banner edicion impresa

Opinión Editorial


Eugenio


Publicación:29-04-2021
version androidversion iphone

++--

Ya aprendiste a decir “mentira” cuando notas que no hay consistencia en lo que percibes, o bien “ehhh, no se vale” para señalar lo que intuyes como desventaja

Cuando te conocí, estuve segura de que nuestra relación estaría llena de alegría, risas, momentos inolvidables y sobre todo mucho amor. Todavía recuerdo cuando tu papá te llevó a que los abuelos te conociéramos; ibas en tu cunero y cubriste tu carita con tu mano como si quisieras evitar las fotos; desde entonces no hemos dejado de retratarte, ahora las fotos te encantan, posas para ellas y sonríes de una manera cautivadora y con mirada traviesa.

En tus 4 años ya hemos tenido grandes ocasiones de diversión. Me encanta escuchar tu voz, tu risa y ocurrencias. Tengo muy claras tus prioridades en cuanto a mi persona. Soy quien te prepara la cena cuando vienes, la que se encarga de que en casa no falten manzanas, gelatina, nieve y galletas, quien te acompaña al baño y se deja mojar cuando te lavas las manos; la que cuando te duele la “panza” pides que dé masaje de lavanda, que termina con un tierno beso, y de inmediato sientes alivio; la que te seca después de la alberca, la que pierde en el futbol, la que corre despacio y la que responde a tu llamado de “Tita”. Soy quien al ver que hablas por teléfono dejo todo para atenderte y que celebro cuando me reclamas: “oye, ¿por qué no contestas?”

Tengo muchas anécdotas que grabo en mi corazón y que espero el tesoro de mi memoria no borre. Como cuando te pregunté que cómo te iba en la escuela a lo que me contestaste: “Yo no voy a la escuela”, y llena de asombro pregunté: “¿Por qué? !!!! y tu respuesta fue: “porque hay coronavirus y es por internet”. 

O cuando me pediste que te diera “push” cuando estabas en el columpio y como pensaste que seguramente no entendería la palabra, te bajaste y me explicaste gráficamente qué era dar push. O cuando estábamos leyendo un cuento y de pronto te metiste en el relato y empezaste, con tu fantasía transformadora, a hablar contigo mismo para hacer tu propia historia, y yo tratando de participar, empecé también a hablar y tajante me dijiste: “tú no hables”, y así poder, continuar tú solo con tu ficción.

Cómo olvidar cuando me llamaste y me dijiste: “Tita, me pusieron tres piquetes y lloré”, esperando el apapacho, aunque sea a distancia, estabas confiado en que te entendía y me unía a tu dolor, y así fue.

Recuerdo cuando te pregunté “¿quién es el amor de mi vida?” y me contestaste con sonrisa despistada y un manejo magistral del tono: “yo no”. Todas tus respuestas las festejo pues advierto tu crecimiento y que tu pensamiento crítico empieza a expresarse.

Ya aprendiste a decir “mentira” cuando notas que no hay consistencia en lo que percibes, o bien “ehhh, no se vale” para señalar lo que intuyes como desventaja, ¡muy bien! Ojalá conserves este espíritu de denuncia pues te hará mucha falta.

Ay, mi Eugenio, cuánto te quiero y qué feliz me haces. Pensar en ti me hace sonreír. El otro día me dijiste: “quiero chocolate” a lo que te respondí, ya que hacía frío: “¿caliente?” y tú como seguramente pensaste: “ella no sabe” me dijiste: “Noooo caliente noooo…cho co la te”, como si el tono fuera suficiente para entender, y sí, entendí a qué te referías. O como cuando te dije “Eugi” y me dijiste “me llamo Eugenio”. Mi adorado tesoro. Eres muy claro en tus mensajes, eres decidido e independiente, tu lógica es fabulosa. Me desbordo cuando te escucho decir “¡ay Tita!” cuando repruebas algo que hice y según tú, no está bien.

Me has dado muchas enseñanzas, la principal es lo que hace la fuerza del amor de los nietos en la vida de los abuelos. A mí me das vida, alegría y motivación.

No sé cuánto tiempo nos vamos a seguir disfrutando, pero me gustaría que fueran muchos años más. Por lo pronto, deseo que estés rodeado de un amor responsable que respete y apoye tus decisiones, que sigas conservando esa sonrisa hermosa que refleja tu capacidad de disfrutar todo lo que te rodea, que sigas diciendo “te amo” y desde luego, que tengas salud y estudies mucho. La educación te permitirá descubrir muchas cosas, conocer amigos y disfrutar de todas las actividades que incluye. 

También me gustaría que siempre valores, quieras y respetes a tu familia, es lo más importante que tenemos. Igualmente, que tengas una visión compasiva por los demás, que respetes la vida y que hagas un uso inteligente y responsable de tu libertad. Lo más importante, que seas una persona plena.

Por lo pronto confío en que nos sigamos divirtiendo mucho, que continuemos jugando entre otras cosas a piedra, papel y tijera y que te subas a mi espalda, aunque al día siguiente no me pueda mover. Te amo mi adorado tesoro. Felicidades a ti y a todos los niños en su día, ojalá que lo que estamos haciendo hoy, rinda frutos positivos para ustedes. 

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com




« Leticia Treviño »