09-02-2024
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Por tradición o inercia de la pesadez histórica de los partidos, de candidatos y del propio proceso eleccionario, siempre hay golpes bajos entre los candidatos
Por tradición o inercia de la pesadez histórica de los partidos, de los candidatos y del propio proceso eleccionario, siempre hay golpes bajos entre los candidatos, entre los candidatos y los partidos y entre los partidos. Y eso hace más difícil la lucha electoral que no debería ser lucha sino proceso electoral que lleve a los puestos mediante votación ciudadana a los mejores perfiles.
No sucede así, por desgracia. Al contrario, los partidos, como Movimiento Ciudadano y sus dirigentes, buscan beneficiar al allegado, al amigo o al recomendado y ponen trabas, problemas, grillas y chismes al candidato que está más aventajado y que tiene más simpatías con la ciudadanía, en un municipio o en un distrito electoral local o federal.
Esa actitud enturbia el proceso eleccionario. Pero son los partidos los principales enemigos de los candidatos sanos, de aquellos que realmente quieren hacer bien las cosas: servir a sus simpatizantes y llenar de oxígeno la habitación cerrada del poder contenido. Eso sucede, repito, en Movimiento Ciudad más que en otro partido de oposición.
Es lógico. El dirigente o los dirigentes de Movimiento Ciudadano carecen de la experiencia electoral necesaria para sacar adelante la elección que se avecina y llevar a buen fin. El secretario también. Y las cabezas de las principales carteras también. Y eso es grave porque el gobernador, emanado del partido naranja, se juega el cuello en esta elección. Y resulta que ese dirigente o esos dirigentes le ponen trabajas a los mejores candidatos a puestos de elección popular.
Y favorecen a los amigos o al recomendado del gobernador, en menor grado, sin que tengan experiencia política, simpatía con la gente, conocimiento del terreno que pretenden gobernar o legislar. Y hacen gala del presupuesto destinado para su campaña, seguramente procedente de fondos públicos. Y ese presupuesto se va en comidas lujosas, fiestas, reuniones cerveceras con amigos más que con líderes de colonias, en regalos y en clavo. No baja a la mejoría ciudadana. En este sentido Movimiento Ciudadano no es nuevo. No hace nueva política.
Y no cuenta con operadores políticos que muevan las masas, más que las de las panzas. Y si es un partido nuevo los operadores son nuevos, es decir, no tienen experiencia en esa labor. Y si tienen experiencia son de la vieja política que se ha caracterizado por contar con sectores ciudadanos afines. Entonces, MC no puede dar pasos seguros en la consecución de voto duro: no lo tiene. Y eso pone en peligro la votación. Una calca no significa un voto. Unos tenis fosfo no significa terreno recorrido.
Entonces ¿de dónde van a salir los votos a favor? No se sabe. Los jóvenes, sí, los jóvenes son la respuesta. Los jóvenes se encuentran emocionados con representantes populares igual jóvenes. Y ese voto pudiera estar seguro, porque apoyaría a un candidato con las mismas características del ciudadano. Pero ese voto, igualmente se tiene que cultivar. No se da por sí mismo, como el hongo.
Y los jóvenes simpatizantes pertenecen a la clase media, que pudiera ser un bastión para MC. Pero la clase media en Nuevo León se ha ido reduciendo poco a poco cayendo a estratos más bajos. Y los sectores pobres abundan. Y esos sectores no votan por Movimiento Ciudadano. Y menos si la gente se da cuenta de que los dirigentes del partido molestan a sus propios candidatos.
« Arnulfo Vigil »