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Opinión Editorial


Es de sabios corregir


Publicación:14-07-2021
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Durante el siglo XIX, puntualmente de 1870 a 1900, se le llamó en EUA la Era Dorada (Gilded Age)

Durante el siglo XIX, puntualmente de 1870 a 1900, se le llamó en EUA la Era Dorada (Gilded Age). Esos años se caracterizaron por un rápido crecimiento económico y un marcado incremento en los salarios reales, al grado tal que nutridos grupos de migrantes europeos vieron en ese país la tierra de oportunidades.  Como en todo, la otra cara de la moneda fue una evidente concentración de riqueza en pocos privilegiados y una destacada pobreza entre aquellos que no alcanzaron un pedazo del pastel laboral. Pues bien, hay quien dice que el mundo capitalista está experimentando una desbordada concentración de riqueza llamándola “Gilded Age II”.

Hace unos días la revista Forbes publicó que la fortuna de Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, había alcanzado los USD$212.4 millardos. Como antecedente, el susodicho comenzó su emporio tecnológico, Amazon, en la cochera de su casa en 1994 y en solo 25 años alcanzó el 50% del total de ventas en línea en la mayor economía que el mundo haya conocido.  Más aún, entre las empresas norteamericanas, es el cuarto mayor empleador mundial con 1.1 millones de empleados, después del Departamento de Defensa con 3.2, Walmart con 2.2 y McDonald’s con 1.3 millones. El vertiginoso crecimiento de Amazon ha motivado a algunos futurólogos a afirmar que Bezos será el primer billonario, millones de millones, en el planeta. Qué ironía que esos pronósticos se estén cocinando justo cuando el mundo dio revés al combate a la pobreza extrema, pero motivados por el inusual crecimiento pandémico de Amazon del 38%. 

Siendo pragmáticos, la mentada desigualdad siempre ha existido, pero quizás sea hoy en día más visible, no solo por la ampliada brecha, sino por la insensible concentración en unos cuantos. Hablando de acumulación de bienes, en EUA 18,000 familias tienen el 10% de la riqueza mientras que en 1970 el mismo número de familias ostentaban solo el 2%.  Obviamente la riqueza no es mala y el capitalismo tampoco, pues había producido una mejora en casi todos los índices de desarrollo humano, hasta que llegó la pandemia.  De manera simplista y no exhaustiva, el reto estriba en una responsable y justa distribución. 

Tocante a una recta repartición y con datos de la revista noticiosa independiente ProPublica, Jeff Bezos pago 0% de impuestos federales en 2011 al igual que Elon Musk en 2018. De la misma forma Warren Buffet compartió que él pagó apenas el 0.1% anuales entre 2014 y 2018. El grupo de multimillonarios quienes legalmente pagaron escasamente el 0.17% de su riqueza en impuestos incluye a Rupert Murdoch, Michael Bloomberg y George Soros. Parece que los sistemas tributarios son estrictos y sin escrúpulos para la clase trabajadora, pero muy laxos con las estrategias fiscales de los multimillonarios y, por qué no decirlo, con los informales. Sin duda algo no está del todo bien en este capitalismo feudal y es de sabios corregir. 

Debido a los anterior, la senadora estadounidense Elizabeth Warren ha propuesto un impuesto a la riqueza de 2% para quienes tengan más de USD$50 millones, o MXN$1 millardo, y 3% para quienes exhiban una fortuna superior a USD$1 millardo.  Esto es, un millonario estadounidense tendría que pagar un millón sobre su fortuna de cincuenta millones. Viendo los números fríos 1 de 50 no parece tanto, pero el problema es que nadie está peleado con su dinero y se podría legalmente argumentar que los millonarios presuntamente ya habían pagado sus impuestos, impugnando una doble tributación.  Otro inevitable y entendible argumento, sobretodo para las realidades latinoamericanas, es el perverso e ineficiente uso de los tributos por parte de los gobiernos. Francamente, quien querrá pagar impuestos cuando conoce que su paradero serán los bolsillos de los corruptos funcionarios.

Concerniente a las cargas impositivas un aspecto adicional es que, dada la naturaleza infiel, líquida y golondrina del dinero, la exigencia tendría que ser globalmente pareja y dirigida por organismos multinacionales.  Nuevamente bajo el argumento de que es de sabios corregir, veremos si las naciones humildemente concurren en lo necesario.

A plata pura, más allá de una imposición tributaria por parte de los gobiernos, debería imperar la subsidiariedad entre los empresarios y la caridad para quienes no han tenido oportunidades.  Es una realidad, dinero llama dinero y probabilísticamente hablando, quien nace con buena cuna, tendrá mayores oportunidades en la vida. Mientras existan privilegiados cuyo dios sea el dinero, habrá también millones de “olvidados” que, por más que trabajen, no podrán tener movilidad social.  Naturalmente la educación será siempre fundamental en el rubro de oferta laboral, pero este artículo versa del lado de la demanda laboral y esta solo la aportan las empresas y los virtuosos empresarios. A final de cuentas, la solidaridad empresarial tiene sentido común, ya que el mal de otros, inexorablemente, tarde que temprano, se convierte en mal propio. Después de todo, ¿a quien le venderán las grandes empresas si sus clientes PYMES y los trabajadores no tienen o no les alcanza para comprar?

Como colofón suscribo una invitación del Papa Benedicto XVI: “La parábola enseña que los ricos no deben descuidar su salvación como si fuesen convictos, ni deben deshacerse de la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil en la vida, sino que deben aprender a usar la riqueza y obtener la vida”. 



« Eugenio José Reyes Guzmán »