Opinión Editorial
El fantasma de Futilis
Publicación:02-12-2020
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Cuenta la mitología que Futilis fue una diosa griega condenada a cargar toda su vida agua en vasijas perforadas por haber asesinado a su esposo
Cuenta la biografía de Ben Carson que de niño le apodaban “el tonto” al ser el último estudiante de su clase, provocando en él una escasa autoestima. Naturalmente, a ese niño afroamericano le tocó remar cuesta arriba creciendo en un barrio peligroso de Detroit, huérfano de padre y viviendo en la miseria económica. Sintiéndose aún un fracasado, la oportunidad dar un giro de timón llegó de improviso un día cuando su profesor preguntó por el nombre de una rara roca negra. El inseguro Ben, quien para entonces se refugiaba en la lectura, sabía la respuesta, pero esperó en vano a que los más inteligentes de la clase contestaran. Minutos más tarde, al responder Ben atinadamente, su complacido maestro no se conformó con su respuesta y, ante el asombro de todos, lo exhortó a explicarles las propiedades de esa roca ígnea. La obsidiana revaloró al niño ante sus compañeros y marcó un punto de inflexión en su vida.
Años pasaron y Ben Carson, después de haber obtenido la calificación más alta en la prueba del SAT en 20 años en las escuelas de Detroit, obtuvo una beca completa de la Universidad de Yale. Hoy en día, el Dr. Ben Carson es uno de los neurocirujanos más prestigiados de la Unión Americana y un claro ejemplo de quien pudo vencer, en términos médicos, al fantasma de Futilis.
Cuenta la mitología que Futilis fue una diosa griega condenada a cargar toda su vida agua en vasijas perforadas por haber asesinado a su esposo. De ahí viene la palabra “fútil” que quiere decir sin consecuencias, trivial o pequeño. Si bien es cierto que el ambiente condiciona mucho a los seres humanos, la disyuntiva de actuar o no hacer nada, de crecer o pasar desapercibido o de sobresalir o ser fútil, depende, en el plano terrenal, de las decisiones concatenadas de cada individuo ejerciendo su libre albedrío.
En estos tiempos aciagos, es un gran reto encontrar la obsidiana, el aliento o el disparador para que los jóvenes desvelen su propia motivación. Es tentadora y muy fácil la invitación a hablar de los yerros, ocurrencias y daño inducido por gobierno de México. Pero, ¿Cómo decirles a los jóvenes que el fantasma mexicano de la crisis económica, de los desaciertos populistas y de la pandemia pueden y deben transformarlos en ocasión de crecimiento? ¿cómo explicarles que la formación del carácter siempre ha ido acompañada por un crecido número de obstáculos, condiciones adversas y espectros por vencer?
La sabiduría de quien vive en el campo enseña que es preferible no regar tanto a los árboles para obligarlos a crecer sus raíces buscando agua a mayor profundidad. Por otro lado, es igualmente cierto que, al igual que con los jóvenes ante la adversidad, las tormentas obligan a los árboles a tener raíces más profundas. No es casualidad que el poeta alemán Johann Goethe afirmara que: “el talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad”.
Para quienes somos profesores y tenemos el privilegio de acompañar a jóvenes en su paso por las aulas, es un ingente reto el mostrarles el bosque completo y la luz al final del túnel. Esas mentes brillantes temporalmente encomendadas, están ávidas por salir y conquistar el mundo y es preciso abriles el vasto caleidoscopio de oportunidades. ¿Cómo decirle a Andrea, Kenia o a Carlos, entre otros, que deben ver más allá del hoy y el aquí para diseñar su hoja de navegación tomando el mundo como su terreno de juego? ¿cómo explicarles que, por increíble que parezca, el mismo camino sinuoso, cual fuego al hierro, los está labrando como personas más fuertes, determinadas, seguras de sí mismas, plenas y trascendentales?
Tocante a ello es pertinente recordar el mensaje a los jóvenes de el “viajero universal”, del Papa polaco que amó a México: “La humanidad tiene la necesidad imperiosa del testimonio de jóvenes libres y valientes, que se atrevan a caminar contra corriente y a proclamar con fuerza y entusiasmo la propia fe en Dios, Señor y Salvador”
Como colofón, por trivial que parezca la misión, hago un cabal exhorto a los jóvenes a no desanimarse y mucho menos claudicar. Al final de cuentas, aún las vasijas perforadas de Futilis van regando el camino donde crecen árboles frutales y flores hermosas.
« Eugenio José Reyes Guzmán »