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Opinión Editorial


Frío político


Publicación:02-12-2022
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En Nuevo León se vota por novedad, respaldada en el hastío hacia los partidos tradicionales que han gobernado. A ver si resulta mejor. Pero no

Al frío que se ha dejado sentir estos días, no tan grave como el pasado, se suma el frío político que ha caído sobre la manera de gobernar en Nuevo León: por un lado un ejecutivo montado en su cuaco macho, y por otro, un poder legislativo que al parecer está tomando los asuntos en serio como nunca antes; y una fiscalía de justicia sin cabeza, como el jinete.

Y a esta baja temperatura se suma la onda gélida de la antipatía existente entre los principales protagonistas de los poderes que fundan nuestra democracia. Porque ni por un lado, ni por otro, hay voluntad de resolver la situación aguada en que han metido a los gobernados, es decir, a los ciudadanos, lo cuales no parecen interesarse por esas cuestiones, y no porque la selección mexicana de futbol haya perdido vergonzosamente sino porque no hay empatía entre el gobierno y los ciudadanos mismos. 

Y todo proviene de más atrás, de hace un año, cuando sucedieron las elecciones. Al respecto, el pensador Giovanni Sartori expresa: “Si democracia es el gobierno del pueblo sobre el pueblo, en parte será un sistema gobernado y en parte gobernante. ¿Cuándo es gobernante? Obviamente cuando vota, en las ocasiones electorales. El nombre gobernante asignado  en las elecciones no se debe subvaluar, pero tampoco sobrevaluar. Las elecciones son eventos discontinuos, distanciados por largos intervalos. Además, entre las opciones electorales y decisiones de gobierno se interpone un amplio margen de discrecionalidad: las elecciones establecen quién gobernará, pero no señalan el contenido que tendrá ese gobierno. Finalmente, y sobre todo, las elecciones cuentan las manifestaciones individuales de la voluntad, hacen el cómputo de las opiniones, pero ¿dónde y cómo se forman las opiniones en cuestión?... De lo que resulta que las elecciones son un medio cuyo fin es el gobierno de opinión, un gobernar que ampliamente responde y corresponde a la opinión pública”. 

Debe decirse que hoy en día, con los avances de la tecnología, buena parte de los medios de opinión pública son digitales y todos los pueden usar. Y eso se ha convertido en un estilo y una forma de gobernar. Por eso la comunicación entre el poder y el pueblo, si se da, es fría como una paleta. Porque no existe acción directa en los entramados de la población. No hay realmente un compromiso oficial para solucionar las problemáticas de la mayoría de los ciudadanos. Se hacen obras, sí, se habla de millones y millones de pesos en inversión, se presume la instalación de empresas extranjeras en la entidad, que lo hacen por la mano de obra barata. Y todo se disfraza de una modernidad que está muy lejos de serla, toda vez que las prácticas soberbias, la prepotencia, el dispendio y la coyuntura para hacer negocios personales sigue imperando en todos los rubros del gobierno nuevo.

En las pasadas elecciones que dio pie al actual gobierno emanado del partido Movimiento Ciudadano, sucedió lo que en las antepasadas elecciones cuando ganó el Independiente: la novedad. En Nuevo León se vota por novedad, respaldada en el hastío hacia los partidos tradicionales que han gobernado. A ver si resulta mejor. Pero no. Porque como cita Sartori: los electores no se fijan en cómo se va a gobernar.   

Y en estos días, esa paradoja parece reventar. 



« Arnulfo Vigil »