Opinión Editorial
En materia de conciencia
Publicación:11-02-2020
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Ser congruentes con los valores y virtudes es de valientes
Hace unos días el cuarto poder, la prensa, nos informó que el orondo Presidente Trump afirmaba que él no había hecho nada malo y que el juicio político al cuál había sido sometido fue “malvado y corrupto”. El mandamás de los EE.UU. fue acusado, entre otras cosas, de haber condicionado una ayuda militar a Ucrania a cambio de que el Presidente Zelenski anunciara públicamente una investigación sobre los negocios en Ucrania de su contrincante demócrata Joe Biden. El consabido resultado del juicio político fue por la votación de una mayoría de senadores republicanos quienes, dicho sea de paso, habían jurado bajo protesta emitir un juicio imparcial. El daño colateral fue la inmediata remoción de la Casa Blanca de todo desdichado testigo o servidor público que, en honor a la verdad, atestiguó o proporcionó evidencia en contra del Presidente Trump. Quizás el tiempo sea amigo y haga valer aquella frase de San Agustin que reza: “La verdad es como un león, no necesitas defenderla. Déjala libre, se defenderá a sí misma”.
Volviendo al tema de los libertadores senadores, a lo mejor emitieron un sincero voto en razón a su buen entender, pero quizás justificaron su voto en estricto apego a una filia partidista o tal vez fue en resonancia con las preferencias de sus sesgados electores pasados y futuros. Si fuese alguna de las dos últimas razones, se entendería, más nunca sería justificable pues habría potencialmente un desasosiego moral. En ese tenor, que razón tenía aquel sabio abogado indio, de religión hindú, al repetir una alusiva frase “en materia de conciencia, la ley de la mayoría no cuenta”.
En materia de conciencia me viene a la mente aquella preciosa película, La Lista de Schindler, donde el protagonista personificado estelarmente por Liam Neeson, lloraba al pensar que la venta de su reloj o su anillo podía haber salvado una vida más. Como caso contrario me pregunto, ¿Qué pensará el fundador de Amazon, Jeff Bezos, poseedor de una fortuna superior a los USD$131 millardos, al contemplar a los 821 millones de malnutridos en el mundo, o a los 90,000 muertos anualmente solo en EE.UU. adictos a las metanfetaminas? ¿Qué pensará Nicolás Maduro quien con sus yerros es coautor de la mayor crisis de la historia del Continente Americano provocando la diáspora de 4 de los 31 millones de venezolanos? Que alguien me explique ¿Cómo podrán justificarse moralmente los jueces y ministros de la Suprema Corte de Justicia de México al haber liberado, bajo presión del gobierno galo, a la secuestradora Florence Cassez, so pretexto de haber encontrado irregularidades en el debido proceso? ¿Qué habrá sentido el Rey Herodes al mandar decapitar a San Juan Bautista? Veamos; si la conciencia del humano es el cabal entendimiento de su ser, su existencia, su estado, su verdad y sus actos; entonces pensaríamos que el cargo de conciencia debería ser un asunto tácito, pero no lo es. Paradójicamente la explicación quizás la ofrezca el escritor francés, Ernest Legouvé, al afirmar que la conciencia se asemeja a las facultades espirituales; debe ser educada y ejercitada para ver más adecuadamente.
El Rector Emérito del ITESM, David Noel Ramírez, es un claro ejemplo de alguien que se esmera en educar y ejercitar la conciencia ciudadana recordándonos que todos tenemos parte en pago de la hipoteca social. Inspirado en la frase de San Agustín, “Lo correcto es correcto, aunque nadie lo haga, lo incorrecto es incorrecto incluso si todos lo hacen”, él viaja por el país exhortando a personas físicas y morales a cumplir con sus obligaciones cívicas. Ser congruentes con los valores y virtudes es de valientes; “esto vir” recuerdan los Maristas. No porque alguien pueda degustar una opípara dona de vainilla significa que se la debe comer; el tener acceso a información privilegiada no faculta al tenedor a usarla; el poseer poder no vindica a quien denuesta, sobaja, o agravia al débil, ya que la grandeza de las personas se mide en cómo tratan a los menores. Es muy tentador pensar que se puede, mientras la ley lo permita y es singularmente fuerte el contagio de las conductas inmorales o incívicas cuando existen lagunas legales o vacíos de poder. ¿Cuánto más pudieran crecer las economías de América Latina si las empresas no hicieran una ventajosa planeación fiscal? ¿Cómo aumentaría el poder adquisitivo de los latinoamericanos si no hubiese tantos monopolios u oligopolios, gubernamentales o no? ¿Qué distintas serían nuestras naciones si ejercitáramos y educáramos a nuestras conciencias en principios y valores trascendentales?
Dios quiera que los ciudadanos tengamos la fortaleza de ignorar el llamado instintivo de nuestra naturaleza animal con todas sus flaquezas y escuchemos a lo que nuestro ser obliga y nuestra conciencia clama y que esa norma conductual aplique tanto a la luz del día, como de noche cuando creemos que nadie nos ve.
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