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Opinión Editorial


El Parque Fundidora


Publicación:24-07-2020
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Mejor que Artemio Garza organice una coperacha entre sus amigos para salvarlo y no con los ciudadanos

Vaya relajo en que han metido al Parque Fundidora quienes fungen como directivos y sus contertulios del gobierno del estado: unos declaran que está cerrado por las prevenciones sanitarias, otros dicen que sólo cierra sábados y domingos, y otros que está al borde de la quiebra, otros que no es cierto, otros que se requiere un subsidio. En fin, un desorden bien organizado. 

La Secretaría Estatal de Salud afirma que el Parque debe ser cerrado sábados y domingos, suspender todas las actividades sociales y eventos recreativos. Es sabido que en ese sitio, pese a los señalamientos acertados de ecologistas, se realizan conciertos multitudinarios como Pal Norte y otros, pero no debe cerrarse el bosque urbano a los usuarios y deportistas. Y el Parque se va a reabrir hasta septiembre, pero no por la contingencia, sino porque carece de recursos económicos para sus sostenimiento, como pago de nómina, y gastos de mantenimiento, en caso de que el gobierno le eche una mano. 

Lo cierto es que Artemio Garza, a la sazón Presidente del Consejo de Administración del Parque Fundidora, se encuentra con el agua hasta el cogote, como dicen los norteños, después de haber arruinado al Parque por graves errores administrativos, según se ha dado a conocer en los medios. De hecho la Auditoría Superior de Nuevo León en 2018 detectó un déficit de 201 millones de pesos, gastos excesivos, pérdidas económicas y gastos sin justificar. Sin embargo, Artemio Garza sigue ahí. Hasta que quebró el Parque. 

La diputada Claudia Tapia, entonces de Morena, propuso una iniciativa al Congreso del Estado en la cual se pedía que el gobierno del Estado canalizara recursos públicos al organismo descentralizado Parque Fundidora para su operación. Se pretendía que el Parque no estuviera supeditado a sus ingresos propios y porque además de esta forma se suspenderían los eventos masivos que causaban estropicio al parque y molestias a los vecinos del área. Pero la propuesta de Claudia fue rechazada por los partidos PAN y Movimiento Ciudadano. Artemio Garza puso el grito en el cielo pavoneando que no era necesario porque el Parque era autosuficiente. 

      Ahora el calamitoso Artemio pide, suplica, exige a los diputados que emitan un decreto para que el Gobierno del Estado transfiera fondos al Parque. Pues, no que muy administrador. Se sospecha que la razón es otra: al ser el Parque un organismo descentralizado no tiene que rendir cuentas al estado, al menos no como dependencias directas, y si recibe dinero público, sí tendría qué hacerlo. Eso no convenía a Artemio. Ni a Fernando Villarreal Palomo.

No es nuevo este problema con el Parque. Durante el gobierno de Fernando Canales Clariond ahí se construyó una pista de carreras de autos. En el gobierno suplente de Fernando Elizondo se quería privatizar. En el gobierno de José Natividad González Parás se convirtió en el tianguis más grande de Monterrey donde hasta congresos evangélicos había. En el gobierno de Rodrigo Medina era el lugar para hacer la carne asada más grande del mundo.

Y durante ese tiempo agrupaciones de vecinos, ecologistas, biólogos, colectivos bicicleteros y reforestadores, pidieron, clamaron al gobierno en turno cuidar el Parque, convertirlo en área protegida, considerarlo un bosque urbano, crear un consejo ciudadano para contribuir en su administración, pero solo hubo oídos sordos. Y aquí están las consecuencias.

Mejor que Artemio Garza organice una coperacha entre sus amigos para salvarlo y no con los ciudadanos.  



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