Opinión Editorial
El sesgo estructural
Publicación:13-11-2025
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El mundo, tal como está diseñado, no es para todas las personas. Es para los hombres
El mundo, tal como está diseñado, no es para todas las personas. Es para los hombres. Esta es la contundente conclusión a la que llega Caroline Criado Pérez en su libro La mujer invisible, una obra que debería ser lectura obligatoria para quienes ocupan cargos de decisión en gobiernos, empresas y centros de investigación.
Para la autora, cerrar la brecha de datos de género no es solo una cuestión de justicia, sino de eficacia y supervivencia. Las decisiones deben basarse en información que represente a toda la humanidad. Y no se trata de añadir mujeres al mundo masculino, sino de reconstruir el mundo con datos que nos incluyan a todas.
Hay suficientes testimonios de mujeres que documentan la lucha por el reconocimiento. Irene Vallejo, por ejemplo, reseña historias de mujeres "ocultas" cuyas obras en filosofía o literatura se perdieron por considerarlas sin valor pero que, sin embargo, pudieron ser rescatadas por investigadores o lectores.
Otras autoras también han explorado ese silenciamiento sistemático. Mary Beard, por ejemplo, señala que desde los orígenes de la cultura occidental la voz femenina ha sido apartada del espacio público, asociada con la desmesura o la impropiedad. Del mismo modo, Virginia Woolf, en "Una habitación propia", denuncia la falta de condiciones materiales y simbólicas que impidieron a tantas mujeres desarrollar su talento creativo. La exclusión no solo borra nombres, sino que desarticula genealogías enteras de pensamiento femenino.
Recuperar esas voces supone, entonces, un ejercicio de memoria y de reparación. Pensadoras como Silvia Federici o María Zambrano insisten en que la tarea no consiste solo en rescatar nombres olvidados, sino en revisar las estructuras que hicieron posible su olvido. Los sistemas educativos, las normas de publicación, los modelos de autoridad intelectual forman parte de esas estructuras que descalifican o ignoran a las mujeres. Al traerlas al presente, no se busca solo justicia retrospectiva, sino también ampliar el horizonte de lo que entendemos por cultura, por conocimiento y por historia.
Si aquellas autoras, como muchas otras, denunciaron la exclusión simbólica y cultural, Caroline Criado Pérez demuestra —basándose en numerosos estudios que recopila en La mujer invisible— que esa invisibilidad persiste hoy en los datos, en los algoritmos y en las decisiones que moldean la vida cotidiana. La exclusión de las mujeres no es casualidad, sino una omisión sistemática. Ellas quedan fuera de las estadísticas, los diseños urbanos, las políticas públicas y los desarrollos tecnológicos. Los datos, advierte, confirman que el llamado "humano universal" ha sido históricamente masculino.
Las evidencias que presenta en su investigación son abrumadoras. En medicina, los estudios clínicos se realizan sobre cuerpos masculinos, lo que lleva a diagnósticos erróneos o tardíos en enfermedades como el infarto; según datos citados por Criado Pérez, en América Latina las mujeres son diagnosticadas entre 30 y 45 minutos más tarde que los hombres.
Los vacíos de información se repiten en todos los ámbitos. Menos del 30 por ciento de los registros administrativos en la región están desagregados por sexo, lo que significa que los datos —y, por tanto, las decisiones— ignoran la mitad de la realidad. Como bien dice la autora: lo que no se mide, no existe.
La tecnología, que muchos creen neutra, tampoco lo es. Los sistemas de inteligencia artificial se entrenan con datos sesgados, y solo el 14 por ciento de las personas que trabajan en este sector en América Latina son mujeres. De ahí que Criado Pérez cuestione hasta los detalles más cotidianos, como que los asistentes virtuales tengan voces femeninas programadas para obedecer.
En políticas públicas, los desastres y crisis evidencian que la falta de perspectiva de género cuesta vidas. Durante la pandemia de COVID-19, el 70 por ciento del personal sanitario era femenino, pero menos del 20 por ciento de los comités de crisis incluía a mujeres. Sin datos de género, las políticas repiten los errores del pasado.
Y la desigualdad empieza mucho antes. En la educación, los libros de texto, los ejemplos científicos y los héroes históricos son casi todos hombres. Solo el 35 por ciento de quienes estudian carreras STEM en América Latina son mujeres. El lenguaje, los referentes y las omisiones construyen un mundo en el que las niñas aprenden, desde pequeñas, que su lugar es secundario.
La ONU estima que solo el 15 por ciento de los países cuenta con sistemas de datos con perspectiva de género, y que la desigualdad cuesta al menos 160 billones de dólares a la economía mundial cada año.
La supuesta neutralidad con la que se ha construido el mundo —en sus políticas, sus ciudades, sus algoritmos— ha sido, en realidad, una forma de invisibilización. Y en una región como América Latina, donde la desigualdad convive con la pobreza y la violencia, esa invisibilidad no solo discrimina: también mata.
En síntesis, el libro de Criado Pérez se suma a una larga conversación interrumpida; la de tantas mujeres que, desde la sombra, reclaman su lugar en la historia, y las que en el presente, exigimos reconocimiento.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com
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